Un día después de su exitoso concierto en la sala Razzmatazz de Barcelona, el Palacio Vistalegre de Madrid se convirtió en el escenario perfecto para una velada al más puro estilo de «Fiebre del Sábado Noche». Fue el 28 de octubre cuando Jungle inundó Carabanchel con generosas dosis de funk y nu-disco. Desde 2014, con el lanzamiento de su primer álbum homónimo, este dúo británico ha ido ganándose el respeto tanto del público como de la crítica.
Fue una noche verdaderamente especial, ya que este concierto marcó la primera vez que el colectivo británico ofreció un espectáculo en nuestro país desde 2017 en salas (habían pasado por Tomavistas 2022). Desde entonces, la banda ha experimentado una constante evolución, lanzando tres nuevos álbumes, incluyendo el aclamado For Ever. La razón principal detrás de esta nueva gira europea, que comenzó días atrás en París, fue la presentación de su trabajo más reciente, Volcano, el cual vio la luz en marzo de este mismo año y se ha consolidado por méritos propios como uno de los discos imprescindibles de este 2023.
El espectáculo se convirtió en un cóctel explosivo con un poder eufórico irresistible. Miles de personas abarrotaron tanto la pista como las gradas de la plaza de toros, y en ningún momento nadie pudo permanecer sentado. Fue una noche hedonista en la que el disfrute estaba garantizado. Aunque existía una gran incertidumbre sobre cómo llevarían la versatilidad y la singularidad de su estilo electrónico a un enfoque más orgánico y bailable, esta duda se disipó en cuanto las luces rojas inundaron el pabellón.
El dúo de Tom McFarland y Josh Lloyd-Watson se expandió para incluir a otros instrumentistas y coristas, adoptando una configuración ampliada en el escenario. Jungle se convirtió en un colectivo al incorporar a cuatro músicos más, lo que ofreció un espectáculo más orgánico, inmersivo y, en general, más efectivo. En el caso de Jungle, al igual que con otros conjuntos actuales como Nu Genea, esta configuración de banda no solo funciona, sino que también mejora las propuestas de sus álbumes.
La noche se iluminó con los primeros acordes de «Us Against the World,» desatando una oleada de emoción entre la multitud que se agolpaba en el Palacio Vistalegre de Madrid. A medida que la música fluía, llegó la primera sorpresa de la noche con la proyección de fondo de Erick The Architect durante el tema «Candle Flame,» envolviendo al público y añadiendo una dimensión visual que complementaba perfectamente la energía desenfrenada de Jungle. La combinación de las voces en vídeo y los talentos en vivo de los seis músicos en el escenario generó una sinfonía de sonidos cautivadores, impulsados por la diversidad de instrumentos que abarcaban desde baterías y samplers hasta sintetizadores, teclados, guitarras e instrumentos de percusión, todo empleado de manera magistral.
La atmósfera se transformó en una festividad de baile sin límites, con las siluetas de la banda fusionándose con la neblina que se deslizaba por el escenario. Un espectáculo de luces enérgico, dominado por los tonos ardientes de rojo y naranja, con toques ocasionales de una bola de discoteca que añadía un encanto especial a la velada. Una de las sorpresas más notables del concierto fue la audiencia mayoritariamente extranjera, compuesta principalmente por aficionados ingleses, franceses e italianos. Este variado público no hizo más que enfatizar la influencia global de la banda.
A pesar del electrizante ambiente, el setlist en sí no sorprendió en comparación con sus actuaciones previas durante la gira de verano en ciudades de Estados Unidos y Canadá. Veintidós canciones resonaron en el recinto, de las cuales una significativa cantidad, exactamente diez, procedían de su último trabajo. Aunque la única crítica que podría mencionarse sobre el concierto fue su duración, que no llegó a la hora y media, dando la sensación de un horario más propio de un concierto de festival que de una actuación en sala.
A nivel general, el espectáculo se desplegó en dos actos notables. El primero estuvo impregnado de la esencia orgánica del funk, envolviendo a la audiencia con canciones como «The Heat,» «Heavy, California,» «Beat 54,» y los himnos consagrados como «Back on 74,» «I’ve Been in Love,» y «Casio.»
Después de interpretar este último, uno de los temas más icónicos del repertorio del grupo, la atmósfera dio un giro hacia una fase más electrónica y rica en samplers, resultando, desde mi perspectiva, aún más emocionante. Canciones como «You Ain’t No Celebrity,» «Coming Back,» y «Don’t Play» dominaron esta segunda parte del concierto, durante la cual incluso se lanzaron al público cuatro pelotas gigantes de colores, añadiendo un toque de juego interactivo que contagió la diversión en todo el recinto.
El concierto estaba llegando a su punto culminante con la interpretación de «Good Times» cuando ocurrió uno de los momentos más especiales del espectáculo. El sexteto se retiró del escenario y un griterío ensordecedor, como pocos he experimentado a lo largo de los muchos conciertos a los que he asistido, los hizo regresar prácticamente de inmediato. Además, una lluvia de miles de destellos de los teléfonos móviles creó una coreografía improvisada, guiándoles de vuelta al escenario.
Una vez de nuevo en el escenario, «Keep Moving» y una expansiva interpretación de «Busy Earnin» marcaron las últimas notas del concierto. La energía que emanaba del público y de la banda misma creó un cierre memorable, consolidando la noche como una experiencia inolvidable de música, conexión y diversión compartida. Jungle demostró una vez más su habilidad para llevar a su audiencia por un viaje musical que abarcó desde lo orgánico hasta lo electrónico, dejando claro que las melodías groove nunca pasarán de moda.
Fotos Jungle: Víctor Terrazas