Lograr mantener en funcionamiento un bar digamos “alternativo” en una ciudad que ha sucumbido de manera tan flagrante a los tentáculos de la invasión turística, y en la que alquilar un piso a precio razonable, es una misión del todo imposible, se puede considerar todo un logro. El Muro lleva diez años aglutinando a un buen espectro de esa población ávida de preservar un espacio en el que intercambiar pareceres en torno a este momento de caos aparentemente sin retorno, bajo el emblema de la buena música y la resistencia a dejarse vencer por el capitalismo desenfrenado.
Para rematar con los fastos propios de este décimo aniversario, el menú preparado deparó un incendiario encuentro de dos bandas conectadas por un ideario común, pero que aún no habían podido conocerse en persona: los gallegos Gran amor y los malagueños La Trinidadque jugaban en casa. Y qué mejor ocasión que esta, teniendo además en cuenta que el batería de La Trinidad, Juan Carlos Guerrero, fue durante tres años encargado del bar en cuestión.
La acogedora Sala Marteotro espacio que ejemplifica la resistencia por su ubicación junto al lujo y la ostentación del Puerto Marítimo, acogió una noche de efervescente pop-rock estatal a cargo de dos bandas jóvenes dispuestas a insuflar oxígeno en la escena patria, tomando el pulso a un conjunto de formaciones unidas por un denominador común: su pericia para armar adictivas descargas melódicas movidas por el vigoroso poder de sus guitarras. No en vano, los dos grupos forman parte del completísimo catálogo que configura el eje vertebrador del nuevo libro de la Editorial Muzikalia: No Sonamos Mal. Crónica oral de la nueva escena indie de guitarras. Y es que algo importante se lleva cociendo durante más de una década, cuando las salas muestran una excelente entrada cuando de propuestas de este tipo se trata.
Gran amor fueron los primeros en entrar en escena, y no tardaron ni un segundo en impregnar cada rincón de la sala con su avasalladora coctelera de influencias en la que punk, rock y electrónica mutan en diversas pieles para acabar arrasando allá donde pisan. Nuno Pico, Mariagrep y Clara Redondo armaron un Muro de sonido frenético e imparable que elevó con creces la ya de por sí rotunda intensidad de sus grabaciones en estudio, logrando que calambrazos del calibre del trío inicial: “Lonxe Dos Homes”, “Ontes Fun Moi Malo” y “Pelea”, en la que Nuno pidió la colaboración del público, dejaran noqueado a más de uno. El combo gallego ha dado un salto de gigante en cuanto a sonido y pegada en el reciente III (Ernie Records, 2025)y se mostró suelto y confiado, seguro de sus múltiples recursos para sacudir a la audiencia a base de ganchos directos a la mandíbula como las inapelables “Se Te Volvo A Ver” o “Maldita Mi Suerte”, antes de entrar en la fase descrita por Nuno como “lenta o melancólica”, refiriéndose a la onda progresiva de las aparentes caricias de números como “Ti Máis Eu”.
No podía faltar su vuelo controlado sobre el público en “Esta Pena Que A Veces Teño”, su orgulloso alegato sobre las extrañas cosas que suceden en el Pedrito, el ya famoso bar de Arzúa, pequeña localidad coruñesa protagonista del abrasivo single “Vou pa Arzúa”, o esas dos agradecidas miradas a su notable debut en largo que fueron “Vémonos No Baño” y “Vamos Enchernos”, que funcionan aún mejor en vivo. Alcanzada la catarsis entre burbujas de psicodelia reactiva y puñetazos de actitud que ya quisieran para sí muchos veteranos, la despedida llegó con su recreación del eterno “Kick Out The Jams” de MC5. Ovación cerrada y sensación generalizada de que por allí acababa de pasar una apisonadora cargada de razones para tener fe ciega en ellos. Urgencia, éxtasis y bendita juventud al servicio de unas canciones que están hechas para brillar sobre las tablas. El futuro les pertenece.
El ambiente estaba ya más que caldeado para recibir a los locales La Trinidadque desde luego no defraudaron y pusieron patas arriba la sala con sus vitaminados arranques de pop-rock movido por la frenética pulsión de unas guitarras ensambladas con una base rítmica atronadora y que han ido ganando en solvencia sobre el escenario a base de patearse las salas de toda nuestra geografía. El arranque de su bolo fue un no parar de latigazos melódicos que sacudieron caderas y destrozaron suelas, con las ya clásicas (pese a su juventud) “Tragedia Nacional”, “Las Flores De Mateo” y la pretérita “Del Suelo A La Boca” mirando al pasado y reivindicando su rutilante presente.
Los radiantes estribillos del combo malagueño miran de reojo a El choque O Reemplazossin perder la vista a la new wave o a esa lúcida visión del rock retorcido que tan bien plasmó David Byrne con sus Cabezas parlantes. Sixto Martín hizo alusión a la frustración que rodea al panorama actual de la ciudad, extensiva en muchos casos a la sociedad en general, rechazando quedarse en el relato y poniendo banda sonora al desencanto (“6,30”), cantó con Nuno de Gran amor y se mostró como un líder carismático y convincente. Además, aprovecharon para estrenar un nuevo tema, “La Plaza De La Mierda” en alusión a un emblemático punto de encuentro de la ciudad que muchos conocemos ya por ese nombre. Poco puede fallar a lomos de destellos plagados de inmediatez y vitamina pop como “España Invertebrada”, “Sheriff Playa” o el himno rabioso “Ay, Tus Ojos”.
En definitiva, fue otro concierto vibrante rematado por la celebración del cumpleaños del bajista Jorge Zúñiga y sólo limitado por el brazo inquebrantable en forma de horario nocturno que puso fin a una velada que hubiera podido extenderse aún más por la evidente comunión entre banda y público.
En el balance de la noche solo puede dominar la sensación de victoria por goleada a cargo de dos bandas perfectamente engrasadas, cuyo horizonte se vislumbra pletórico llenándonos de motivos para creer en que lo mejor, aún está por llegar.
Fotos Grande Amore + La Trinidad: Jose Megía