En el espacio, los problemas se agigantan. Butch Wilmore (61) y Suni Williams (58), dos astronautas veteranos, lo saben mejor que nadie. Salieron a una misión de prueba a la Estación Espacial Internacional (EEI) por 8 días; pero ya llevan dos meses varados y no consiguen una nave que los traiga de regreso a la Tierra.
En la previa, el viaje se presentaba como amable crucero galáctico. La intención era completar una misión de prueba sin sobresaltos; un vuelo en la flamante nave CST-100 Starliner de Boeing. Pero nada haría suponer lo que sobrevino.
“Queremos ir y regresar lo antes posible para que puedan darle la vuelta a nuestra nave espacial y también, tomar todas esas lecciones aprendidas e incorporarlas a la próxima Starliner”, comentaba Williams.
Para muchos, la misión ya empezó con el pie izquierdo. Debía despegar en diciembre de 2022 y fue aplazada a febrero de 2023, luego a marzo, abril y julio. A comienzos de junio de 2023, Boeing y la NASA acordaron postergarla hasta 2024.
Una serie de eventos desafortunados
Cuando el 6 de mayo de este año estaban todas las luces en verde, la salida se volvió a cancelar por una fuga en una válvula de la etapa superior del cohete Atlas V.
Finalmente, cuando Williams y Wilmore despegaron el 5 de junio, en plena microgravedad, empezaron a experimentar algunas anomalías. La pantalla de comando indicaba fallos en sus motores y más tarde, fugas en el helio gaseoso, que mantiene los propulsores presurizados.
Pese a estos contratiempos, juzgados como menores, los astronautas quedaron muy satisfechos en como respondió la Starliner. Tras 27 horas de marcha espacial llegaron a su destino.
El primer intento de acoplamiento se frustró por un desperfecto de los 5 motores de maniobra. Tras algunos ajustes, la nave se conectó de forma autónoma mientras orbitaban a unos 400 kilómetros sobre el sur del Océano Índico.
Una vez que la nave fue asegurada con 12 ganchos, los astronautas debían realizar una serie de procedimientos estándar, como comprobar si había fugas en la esclusa y presurizar el paso entre la cápsula y la EEI, antes de abrir las escotillas.
Cuando estaban a punto de abandonar la nave, recibieron un informe muy preocupante de los controladores de la misión en donde detallaban varios desperfectos puntuales.
El más grave de todos se produjo en el módulo de servicio de Starliner, un accesorio cilíndrico debajo de la nave que proporciona la mayor parte de la energía del vehículo durante el vuelo.
Así fue como se enteraron de que su estancia de 8 días, que debía terminar el 13 de junio, se extendería de forma indefinida, ya que las condiciones técnicas no estaban dadas para un regreso seguro.
Demasiados cuerpos flotando
Contrariamente a lo que uno pueda suponer, la convivencia no fue nada fácil en el laboratorio espacial. Por una cuestión de volumen y maniobrabilidad, la capacidad máxima de la EEI es de 7 personas y ahora hay 9 cuerpos flotando en el vacío.
Este malestar se percibe en las horas de sueño. Ya que sólo dispone de 6 cámaras -del tamaño de una cabina telefónica- donde enganchan un saco de dormir y tienen un espacio para guardar objetos personales. Wilmore y Williams han tenido que adaptarse a espacios de descanso improvisados.
De los tres ocupantes sin cama, hubo dos que acamparon en una pequeña unidad llamada Crew Alternate Sleep Accommodation (CASA) en el módulo Columbus. Mientras que Wilmore se acomodó en el sector Kibo de la Agencia Espacial Japonesa.
Además de las dificultades para descansar, la prolongada estancia ha generado otros desafíos. Los astronautas han tenido que racionar su ropa, usando las mismas prendas durante más tiempo del habitual. Ya que al viajar por poco tiempo, no cargaron su valija.
El programa de trabajo de los dos astronautas también cambió de manera radical en los últimos meses. En un principio, iban a pasar la mayor parte en la Starliner, comprobando sus comunicaciones, el soporte vital, la energía y otros sistemas.
Pero una vez concluida la lista de obligaciones han estado ayudando al resto de la tripulación con experimentos científicos y tareas de mantenimiento, incluyendo una tan poco seductora como la reparación de una bomba de procesamiento de orina.
Un largo camino a casa
En lugar de autorizar el traslado en la Starliner, la NASA está considerando enviar una nave de rescate de la competencia. Los ingenieros de Boeing insisten en que todo está bajo control.
“Confiamos en la Starliner y en su capacidad para regresar de forma segura con la tripulación. Seguimos apoyando las solicitudes de la NASA de pruebas, datos, análisis y revisiones adicionales para confirmar la capacidad de desacoplamiento y aterrizaje seguro”, dijo la empresa.
El plan B es utilizar la Crew Dragon de SpaceX, que a mediados de septiembre viaja a la EEI para reponer al personal de la expedición. Aunque esta movida implica un enorme operativo de logística.
La cápsula de Elon Musk, como está programado, arribará con cuatro tripulantes que formarán parte de la Expedición 72 y retirará la misma cantidad. Según el plan de contingencia de la NASA, por esta vez, llegaría con dos asientos libres.
Como los dos astronautas de la Crew-9 permanecerán a bordo de la EEI durante 6 meses, esto dejaría a Williams y Wilmore encallados en el espacio durante otro medio año. Lo que sumado daría más de 9 meses de permanencia.
Además, la EEI solo dispone una plaza de aparcamiento para cápsulas estadounidenses, lo que obligaría a la Starliner a una salida de emergencia antes de la llegada de la cápsula Dragon de SpaceX.
Entretanto, la NASA está probando un propulsor RCS en las instalaciones de pruebas White Sands, en Nuevo México, intentando reproducir los problemas inesperados que surgieron en pleno vuelo y garantizar que los propulsores funcionen sin defectos.
“No hemos tomado todavía una decisión sobre el retorno de ‘Butch’ y ‘Suni’. Tenemos un marco de tiempo muy complicado y estamos trabajando a fondo con los equipos de Boeing, NASA y SpaceX”, señaló Steve Stich, gerente del programa de tripulación comercial de la NASA.
Segunda en la lista
La NASA pretendía que la Starliner se convirtiera en la segunda nave espacial estadounidense que lleve personal a la EEI, junto con la Crew Dragon. Sin embargo, tras lo visto, el panorama podría dar un giro inesperado.
Los desperfectos que sufrió la Starliner son un mazazo para Boeing, que se enfrenta a una crisis de reputación desde el grave fallo de seguridad de Alaska Airlines con los 737 Max 9, en enero de este año.
Sin embargo, la NASA y su contratista han invertido millones de dólares en el desarrollo de la nave espacial y es probable que hagan todo lo posible para que responda, a pesar de los riesgos que conlleva.
Para colmo, el organismo de control de la NASA publicó un informe lapidario sobre el Sistema de Lanzamiento Espacial, el otro encargo de Boeing que costó 700 millones de dólares más de lo que se suponía.
Cuando se le preguntó a Kenneth Bowersox, administrador de la agencia norteamericana, si este podría ser el último vuelo de Starliner, esquivó la polémica argumentando que “todo lo que puedo decir es que nuestra intención es seguir presionando para tener dos proveedores”.