Cuando hace tres años Belako publicaron Plastic Drama (BMG, 2020) hubo unanimidad entre crítica y público a la hora de hablar de él como su mejor trabajo hasta la fecha. Después de tres discos de exploración y búsqueda tanto a nivel sonoro como lírico, Belako por fin sonaban como todo apuntaba a que podían hacerlo. Además, en un contexto especialmente difícil marcado por la pandemia, el éxito comercial del disco fue notorio y supuso el espaldarazo definitivo a su carrera en un momento en el que era todo o nada para el proyecto. La jugada les salió redonda y parecían haber encontrado su sitio y su sonido respaldados por su creciente base de seguidores.
Por suerte, con Belako las cosas nunca son tan sencillas como parecen. O al revés, son más sencillas de lo que creemos. El siguiente paso para el 90% de las bandas hubiera sido asentar ese estatus con un disco continuista que les permitiera estirar ese flechazo con el público que generaron con Plastic Drama. Sin embargo, el cuarteto de Mungia ha optado por todo lo contrario en Sigo regando, quinto álbum de su carrera, donde retoman la vía juguetona del resto de su discografía y se desmarcan del sonido directo y concreto de su antecesor. En Sigo regando amplían el foco en todos los sentidos. A nivel lingüístico, se elevan hasta tres las canciones interpretadas en euskera y se estrenan en castellano con “Sangre total”, quizá la canción más radical que han publicado nunca, un pastiche de punk electrónico bastante discordante en las primeras escuchas que suena a cualquier cosa menos a Belako. Se estrenan en castellano pero lejos de buscar el hit festivalero, vaya.
Tampoco se acomodan a nivel instrumental. La presencia del piano crece considerablemente frente a anteriores entregas (ya había pistas en Plastic Drama) pero eso no significa que suenen más reposados. La rabia post adolescente de sus inicios apenas asoma ya (ni falta que hace), pero los trallazos marca de la casa siguen estando ahí. “White lies” o “Tangerine” así lo atestiguan, dos canciones potentes y directas que sin embargo mutan cuando parece que están llegando a la meta (¿cuántas canciones diferentes suenan en “White lies”?). Pero aparte de estos momentos más o menos evidentes la dispersión sonora es el espíritu del álbum. A lo largo del tracklist encontramos, por ejemplo, ritmos brasileños en el inicio de “Orein orain”, citas a la new wave en “New light slates”, desnudez total en la casera y seductora “No tools”, ecos a su propia versión de “Sinnerman” en “Aquí sigo regando” o esa amalgama de estilos que es el final de “Dump”, pieza que abre el álbum, con esos violines tan ajenos a lo que a priori esperaríamos encontrar en un álbum de Belako. Cualquier cosa que se les pasa por la cabeza la prueban, en ocasiones en la misma canción, lo que hace que la escucha de Sigo regando requiera de cierto esfuerzo en las primeras aproximaciones, pero la insistencia tiene su recompensa en este caso. A lo largo de sus trece canciones encontramos todos los belakos que ya conocíamos y algunos nuevos que no, reflejo de una banda que no deja de crecer a cada paso que da y que, con el objetivo de no aburrirse, consiguen que nosotros no lo hagamos con ellos. ¿Su mejor disco? ¿Su álbum más completo? Simplemente uno más de su serpenteante e inmaculada trayectoria. Sigan regando.
Escucha Belako – Sigo regando