Me decía un amigo finlandés, que había estado viviendo en Suecia durante un tiempo, que por allí todo el mundo tocaba en un grupo y muchas veces en dos. Que había muchos factores para que se diera lugar este fenomeno, pero el principal es que las ciudades y pueblos allí suelen ser lugares muy aburridos, el clima ayuda bastante también, claro. El caso es que Suecia es la tercera potencia mundial en lo tocante a ingreso económico derivado del negocio de la música, solo después de Estados Unidos y Reino unido. Y el tema es que lo hacen bien, ese pequeño país nos ha dado a multitud de artistas que han copado, tanto las radio formulas, como los circuitos más alternativos.
The Hives es uno de esos productos que el pequeño país ha exportado con gran éxito y que, por derecho propio de la banda, se han convertido en universales, como de la familia, ese grupo que está en todas partes, en todos los festivales, en todas las fiestas, esos que todo el mundo ha visto una vez en su vida.
En este tour, propiciado por Live Nation, llegaban a La Riviera con las entradas al borde del “sold out”, con nuevo disco calentito, el estupendo y esperado The Death Of Randy Fitzsimmons (Music as Usual) y que se ha hecho de rogar casi doce años (eso es sacar rendimiento a un cancionero, porque no han dejado de tocar en todo este tiempo). Con algunos minutos de retraso sobre la hora oficial, se apagaban las luces de la abarrotada sala y comenzaba a sonar la marcha fúnebre que están usando a modo de “intro” en esta gira. Y allí estaban ellos, con sus nuevos trajes impolutos – por cierto, preciosos – a juego con la tipografía que se presentaba al fondo del escenario.
Cuando nos quisimos dar cuenta aquello estaba a punto de explotar, con el primer disparo en forma de “Bongus Operandi”, la primera en sonar del mencionado nuevo álbum y nos dábamos cuenta de que los hermanos Almqvist y los suyos siguen en estado de gracia. “Main Offender” nos devolvía a aquellos The Hives que nos hicieron saltar, soñar y gritar hace 23 años justos con aquel Veni Vidi Vicious (Burning Heart Records) en plena eclosión de la invasión de bandas de garage punk escandinavas, de las que The Hives se pueden proclamar orgullosos y vencedores supervivientes.
A todo esto, el histrión de pilas inagotables; Pelle, se bajaba del escenario, se mostraba comunicativo con el personal, sin ser tan pesado como antes – famosas eran las charletas en algunas actuaciones, que llegaban casi al monologo – al mismo tiempo que mantenía la voz sorprendentemente irreprochable.
Así, fueron intercalando grandes éxitos de su carrera, como: “Walk Idiot Walk”, o “Go Right Ahead”, con otras de las nuevas como: “Rigor Mortis Radio”, o “Stick Up”, pasando por el excelente single “Good Samaritan”. Ya nos había dado tiempo a darnos cuenta de que el castellano de Pelle no ha mejorado en absoluto: “¿A ti te gustan los Hives”? “Somos la banda mucho peligrosa que a ti te gusta” y de que siempre habla en singular, cosa que se podría achacar a la barrera idiomática, pero no: “My New Album… My New Song…” No sé qué pensará el resto de la banda de esto.
A pesar de que las nuevas canciones son fuente inagotable de fiesta, uno de los momentos cumbre de la noche fue cuando sacaron a relucir “Hate To Say I Told You So”, sin duda; la canción con la que consiguieron la gloria.
Los dos momentos más calmados, por definirlos de alguna manera, fueron: “I´m Alive” y “Smoke & Mirrors” que rápidamente dieron lugar a los últimos momentos de pogo y baile con “Countdown to Shutdown”. Como si el mundo se fuera a acabar y con la urgencia propia del punk, se despidieron para salir de inmediato, atacando con el trepidante final compuesto por “Come On” y “Tick Tick Boom”. Sesenta minutos de concierto perfecto, con cancionero típico inapelable de The Hives y nuevos temas que confirman su buena salud.
The Hives hoy por hoy son la celebración del rock and roll en estado puro, un ejercicio de no querer cambiar, de saber su lugar exacto, que es el punk y el garage más bestia y festivo. ¿Para qué más?