Vivimos en tiempos controvertidos para el panorama festivalero. Llevamos cerca de una década escuchando aquello de que la burbuja festivalera estallará en algún momento y la industria de la música se sumirá en una gran crisis sin precedentes. Cada vez hay más festivales y cada vez menos sobreviven. Los más grandes quieren serlo más aún y anteponen el beneficio económico a la seguridad o la comodidad de sus asistentes.
Sin embargo, en medio de esta pugna feroz por ser el más grande y más rico, como la Galia en Asterix y Obélix, una poblada de irreductibles defensores de la música española resiste contra esta tendencia insostenible desde hace ahora 26 años. Esta legión de supervivientes tiene por nombre Sonorama y por apellido, Ribera, y su aldea, pueblo en este caso, es Aranda de Duero.
Pero no nos engañemos, hace ya muchas ediciones que el Sonorama ya no es ese pequeño festival de pueblo de sus inicios. Ahora es un gran festival. La diferencia es que esa esencia familiar aún no se ha perdido, pese a ser uno de los mayores festivales de España. El Sonorama demuestra cada año que quizás el término «macrofestival» no siempre lleva aparejada una connotación negativa, sino que un festival multitudinario también puede ser simultáneamente sostenible y rentable.
El Sonorama Ribera es LA celebración con mayúsculas de la música española. Es un festival que puede permitirse el lujo de traer a Wilco o a Jorge Drexler, ganador de siete Grammy Latino en 2022 pero tratar como su principal atractivo y cabeza de cartel a Amaral. Y que además, estos les den la razón y monten un concierto absolutamente épico. Con imagen icónica de regalo.
Amaral y la historia
Si, por supuesto, la imagen de Eva Amaral con el pecho al aire es ya historia del Sonorama y de nuestra música. Tras un emocionante alegato reivindicativo, en el que se acordó de compañeras como Rigoberta Bandini, Zahara, Rocío Saiz y Bebe para referenciar a todas las cantantes que llevan años luchando por el feminismo y la igualdad de oportunidades dentro y fuera de una industria musical que siempre ha sido machista, Eva se despojó de la parte de arriba de su vestido para gritar por la libertad de todas ellas. La imagen de una de las cantantes más conocidas de este país, autora de canciones que forman parte de nuestro patrimonio musical, con las tetas al aire perdurará años y escocerá, como ya lo está haciendo en redes sociales, a quienes se empeñan en negar que en España no es necesario este tipo de reivindicaciones.
Foto: Diego Santamaría (Sonorama Ribera)
El momento se dio en el inicio de «Revolución», el tema más épico y combativo del dúo aragonés. Fue la penúltima canción de un concierto de casi dos horas en el que antes habían sonado otras 24 canciones, que levantaron a más de 35.000 personas, según la organización, totalmente entregados a la causa de corear himnos como «El universo sobre mí», «Sin ti no soy nada», «Kamikaze» o «Marta, Sebas, Guille y los demás». Fueron veintiocho temas, para celebrar los veinticinco años de una de las trayectorias más exitosas del pop español. La vigésimo sexta canción (la última) fue «Ahí estás», un tema inédito, single del próximo disco, que promete hacer seguir evolucionando al dúo sin perder ni un ápice de su esencia.
Arde Bogotá y Ginebras, del Trigo al Escenario Principal
Con el subidón que supuso el show de Eva y Juan, todo lo que sucediera después corría el riesgo de quedar descafeinado. Nada más lejos de la realidad. El fiestón del sábado continuó gracias a una banda que ha experimentado uno de los ascensos más meteóricos que se recuerdan.
El fenómeno Arde Bogotá sigue asombrando allá donde va. Tras agotar todos los tickets de tres (sí, tres) Rivieras en cuatro horas, los murcianos están llenando todos los festivales a los que están asistiendo. Y el Sonorama no fue una excepción. Un magnífico equipo de sonido, que provocó que fuera uno de los conciertos que mejor se escuchó de todo el festival, fue la guinda de un show que supondrá un antes y un después en la corta trayectoria de los creadores de temas como «La Salvación», «Antiaéreo» o «Los Perros». Digo que marca un punto de inflexión porque han pasado en un año de la mítica Plaza del Trigo, tradicionalmente reservada a bandas emergentes, a abarrotar el recinto de El Picón, algo que solo ha estado al alcance de bandas como Carolina Durante o Ginebras.
Estas últimas también llenaron el año pasado el Trigo y también se han doctorado en esta edición en el escenario principal. Son un caso similar al de Arde Bogotá. Su ascensión ha sido imparable e indiscutiblemente merecida. Magüi, Sandra, Juls y Raquel suenan bien, son revindicativas, divertidas y caen mejor todavía. Este año ofrecieron un show descarado y bailongo, que no dejó ni un respiro, salvo en la balada «Gracias por venir», un tema que grabaron el año pasado en Abbey Road. Ellas y Arde Bogotá están destinadas a liderar la nueva generación de bandas de rock indie, que promete ser digna sucesora de la anterior hornada, a la que pertenece uno de los grandes triunfadores del festival: Viva Suecia.
El Sonorama, un punto de encuentro
Rafa Val y compañía hace tiempo que se doctoraron en esto de ser grandes nombres de festivales, pero en esta edición consiguieron el cum laude. El show de los suecos fue brillante de principio a fin, manteniendo el nivel desde el principio, con la combativa “No hemos aprendido nada”, hasta “Todo lo que importa”. El momentazo vino en “El bien”, interpretada junto a las Ginebras al completo.
(Foto: Sonorama Ribera)
Viva Suecia y Ginebras no fueron las únicas bandas que se unieron sobre el escenario. El Sonorama, aparte de una celebración para el público, es un lugar de encuentro para artistas y bandas, lo que se traduce sobre las tablas. Disfrutamos de una deliciosa colaboración de Jorge Drexler junto a Vetusta Morla en Finisterre; de un recuerdo especial a Pau Donés, con la banda de versiones de Jordi Évole, Los Niños Jesús, cantando “Grita” junto a Amaral en el Trigo; o a Ladilla Rusa junto a Sidonie en el nuevo single de los barceloneses, “No salgo más”.
Y es que el Sonorama, el festival de Aranda de Duero, es un homenaje a la música. Es uno de los lugares que vio nacer a Second, una de las bandas más importantes del pop patrio, que este año volvió a Aranda para despedirse sobre el escenario principal y en hora punta. Es el lugar en el que se puede disfrutar, en un mismo día, del delicioso folk de Morgan; de Jorge Drexler ofreciendo uno de los conciertos más bonitos que se recuerdan sobre el atardecer de Aranda; de Vetusta Morla llenando a rebosar, muchos años después, el recinto de El Picón; o de Carolina Durante cerrando una madrugada frenética a base de pogos. Este fue el año de disfrutar de Elefantes dándose un homenaje con una decena de amigos músicos o del Drogas celebrando el 40 cumpleaños de Barricada, como en otras ediciones fue el turno de El Cigala, Raphael o el Dúo Dinámico.
El Sonorama también es el festival en el que descubrir nuevas bandas. La Plaza de la Sal, la Plaza del Trigo o en el comodísimo Escenario Charco, uno de los puntos fuertes del festival, han servido de carta de presentación de muchos artistas que hoy ponen su nombre en grande en los principales festivales de este país. Quizás veamos pronto en un escenario principal al dance euskera de Zetak, que este año en el Charco, junto a la ribera del Duero, me regaló uno de los mejores momentos que he vivido en mis seis años de Sonorama.
Cupido, con uno de los mejores sonido de la semana; Xoel López demostrando por qué es uno de los mejores músicos de este país; Se ha perdido un niño sorprendiendo en el Trigo; La Pegatina haciendo temblar el suelo de El Picón; Rodrigo Cuervas transportando a miles de personas a Asturias o Alizzz poniendo banda sonora a la caída del sol… Es imposible nombrar en una crónica tantos y tantos nombres y momentos de un festival que respira música, buen rollo y fraternidad por los cuatro costados.
“No queremos hacer un festival más grande; queremos hacer un festival mejor”. Con esta frase, que Javier Ajenjo, director del Sonorama Ribera, repitió en varias ruedas de prensa durante el festival, se resume la filosofía del festival. Este año el número de abonos a la venta fue menor que el anterior para asegurar una mayor comodidad, aunque no se notó demasiado en el recinto. Queda mucho por hacer y varios errores que subsanar, como la masificación en ciertas áreas del recinto, sobre todo en los escenarios principales y en la zona entre el área de restauración y los escenarios menores, o la higiene y la comodidad de un camping que ya no más de sí (huelga decir que Ajenjo ya ha anunciado que el año que viene habrá dos zonas de camping diferenciadas). Por pedir que no quede…
Lo que es real es que el Sonorama está organizado por personas que aman la música y adoran lo que hacen… y eso se nota en cada edición. Son esos irreductibles galos que cada agosto se caen en la marmita del buen gusto y el curro a destajo para hacernos disfrutar de una de las mejores semanas del año… ¡Larga vida al Sonorama!
Ricardo Ruiz Varo (Foto portada Gloria Gades – Sonorama Ribera)
¿Mi Último Sonorama?
Si alguien no cree en el Calentamiento Global es porque no ha ido a Sonorama desde el año 2010 y ha comprobado como el vestuario que llevabas en la maleta hace una década no tiene que ver mucho con el que llevas ahora. Los pantalones largos se han sustituido por pantalones cortos, los abrigos y sudaderas por camisetas que tienes que ir cambiando a lo largo del día debido al sudor. Los pañuelos para proteger el cuello han mudado en abanicos… Incluso cuando vuelves del recinto y vas a la cama, se desechan las mantas que tanto protegían del frío nocturno arandino y se utilizan ventiladores que no ayudan lo suficiente para cuando intentas dormir o por lo menos descansar un poco.
Como sabéis por mis crónicas de anteriores del Sonorama yo sufro Esclerosis Múltiple y el calor es uno de los factores que más me afecta para lidiar con esta enfermedad, por lo tanto si voy a un festival y la temperatura es extrema, como este año, mis capacidades para disfrutar de un festival disminuyen y me hacen plantearme si volver al festival será posible debido a mis condiciones actuales. Y me jode porque tanto directa como indirectamente Sonorama me ha acompañado antes, cuando empezaban los síntomas pero no sabía lo que pasaba en mi cuerpo, cuando los síntomas eran evidentes pero no estaba diagnosticado y posteriormente cuando me diagnosticaron la enfermedad y mi vida cambió. Como veréis a lo largo de esta crónica esa compañía siempre ha sido positiva.
Y con esta introducción hecha, empezamos la crónica del festival. El miércoles es la jornada para asentarte en el pueblo y empezar a disfrutar; dejar el coche, hacer el registro en el hotel, quedar con el grupo de amigos con el que disfrutas cada edición del Sonorama, irte al asador a comer el primer lechazo del festival… y aquí es cuando te das cuenta de que algo va mal y te tienes que ir a mitad de la comida porque tu cuerpo no aguanta más, necesitas tumbarte y descansar hasta que pase un poco el calor. Sobre las 19:00 me recogen para ir en coche al recinto para hacernos con las acreditaciones pero la situación no mejora, el calor sigue haciendo de las suyas y con cada pregunta que te hacen, encontrar la respuesta que tienes que dar es un infierno, lo que provoca más agotamiento, que estimula que no siempre la respuesta que des sea la adecuada y por lo tanto tengas que pedir disculpas por anticipado porque lo que es agotamiento se puede confundir con bordería. Vuelta al hotel y a descansar hasta que anocheciese. A eso de las 23:00 me fui para el Café Central y así ver a la gente con la que te juntas por estas fechas en Aranda cada año. Vuelta pronto al hotel para intentar dormir y recuperar para fuerzas para el día siguiente.
El jueves seguía el calor pero gracias a la ayuda de Cristina, mi pareja y cuidadora en el Sonorama, pude acercarme a la Plaza del Trigo justo en el momento que Javier Ajenjo daba su discurso y se desvelaba quién sería la sorpresa que iba a cerrar con su actuación tan emblemático escenario: Tu Otra Bonita, que empezaron el concierto versionando “Alegría de Vivir” del mítico Ray Heredia. Toda una declaración de principios. Unos de mis propósitos de este Sonorama era poder ver el concierto de Las Odio, que por diferentes motivos, llevaba años sin verlas en directo. Para conseguirlo tenía que ir temprano al recinto, cuando todavía no se había puesto el Sol y seguía haciendo calor. Prueba superada e incluso con más dificultades, puesto que los acreditados de prensa y artistas tenían que ir por la parte de atrás de los escenarios y recorrer una distancia considerable desde donde te dejaba el autobús. Por suerte, ese calvario solo fue el jueves y el resto de los días, tras comentarlo, me permitieron acceder al interior del festival por el acceso más corto. Llegué al concierto de Paula JJ, Sonsoles, Ágata y Amanda y volví a disfrutar de esa mezcla de garage, punk, pop y rock que nos ofrecieron, uno de los placeres de los que disfrute en esta edición. También en este concierto pude comprobar una de las mejoras en accesibilidad de Sonorama 2023: Tanto Tierra de Sabor como Heineken Stage tenían plataforma para que las personas con movilidad reducida pudiésemos disfrutar de los conciertos con comodidad también en estos escenarios.
Mi única visita a los escenarios principales en este festival fue para escuchar el concierto de Xoel López, un artista que ha crecido de forma paralela al desarrollo del festival arandino. Durante el concierto también tuve oportunidad de hablar con gente que estaban viendo al gallego en la plataforma para personas con movilidad reducida. Sonorama es un festival comprometido con la accesibilidad y con que las diferentes discapacidades no sean problema para disfrutar de la música en directo. Todavía me acuerdo cuando Javier Ajenjo anunció que empezaba, apoyados por la fundación Music for All, la implementación de medidas y acciones de accesibilidad en la presentación de la edición de 2021 porque me pareció el cambio más importante que podían realizar. A las medidas que ya estaban anteriormente como la audiodescripción, el sistema individual de bucle magnético y mochilas vibratorias para las personas con discapacidad auditiva, Pantalla LED para subtitulados y signoguías, interpretación de los conciertos en Lengua de Signos Española, balizas de guiado, subtitulado en directo… este año se unió el abono gratuito para el acompañante de personas con gran necesidad de apoyo. Algo que es común en los festivales de Reino Unido pero en lo que el festival de Aranda es pionero en España. Y aunque todas estas medidas son positivas y hacen que Sonorama marque la diferencia con el resto de los festivales patrios en el tema de accesibilidad, todavía queda mucho por hacer y mejorar: Las plataformas para personas con movilidad reducida de los escenarios principales se quedan pequeñas para todos los que necesitan usarlas en los conciertos más importantes. Dichas plataformas tienen tan buena visibilidad que son utilizadas por los cámaras de televisión para hacer sus retransmisiones, lo que impide la visión de las personas para las que están destinadas, poco a poco se tendrán que hacer mejoras en las superficies para evitar los desniveles en el recinto que dificultan la movilidad, no hay iluminación suficiente en los baños adaptados, los cambiadores no están siempre a mano… Es decir, si no haces nada, no te equivocas pero si haces algo te puedes equivocar y es en esta situación donde la organización de Sonorama es referente para el resto de los festivales e intenta resolver estos problemas creados.
El viernes era el día para disfrutar del “otro” Sonorama, en el que puedes deleitarte con otras actividades diferentes como charlas de literatura o el preestreno del documental dirigido por César González Herrada “La Importancia de Llamarse Eric y la Gilipollez de Llamarse Ernesto” una biografía del batería granadino Eric Jiménez (Lagartija Nick, Los Planetas), desde su nacimiento hasta la actualidad. Un documental que aunque ahonda en la faceta musical también deja ver a los diferentes Eric-Ernesto que han existido y existen, además de las relaciones de estos con su familia, sus compañeros, sus amigos y su ciudad. Aunque estuviéramos al lado de la Plaza del Trigo llegar hasta ella para ver a Ladilla Rusa, el grupo sorpresa del viernes en este escenario fue imposible. Como he comentado anteriormente, Sonorama y mi Esclerosis Múltiple han estado relacionados. Uno de mis recuerdos será siempre cuando recién diagnosticado de mi enfermedad tuve que viajar a Reino Unido y pasar unos días en Londres. Le pedí a Víctor, miembro de Ladilla Rusa y al que había conocido en Aranda, un favor para que mi estancia allí fuese entretenida y siempre se lo agradeceré. Posteriormente nos hemos vuelto a ver por Aranda y siempre han sido momentos muy divertidos. Por la tarde había quedado para ir a las pinchadas del camping, a las 17:00 era la hora donde Retrovisor empezaba su sesión mientras la gente del camping se preparaba para ir al recinto. Era un compromiso ir allí, ya que Javi y yo pinchamos juntos en Sonorama con Pop de Allí, en esa actuación yo ya tenía síntomas evidentes de EM pero eso no fue impedimento para que los asistentes a nuestra sesión lo diesen todo. Y por lo que pudimos ver el viernes por la tarde, Retrovisor no ha perdido ese toque. Después de él, era el turno de Óscar Mina, que también tiene experiencia en eso de revolucionar a las masas. La primera vez que vi a Óscar fue en el polideportivo, donde resguardados del frío, se acababan las noches de Sonorama con las sesiones de DJs. Después de esto, solo me quedaban fuerzas para llegar a la presentación de “A Sun” el disco de José Puebla; un proyecto donde el flamenco y la electrónica se unen pero no se confundan, porque aquí no hay color ni luz. Aquí solo hay oscuridad y depresión que cada vez cava más hondo, es la mezcla de un flamenco que permanece en las cuevas y en las minas y que se mezcla con la electrónica para cavar y ser más profundo. Un proyecto revolucionario y diferente que no es agradable de escuchar como una bulería o una alegría pero que es necesario como un martinete en el flamenco tradicional.
El sábado fue un día duro con el calor que no se marchaba, el cansancio que se acumulaba y con una multitud de personas que se dirigía a Aranda de Duero. Así que aunque lo intenté, lo único que pude hacer es ir a comer y descansar hasta que anocheciese, bajasen las temperaturas y poder ir al recinto. Rechacé la idea de acercarme a los escenarios grandes y me centré en ver a Mi Capitán, el supergrupo liderado por Gonçal Planas y en el que encontramos a miembros de Egon Soda, Love of Lesbian o Standstill, que presentaban su tercer disco “Como Ladrones Sorprendidos”. Tras ellos era el momento de Luis Brea en formato banda que también presentaba nuevo disco titulado “Corazón Azul” y en el que basó su concierto para acabar con “Automáticamente” su gran éxito. Mi último concierto del Sonorama no podía ser otro que el de La Costa Brava, una actuación por el que mereció la pena todo los malos momentos que tuve durante esta edición.
Me gustaría haber visto más conciertos, más sesiones de DJs, más actuaciones, haber estado con más amigos y más tiempo, haber comido más lechazo y otros platos deliciosos de la gastronomía castellana, dar un abrazo a Javier, felicitar a Tomás y Marisa por su gran trabajo, escuchar las imitaciones de Eric, solucionar el mundo con Retrovisor, disfrutar del picopalismo, tener un poco de haleito… pero mi cuerpo dijo que no y eso es lo que me hace plantearme si podré volver en siguientes ediciones. Y me jode porque no hay festival en el que haya sido tan feliz como en Sonorama.
Toni Delong (texto y fotos)