En las casi dos horas que transcurrieron entre “Handshake Drugs” y “Spiders (Kidsmoke)”, Wilco volvieron a cargar de razón a los que pensamos que son la banda de rock en activo más en forma del planeta. Y es que no sólo atesoran una discografía al alcance de los privilegiados, sin duda valiosa, extensa y variada, diario fidedigno del momento vital de un Jeff Tweedy convertido en figura referencial capaz de sobrevivir a sus propios demonios aprendiendo a vivir con sus continuas migrañas, sino que sus directos se han convertido desde hace mucho tiempo en ceremonia de reunión con unos seguidores que reciben periódicamente una clase magistral de cómo afrontar el paso del tiempo manteniendo intactas su identidad y esencia rechazando acomodarse en la zona de confort. Sólo así se explica que cada disco suponga un impredecible viaje por cada una de las caras que componen su inabarcable imaginario sonoro, que abarca desde el pop-rock más clásico, a las raíces country-folk, pasando por experimentos que abrazan el krautrock o el post-rock más abstracto, manteniéndose siempre vigentes y estimulantes.
La casualidad ha querido que su concierto dentro del ciclo Starlite que se celebra cada verano en Marbella, coincida con mi inmersión en la frenética serie “The Bear”, cuya historia transcurre en su Chicago natal, y que cuenta con múltiples de sus grandes clásicos entre su excelente selección musical, mostrando su versatilidad para contextualizar atmósferas rebosantes de adrenalina o templados ejercicios introspectivos. Y ese contraste en su particular montaña rusa de estilos brilla aún más orgulloso en vivo, donde gana más cuerpo si cabe su apuesta ganadora por las melodías de corte en su mayoría clásico, barnizadas con ese punto justo de vanguardia que les permite envejecer con clase y amplitud de miras, sin caer en la autoparodia.
Pocas bandas más engrasadas se pueden imaginar hoy en día, capaces de llevar en volandas dianas infalibles del nivel de “I Am Trying to Break Your Heart”, “Love Is Everywhere (Beware)”, “Jesus, Etc.”, “Company In My Back”, “Heavy Metal Drummer” o “Hummingbird”, por citar algunas. El viaje propuesto esta vez por los entresijos de un cancionero de tan inabarcable valía como el suyo, contempló agradecidas paradas en álbumes nunca menores a pesar de su aparente estatus en segundo plano vía “If I Ever Was A Child”, “A Shot In The Arm” o “Misunderstood”, hasta llegar al clímax de “Impossible Germany”, en la que los focos apuntan directamente a un Nels Cline capaz de hacernos llorar a las seis cuerdas con ese solo que deseas que nunca se acabe. ¿Quién no ha deseado quedarse a vivir en su desarrollo una vez atrapado en su hipnótica cadencia?
El peso del repertorio lo llevó esa dupla que lo cambió todo en su trayectoria, conformada por Yankee Hotel Foxtrot (Nonesuch Records, 2002) (mención especial a la sentida interpretación de una “Ashes Of American Flags” que significó una de las múltiples cimas de la noche) y A Ghost Is Born (Nonesuch Records, 2004), con el lógico acompañamiento del reciente Cruel Country (dBpm Records, 2022), enésima pirueta repleta de inspiración y compromiso con una realidad tan preocupante como la de su país a través de sus punzantes versos, y que tendrá continuación con el inminente Cousin (dBpm Records, 2023) que verá la luz en septiembre, y que parece devolverlos al pop-rock más soleado, quizás en la línea del injustamente infravalorado Wilco (The Album) (Nonesuch Records, 2009), como demuestra el notable single de adelanto “Evicted”, y que está producido por la talentosa artista británica Cate Le Bon.
El vertiginoso descenso por las curvas kraut de “Spiders (Kidsmoke)”, como si del tobogán más alto y con más recovecos de un parque acuático se tratara, puso el broche de oro, público rendido y en pie incluido, a un concierto al que no se le puede poner ningún pero, desplegando un sonido excelso e impoluto, en un entorno privilegiado que contribuyó a redondear una velada mágica, y con unos músicos que funcionan como un engranaje perfecto, donde cada uno asume un rol esencial para levantar auténticas catedrales sonoras que son historia viva del rock desde hace ya casi treinta años. Y es que pocas certezas más absolutas existen que afirmar que Wilco nunca fallan.
Fotos Wilco: Starlite Catalana Occidente