54 aniversario de la celebración del festival de Woodstock. el festival más importante de todos lo tiempos. Julián Ruiz recuerda.
Janis Joplin: recomendaciones
Carlos Santana se tocó su insignificante bigote, respiro dos veces y, muy despacio, y me respondió:
”Woodstock nunca fue lo que la gente se creyó, se cree o se sigue creyendo. Fue una especie de caos, que a algunos les vino muy bien”.
Me quede perplejo, sin saber que contestarle. No era precisamente la idea que yo tenia de los “3 dias de paz y musica” , de mi revolucionaria mente antes de cumplir los veinte años.
Mas que nada, porque viví con una intensidad brutal, una especie de inmensa alegría interior como testigo del Festival de Wight, tan solo un par de semanas después en la isla inglesa.
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Con una aplastante diferencia. Yo vi actuar a Bob Dylan en Wight y los que estuvieron en Woodstock, todos los felices “hippies” del mundo feliz de Huxley, no pudieron verlo, a pesar de que Dylan vivía a pocas millas del lugar original donde se iba a celebrar el evento.
LA LOCURA DE IDEA
En realidad, la descabellada idea de Michael Lang, el insolente hijo de millonario y su “exposición acuaria” como la había silueteado para sobrepasar los subterfugios legales, tenia Woodstock como epicentro de la revolución cultural ,porque simplemente Bob Dylan se había retirado allí, como un recluso, un monje budista temeroso y ascético ,tras su serio accidente automovilístico, enfrascado en su oscura pasión por las Harley Davidson.
Lang siempre creyó que Dylan seria la cabecera de cartel. Todo estaba predestinado hasta que al genio , le empezaron a entrar los temblores, el estúpido “stage fright”. Ademas, se cabreaba ,celoso de su vida privada , cuando miles de hippies iban a visitarle en Woodstock.
“La Casa Rosada (“The Big Pink”) no era el palacio presidencial argentino. Era donde Dylan grabo con The Band las famosas cintas del sotano, ”The Basement Tapes”.
Dylan decidió finalmente no actuar en Woodstock. Alegó la enfermedad de uno de sus hijos.
Una vez le pregunte a Jakob Dylan si el era el causante de que su padre no hubiera acudido a Woodstock, pero me contesto que no recuerda que nadie estuviera enfermo en aquellas fechas.
Dylan se encontró con que paso de ser dios de Woodstock a ,simplemente, el villano de los profetas del rock y de los “hippies”. Su banda, su querida The Band si que toco. Hasta Joan Baez, su vieja amante, con una barriga de seis meses de gestación, llego a emocionar.
Todos esos elementos se conculcaron para que yo pudiera disfrutar de un tímido Dylan en la isla de Wight. George Harrison le protegió todo lo que pudo. Le alquiló una casa en Wight e incluso jugaron al tenis.
Con la negativa de Dylan , incluso se movió el lugar exacto donde se celebro el Festival en un lluvioso e inestable fin de semana de la mitad de agosto de 1969.
Nunca sabremos que mas gloria o rayo divino hubiera alcanzado Woodstock de haber actuado Dylan. Nunca lo sabremos, pero el Festival fue un golpe bajo a la recién inaugurada administración de Richard Nixon, que no podía desembarazarse de la marca del diablo de Johnson y su guerra macabra de Vietnam.
Una nueva generación de americanos demostraba al mundo que se podía vivir en paz y amor. Casi medio millón de personas demostraron aquel fin de semana que no eran piquetes del mayo francés ni siquiera protestantes anti-belicistas.
Solo tuvieron la idea de la música y la paz en sus mentes. A Dylan le hubiera gustado. Como a otra tránsfuga, Joni Mitchell, que inmortalizo el festival con su lacónica y sorprendente canción “Woodstock”, cuando vivía su pasión amorosa entre David Crosby y Graham Nash.
En fin, Woodstock fue una bocanada de aire puro, de esperanza y futuro para una sociedad americana profundamente intoxicada . Sin dejar de pensar en ello, desgraciadamente, Woodstock, para mí, fue el final de una era. La ultima estación de los “hippies”. Su inmolación final.
Los Rolling Stones les dieron la puntilla, con la tragedia del Festival de Altamont pocos meses después, con bendición incluida a los “Hell´s angels”.
A partir de ahí, muchas cosas dejaron de tener sentido. George Harrison me dijo una vez que para el, Woodstock fue una sucursal del Haight Ashbury de San Francisco. Un cliché estúpido de drogados y niños estúpidos y ricos , inconscientes del ritual intelectual que pregonaban.
Casi la misma teoría de la conspiracion del New York Times, que con el tiburón John Preston al frente, sentencio que el Festival fue una trampa, una lucha estúpida contra el caos de trafico, el mal tiempo, la falta de alimentos, el mínimo sentido sanitario de una ciudad nueva que se fundo en tan solo tres días.
Hace unos siete años visité el lugar en mi constante peregrinación en busca de los lugares sagrados del rock. Amén de una placa conmemorativa, en medio del terreno, todavía se conserva una especie de “totem”, en que se puede leer Jimi Hendrix.
Janis Joplin un poco más arriba y Jerry Garcia un poco más abajo. No hace mucho, hasta Crosby , Stills and Nash volvieron actuar en lo que hoy se ha convertido en una especie de auditorio.
Lo que más me impresiono es que el sitio exacto donde estuvo el escenario esta en un campo intacto , inmaculado. Como si los espíritus de Jimi, Janis y Garcia fueran fantasmas alegres, ocultos, como sombras chinescas.
Hoy son los japoneses o los chinos los ejemplos más fascinados por el legado de Woodstock. Ahí tenemos “Taking Woodstock”, la pelicula de Ang Lee, presentada en Cannes, donde narra con lucidez la vida de Elliot Tiber, el hombre que permitió que el evento histórico sucediera en su propio terreno.
Sony incluso ha hecho un pacto con las sociedad que todavía desarrolla la memoria del Festival. Incluso ha sacado a la venta asombrosas grabaciones, magníficamente masterizadas de las actuaciones de sus artistas como Santana, Sly and the Family Stone, Janis Joplin e incluso el maravilloso guitarrista albino Johnny Winter.
Dos de los mas sorprendentes triunfadores del Festival a nivel musical , artístico, fueron sin duda ingleses. Primero, los Who, que ya habían dado un paso soberbio en la madre de todos los Fstivales, el primogenito Monterrey de 1967, organizado por John Philips de Mamas and Papas y Brian Jones de los Rolling Stones.
Los Who fueron violentos, afrodisíacos, soberbios en el escenario de Bethel. Y fue a las cuatro de la mañana de aquel domingo. Los Who tocaron veinticinco canciones.
Pero quizá todavía mas divinizado fue la sorprendente, mágica, exuberante demostración de Joe Cocker y su Mad Dogs, donde convivían músicos increíbles como el mismísimo Leon Rusell. Sobre las tres de la tarde de aquel domingo 17 de agosto, cuando Joe Cocker acabo de cantar una impresionante versión del “With a little help from my friends” de los Beatles, una mayúscula tormenta arraso el campo de Woodstock. Cuatro horas después, Country Joe Mc Donald pudo subir al escenario.
Pero sin duda Jimi Hendrix, con su versión del himno americano, desgarrado, poético y revolucionario por la sangre de Vietnam, marco el hito del Festival.
Woodstock fue de Hendrix y no Dylan, como estaba previsto. Ademas, Jimi echo la cortina del Festival con su irreverente versión de “Hey Joe”. Y ya se habían traspasado las barreras del festival. Hendrix actuó por la mañana del lunes, cuando tan sólo quedaban treinta y cinco mil almas.
Hendrix se presento aquella mañana con su nuevo grupo al que llamo “Gypsy Sun and Raibows”. Dada la feroz intensidad de sus dedos sobre su Stratocaster blanca, a la cuarta canción, “Red House”, rompió una de las cuerdas. Le dio igual. Siguió tocando con una técnica soberbia con las cinco cuerdas restantes.
Al final, casi improviso con la canción que haba escrito Joni Mitchell y se marcho como el mayor icono de la música Americana. Era el Obama de aquella generación.
Jim Morrison, como Dylan, no se perdió Wight, todavía rabioso de no haber querido participar en Woodstock, por su temor a tocar en lugares tan grandes. Led Zeppelin declinaron la invitación , porque el festival les parecía poco.
Hoy en día, Woodstock , con toda la parafernalia del marketing kantiano de la sociedad norteamericana es un arco iris de insolente sentido de libertad, amor y paz.
Nadie puede negar que aquellos tres días conmocionaron al mundo.
Como me dijo Santana:
”Las mentes estuvieron abiertas, nos drogamos y el amor era libre”.