El escritor norteamericano BR Yeager es de esa estirpe de narradores que le gusta escarbar en la psique humana, y hallar en esos espacios membranosos los recovecos más retorcidos que hacen que sus personajes terminen deambulando por terrenos esquizoides, malsanos y grotescos. Este es el caso de /1404er/, que es un pseudónimo cualquiera (de hecho todas las voces que resuenan en el relato se llaman igual por fuerza del algoritmo) que emplea un muchacho de familia desestructurada para encontrar cobijo en las llamadas redes oscuraso esas páginas o navegadores en los cuales encontrar contenido sexual aberrante, propaganda fascista, videos de violencia extrema, y un sinfín de material relacionado, y que suelen ser el sumidero de un sistema capitalista que nos aboca al solipsismo y a la aceptación de la alteridad como algo hostil, como algo que no cabe en una escala de valores civilizada.
En este notable Amígdalatrópolis (Caja Negra2025; traducción de Alejo Ponce De León) el autor avisa desde un primer momento para ponernos en situación cuando se pone en la mente del protagonista y dice “Tomamos por la fuerza las cosas que no nos pertenecían y a partir de ellas construimos un lenguaje. Mundos nuestros. De nadie más”. Así es. Un joven decide que, mientras intercala su trabajo de asistente de telecomunicaciones, vivir en su habitación recluido chateando, compartiendo contenido de alto riesgo, comiendo comida basura, y de alguna forma, “performando” una ser y habitar un mundo que sólo le pertenece a él y a sus iguales; un microcosmos al que nadie hace partícipe porque sólo él entiende ese lenguaje que deriva en significados abyectos.
Mezclando diferentes tipografías, así como distintos puntos de vista (por un lado nos metemos en la mente perturbada de nuestro protagonista, pero también sabemos de las andanzas de su madre y un padre maltratador), BR Yeager hace una radiografía de un mundo en descomposición. Un sistema de valores a la deriva en donde prima la violencia y la cero empatía. Un espacio reducido a una habitación, en donde un Ordenador es el nuevo demiurgo, que es una metáfora bastante lacerante de la soledad, de la monitorización de los cuerpos, de la descarnada ausencia de valores, del hedonismo macabro, de la aceleración hacia el abismo. Unas páginas despiadadas con reminiscencias al acerado estilo narrativo de Dennis Cooper y a la poética de la carne de David Cronenberg; del control premonitorio de 1984 de George Orwell pasando por los zumbidos marciales de Laibach.
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