Algo debió hacer bien Sr. Nick Loweese gentleman elegantísimo de cabellera blanca envidiable, la última vez que visitó Valencia. Aquello fue a finales de 2022, concretamente en la sala 16 Toneladasy por lo visto el impacto fue tal, que los promotores se han animado a programar, a él y a sus acompañantes, los siempre atómicos camisas de fuerzaen una sala más grande, la sala Lunaque duplica el aforo de la anterior. Y no sólo eso, la gente, su público, respondió a la llamada. De hecho, su presencia en Valencia ha ido in crescendo. Desde una tímida visita acústica en una sala pequeña, hasta llegar a una sala mediana a pleno pulmón de electricidad y entusiasmo ¿Qué será lo próximo, el Roig Arena?
Las expectativas con alguien así siempre son ambiguas. Se trata de una persona ya entrada en años y puede ser que en los tres transcurridos entre su anterior visita y ésta, haya perdido voz, facultades. Pero no. Mella, justo hace un año, cuando nadie pensaba que lo haría, grabó y publicó un nuevo disco. Su título es Safari interior y bien puede añadirse a lo mejor de sus discografía, junto a Jesús de lo genial, fiesta de uno oh El recordatorio. En él se juntan regrabaciones de canciones anteriormente ya registradas en singles y EP’ S con camisas de fuerza y nuevas composiciones o versiones que elevan el conjunto a una categoría altísima, incluso en un contexto actual.

Mella es uno de esos guardianes de las formas de antaño que son necesarios en nuestros días para recordarnos a todos cómo se hace. Sus canciones las ha grabado todo el mundo, desde Johnny efectivo hasta Sharon Van Ettenha sido productor de grandes discos y su estatus es ya el de gran maestro. Sobre todo, cuando él mismo interpreta su material, o el material de quien se ponga por delante. Pocos tipos más elegantes, con mejor porte y saber estar, que el suyo.
Por eso, pese a lo que quepa sospechar del estado de forma de una persona que ya suma 76 años (en este caso muy bien llevados, por cierto), su público confió en él y llenó la sala para ver qué podía ofrecer en un escenario más grande del habitual. Y esa incógnita quedó resuelta justo en el momento en que los camisas de fuerza hicieron su entrada al escenario, ataviados, por supuesto, con sus preciosas máscaras de luchador mexicano. Los norteamericanos saludaron al público e introdujeron a un Nick Lowe resplandeciente, con sonrisa de oreja a oreja, con su tupé blanco que parece de alabastro y una preciosa camisa azul claro estampada. La clase, el estilo, no se compra, se tiene o no se tiene. Y él lo tiene a manos llenas.

Por eso cuando suenan los primeros compases de “So it goes”, su clásico nuevaolero, uno tiene la misma sensación de iluminación que cuando por primera vez puso la aguja sobre los surcos de Jesús de lo genial. El hechizo vuelve a funcionar. Su ritmo es más pausado, de acuerdo, pero con eso gana elegancia. Nick está más cómodo para cantar, y nos regala una interpretación modulada y preciosa de un tema eterno. Pero hecho esto, se deja de clásicos y ataca material nuevo.
Y, oh sorpresa, “Went to a party”, “Tokyo bay” o “Love starvation” no desentonan lo más mínimo ante cargas de profundidad de su repertorio como la preciosa “Lately I’ve let things slide”, la siempre urgente “I live on a battlefield” o, por supuesto, un “Heart”, versión de pila de rocas, que su público ovaciona, no en vano sonó la canción con insistencia en garitos valencianos durante los 1980’s.

Dentro del guión, por supuesto, el obligado set de los surferos camisas de fuerzaque nos propinan un rato de diversión a costa de repasarse a los Empresascon su “Driving guitars”, o darle caña al “Venus” de Azul impactanteantes de que Mellacambiado de camisa y perfumado (seguro) retorne al escenario para darlo todo en lo fuerte del set. Suenan la colorista “Trombone”, la maravillosa incursión en el country que hizo con “Without love”, un “Cruel to be kind” que suena a desiderátum, la fiesta loca de “Half a boy and half a man”, “Ragin’ eyes”, “What so funny ‘bout peace love and understanding”. Ufffff ¿Se puede pedir más?

Pues sí: prosiguen con “Heart of the city”, “I knew the bride (when she used to rock and roll)” y, tras el amago de salida obligatorio, con un bis impresionante: nada menos que el “Bird dance beat” de los Basureros a cargo de los camisas de fuerzacon unos “papa oom mow mows” que aún resuenan en nuestras cabezas, y, claro, la otra versión de los añorados pila de rocas que suena esta noche. Ese final con “When I write the book” vuelve a dejar claro lo que ya sabíamos (o debíamos saber): que estamos ante la grandeza absoluta. Uno de los mejores compositores de canciones de todos los tiempos, dándolo todo en plenitud de facultades sobre un escenario, rodeado de la banda que mejor puede arroparle. Es el colmo de la grandeza, de hecho. Y no se puede pedir, ni decir nada más.
Fotos Nick Lowe & Los Straitjacket: Susana Godoy