Una vez alguien preguntó que a qué me refería si decía que un artista, disco, o concierto era “honesto”. La respuesta, para poner un ejemplo práctico, hubiera sido un concierto de Bonnie ‘Príncipe’ Billyo al menos el concierto del pasado martes en Teatro eslavo. Regresaba a Madrid y lo hizo como suele, sin rodeos, sin dejar espacio al artificio y a nada que no fuera sus canciones desnudas y desprovistas de relleno.
La gira, que supuestamente acompaña al lanzamiento de El pájaro morado (Grabación de dominó), su nuevo trabajo, muestra a un Will Oldham más sereno e incluso más luminoso, siempre dentro de su melancolía. Y así se subió al escenario a la hora acordada, con la serenidad de quien lleva más de tres décadas caminando entre la belleza y la tristeza, pero siempre acompañado por sus demonios, que también los hay.

Para esta gira de una única parada en nuestro país – auspiciada por Ruedas de mercurio/Live Nationse ha hecho acompañar de una banda mínima en formato muy íntimo, a saber: Ned Oldham (Guitarra), Thomas Deakin (vientos) y Eamon O’Learya las cuerdas y a ese instrumento con nombre de Pokémon, que una vez todos hemos ansiado coger entre las manos, el bouzouki. Una banda sobria, sin excesos, construyendo casi un sonido de cámara, más propicio de un templo que, de un concierto de rock, folk…
La visita venía precedida por el anuncio de que iba a ser algo íntimo, con sus canciones favoritas, de ahí puede ser la elección de comenzar con una versión de “Draw something beautiful”, de la cantante neoyorkina con ascendencia hindú; Ganavya. Un buen punto de partida para situar el pulso de todo el concierto, que se movió entre la dualidad inherente al personaje; amable/ pendenciero, cercano/esquivo.

Las pocas que sacó a pasear de su mencionado último trabajo, que fueron: “London May”, “Boise, Idaho”, o “Our Home”, sonaron mágicas y con la claridad de una lluvia al amanecer; folk clásico con esa mezcla de ternura y desasosiego solo propias de él. En directo sonaron como pequeños exorcismos capaces de apagar las conversaciones de algunos maleducados (sobre todo si te alejabas de primeras filas) incapaces de estar atentos a una interpretación soberbia e impecable.
Aunque el set fue directo al grano y prácticamente sin “charletas” con apenas un par de pausas, en una de ellas, sin embargo, se permitió un momento que desarmó a parte del público. Contó que una de sus posesiones más preciadas es una horquilla que una noche, en un tablao de Madrid, se desprendió del pelo de una bailaora, en el fragor de una actuación. Cayó cerca de él, la recogió, la enmarcó y ahora reposa en la pared de la habitación de su hija. Un relato extraño y precioso, como las canciones y el universo que lo rodean.

Tras otra canción totalmente inapelable, “Lay and Love”, el concierto se vistió de reencuentro y es que aparecían de detrás de las cortinas del escenario, sus amigos y los que una vez fueron su banda de acompañamiento; Escrupulosidad.
Alguna sospecha había, dado a la pequeña batería montada al fondo, pero no dejó de sorprender la presencia del grupo, ante una sala que estalló en aplausos. No creo que fuera un ejercicio de nostalgia, más bien el reencuentro con unos viejos colegas que añadieron densidad y cuerpo a un set que, hasta entonces, estaba jugando en la liga de lo personal. Dejaron tras de sí tres canciones para el recuerdo, “Disorder”, “Antagonism” y “Horses” y la sensación de haber visto algo ya único y quizás por última vez en nuestras vidas.

Y aunque todo el concierto fue para enmarcar y colgarlo en la pared de nuestra memoria, como esa horquilla que el mismo contaba, “I See a Darkness” sigue siendo ese lugar al que todos deberíamos volver cada vez que necesitamos saber por qué ciertas canciones y artistas importan.
Aunque con buena entrada, no llenó la sala, a pesar de su ausencia por nuestros escenarios, tampoco creo que eso a Bonnie “Prince” Billy le importe. Oldham ya no busca convencer a nadie, si es que alguna vez lo intentó, simplemente canta y rasguea su vieja guitarra y deja que todo suceda. En Madrid sucedió.
Fotos Bonnie ‘Prince’ Billy: Fernando del Río