Por CARLOS PALLOTTI, ex CEO de Argencon
En los últimos 25 años la industria tecnológica -genéricamente denominada “Economía del Conocimiento”-, ha tenido un crecimiento extraordinario en Argentina. De 15.000 empleos a 300.000 y de poco más de US$ 150 millones de dólares de exportaciones a US$ 9.600 millones del trimestre pasado. Esto convirtió a la actividad en el tercer complejo exportador y unos de los principales generadores de empleo privados.
Este crecimiento se produjo por la masiva digitalización de los procesos económicos, productivos y sociales, que encontró en Argentina un ámbito innovador para ofrecer al mundo talento calificado a un valor razonable.
En este contexto, se crearon miles de empresas, algunas de las cuales fueron particularmente exitosas. Hay cientos de empresas con reconocimiento internacional por sus productos o servicios y más de diez Unicornios, como se denominan a las empresas que obtienen una valuación de mas de US$1.000 millones en menos de diez años. Entre ellas, Mercado Libre, la empresa mas valiosa de América Latina.
El Estado, en todos sus niveles, fue conociendo este sector a medida que su crecimiento era más notorio y fue generando instrumentos de promoción y fomento para la industria. La administración nacional tomó nota allá por el 2003 e impulsó la “ley de software”, un instrumento sumamente útil que cuadruplicó la recaudación impositiva proveniente de las rentas del sector y multiplicó por 10 el empleo y las exportaciones. Esta ley, hoy transformada en “Ley de Economía del Conocimiento”, fue ratificada -y mejorada- por todos los gobiernos siguientes, convirtiéndose en una de las pocas y auténticas Política de Estado en nuestro país. En ese sentido, la administración nacional creó un área específica para atender la problemática del sector, que también hoy permanece en funciones con el rango de subsecretaría. La industria no fue ajena a esto, y siguió creciendo aún en épocas de crisis económicas.
PYMESCarlos Pallotti
Los Estados provinciales y municipales, también acompañaron este proceso a través de distintos instrumentos focalizados en generar capacitaciones, créditos y subsidios, apoyo a emprendedores, reducciones impositivas, entre otras acciones concretas para alentar el desarrollo del sector.
En este camino, me permito afirmar que el Estado tomó nota de dos cosas muy importantes: primero que se trata de un sector de la economía donde el Estado no tendría que competir sino apoyar, y en segundo lugar, que su rol era el de crear las condiciones apropiadas para dejarlo crecer sin mucha intervención y regulaciones innecesarias.
Pero lo interesante de ese crecimiento, que originalmente estaba concentrado en las grandes ciudades, es que de a poco se federalizó. Especialmente luego de la pandemia, los gobiernos identificaron la importancia de resolver dos desafíos clave para su desarrollo económico: contar con personas preparadas y buena conectividad.
Así encontramos que en los últimos años, el mal llamado “interior” crece en empleo dos o tres veces mas rápido que el AMBA, y hay ciudades intermedias que crecen a una velocidad mayor aún.
Esto motivó a que varios gobiernos provinciales y municipales hayan creado áreas específicas para atender el sector, o promovido acciones concretas en conjunto con las organizaciones empresariales locales. Provincias de Córdoba, Caba, Mendoza, Tucumán, Neuquén, Salta, San Luis, Catamarca, Misiones, entre otras, han sido particularmente intensivas en pensar políticas de fomento al sector. O municipios como Tandil, Mendoza, Godoy Cruz, Rio Cuarto, Rafaela, Mar del Plata, Yerba Buena, Córdoba, solo por dar algunos nombres.
Se han generado espacios de parques tecnológicos, rezonificación de barrios convirtiéndolos en distritos tecnológicos, incentivos para inversiones, auspicio para viajes de promoción o misiones comerciales, planes de capacitación. Por otro lado, organismos públicos descentralizados como el CFI por ejemplo, o instituciones de crédito internacionales como el BID, Banco Mundial o la CAF, se han mostrado activos a la hora de ofrecer asistencia financiera y de promoción.
En este contexto es interesante lo que ha desarrollado Entre Ríos en la ciudad de Paraná, y merece un especial destaque. Hace pocos días se ha inaugurado el MiradorTec, un inmenso edificio tecnológico en las barrancas del Paraná, que alberga a empresas y proyectos de alto impacto. Pretende ser algo así como el Cenard de la tecnología, donde tendrán espacio aquellos desarrollos que necesiten acelerar sus proyectos o desarrollar aplicaciones, servicios o productos.
Mas allá de los resultados positivos que traerá, que estoy seguro veremos prontamente, este proyecto trae algo muy innovador en relación con el rol del Estado para el sector. Fue el propio gobierno provincial encabezado por Frigerio quien decidió convertir un edificio en construcción, que originalmente tenía destino de oficinas públicas, en un centro tecnológico de vanguardia, con la expresa indicación de no albergar oficinas del estado. Y se le suman dos características que también lo diferencian de otras iniciativas similares: se hizo sin asignar fondos públicos del presupuesto provincial, y es autosostenible, es decir se financia con sus propios recursos. Con una fuerte participación del sector privado tecnológico y económico de la provincia, y las entidades educativas y científicas tecnológicas. En resumen, un ecosistema que encuentra un espacio (físico y conceptual) que potencia su desarrollo ayudando a la economía regional y la formación de empleo.
La forma del fondeo, y el mecanismo de administración, usando tokens generados por blockchain, convierte a este centro en un interesante caso de estudio para llevar adelante proyectos similares, en otras regiones o países.
En suma, el Estado en sus diferentes formas, ha ido comprendiendo a este sector tan dinámico, y en muchos casos han tenido administraciones políticas que supieron estar a la altura del desarrollo económico del siglo XXI.
Con este recorrido, hoy es momento de extender estas buenas prácticas hacia aquellas administraciones que aún no han incorporado a la industria de la economía del conocimiento en sus objetivos estratégicos de gestión.
Más aún si consideramos que el mundo ya ingresó en la era de la inteligencia artificial donde los desafíos son nuevos y extremadamente dinámicos. De hecho, el reciente anuncio de la mega inversión en un mega datacenter en la Patagonia, agrega nuevos temas al debate y su posible marco regulatorio. Por eso se impone una pregunta importante: el Estado, ¿Seguirá mirando a esta industria con mentalidad Siglo XXI? Ojalá que así sea. Por que este sector demostró, como ningún otro, su capacidad de crecimiento y generación de empleos y divisas.