
Santiago Motorizado presenta El Retorno, su primer disco en solitario. Un trabajo que va más allá de sus composiciones para bandas sonoras como Okupas o La muerte no existe y el amor tampoco.
El álbum retoma el misticismo y las estructuras sonoras características de Él Mató a un Policía Motorizado, con estribillos precisos y repeticiones estratégicas que consolidan la identidad musical que los seguidores conocen, pero al mismo tiempo incorpora un costumbrismo íntimo: relatos cotidianos y escenas de la vida diaria que le permiten cerrar cuentas creativas pendientes y dar forma a canciones que llevaba más de una década desarrollando y presentando en directo.
Ese equilibrio entre lo reconocible y lo personal convierte a este nuevo disco en un espacio de liberación, donde Santiago no solo revisita su universo sonoro, sino que también sorprende con temas y versiones que podrían situarse entre lo mejor de su banda mater.
“Lo terrible es que esa desesperanza se retroalimenta. Estos gobiernos la capturan y la convierten en odio. La levantan como bandera, diciendo que van a combatir contra… no se sabe quién: contra los zurdos, contra los progres. Pero lo que generan es un país que se va deshaciendo”
Es todo un placer volver a hablar contigo, Santiago. Me han comentado que acabas de estar en el concierto de Oasis en Heaton Park. Tiene que haber sido una maravilla.
Fue muy emocionante. Mirá, yo me volví fan de Oasis después de que se separaron. Soy de su época, pero en aquel momento estaba más metido en el indie norteamericano: Pavement, Guided by Voices y todo eso. Al britpop lo miraba medio de reojo, no conectaba tanto; era más una cuestión estética, una pavada adolescente.
Y en algún momento, no sé bien cuándo, me empezó a copar. Fue ahí cuando me fanaticé. Siempre decíamos: “Cuando vuelvan, porque un día van a volver, tenemos que ir a verlos a Manchester”. Y bueno, cuando anunciaron la vuelta nos pusimos de acuerdo con mis amigos, hicimos la cola virtual y sacamos las entradas.
Te hago toda esta introducción porque fue una carga de entusiasmo que se fue acumulando con el tiempo. Teníamos los tickets desde hacía un año y era como: “el viaje, el viaje, el viaje”. Y de repente, el viaje llegó. Fue muy emotivo. Yo no suelo llorar en los conciertos; solo me pasó con Paul McCartney, con Brian Wilson acá en el Primavera Sound y, el otro día, con Oasis.
Y el show en sí… impecable. Además, hicieron algo muy de volver a las raíces: tocaron los primeros discos y cantaron como en aquella época.
” data-cs-src=”https://www.youtube.com/embed/_Bf87fGV7Pk?feature=oembed” frameborder=”0″ allow=”accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share” referrerpolicy=”strict-origin-when-cross-origin” allowfullscreen>
Y hablando de retornos, tu nuevo disco también parece un viaje muy especial. En las redes sociales he visto que lo presentaste en sociedad con algunos conciertos callejeros, y el cariño que te demostraba la gente era realmente increíble.
La idea salió a partir de “Google Maps”, una canción en la que nombro tres barrios: Turrera, Banfield y Castelar. La idea era ir a tocar, sobre todo ese tema y en esos lugares, y ya que estábamos, sumar más canciones. Lo curioso es que armamos una movida con el propio Maps: al entrar al pre-save del disco aparecía un link con un mapa que marcaba esos puntos, donde había sorpresas.
Arrancamos temprano en Castelar y lo que se generó ahí fue muy cariñoso, me emocionó muchísimo. Después fuimos a Banfield y de ahí, en tren, a Tordera, la última parada. Entre el segundo y el tercer barrio grabamos unos videos cantando en el tren: mucha gente que había estado en Banfield se subió y viajó con nosotros hasta Tordera, donde nos esperaba un montón de fans para cerrar la jornada.
Soy bastante tímido y, aunque me encantan esas situaciones, a veces me agarra la timidez. Esta vez, en cambio, me sentí muy relajado.
Me imagino que la recepción del álbum debe de estar siendo muy especial, sobre todo después de este tipo de experiencias. ¿Cómo estás viviendo la reacción de los fans?
Muy bien, muy contento. No sabía qué esperar; en realidad, nunca sé qué esperar de nada. De alguna manera, esto es un comienzo, más allá de que ya había hecho otros discos de bandas sonoras. Pero este álbum lo siento como mi primer trabajo propio: son canciones que me vienen acompañando desde hace tiempo y a las que nunca había encontrado el momento de darles forma y mostrarlas como quería.
Es más, algunas de las canciones ya las conocíamos porque las has interpretado en vivo e incluso, si no recuerdo mal, hace unos cuantos años otras se filtraron en una especie de disco pirata.
Sí, porque en un momento las grababa en mi casa. Hacía maquetitas chiquitas que mandaba a mis amigos por Messenger: guitarra y voz, apenas una ayuda para la memoria. En algún momento se filtró, alguien las juntó y las subió a YouTube, armando como un disco pirata. Eso fue hace mucho, como diez años. De alguna manera esas canciones se publicaron en esas versiones, pero no era la forma en que yo quería mostrarlas. Después de tanto tiempo y de intentos fallidos de grabarlas como quería, el año pasado por fin lo logramos.
En la pandemia arrancamos con las bases: baterías, bajos. Y el año pasado, en Sonic Ranch, lo pudimos terminar con Pipe, Felipe y Eduardo Bergallo. A medida que veía que se iban cerrando, me iba emocionando, porque algunas de esas canciones tienen muchos años encima.
Y entre esas canciones, por ejemplo la mencionada “Google Maps”, ya habían llegado a tus fans por versiones anteriores. ¿Cómo fue cerrar ese ciclo y mostrarlas como querías finalmente?
En ese disco pirata aparecía como “Google Earth”. Yo ya la venía cantando en vivo desde hace como quince años. Entonces, llegar ahora a este punto, cerrar un ciclo que parecía no terminar nunca y mostrar esas canciones tal como las había imaginado, fue muy emotivo. Para muchos seguidores son temas nuevos, y para otros, versiones completas de aquellas maquetas viejas. En general, la recepción viene siendo muy buena: los que ya las conocían pudieron reencontrarse con ellas en otra forma, y los que no, conectaron de entrada con las canciones.
Al principio, cuando salió ese disco pirata, me molestó porque no quería mostrarlas así. Pero después, al ver la movida tan virtuosa y cariñosa que se armó alrededor de esas canciones, se me pasó el enojo. De hecho, muchos que venían a los recitales ya las sabían por ese disco. Así que, al final, estuvo bueno: la salida oficial y el recibimiento fueron muy positivos.
Hay un tema de este nuevo trabajo que se llama “Oh Dana” que, por forma y contexto, está muy ligado a canciones como “Chica de oro” o “Yoni B”. Es de las canciones del disco que más me recuerda a El Mató a un Policía Motorizado. ¿Cómo surgió esta canción y qué la hace especial para ti?
Curiosamente, es la más nueva de todas. Es una historia que me pasó en Barcelona y recién la terminé de escribir mientras grabábamos el disco. Yo la siento dentro del registro de El Retorno, aunque al ser más reciente quizás tenga otro espíritu. Tiene varias referencias a lo patriótico argentino: el Día de la Patria, algunas cancioncitas escolares, himnos de batallas… Son apenas palabras sueltas, pero tomadas así le dan un tinte más lúdico, más juguetón.
” data-cs-src=”https://www.youtube.com/embed/n7-iLtrgyTQ?feature=oembed” frameborder=”0″ allow=”accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share” referrerpolicy=”strict-origin-when-cross-origin” allowfullscreen>
Y, por ejemplo, “Camino de Piedras” tiene algo que ver con “Amigo Piedra”?
No, aunque es verdad que hay unos puntos porque también habla de un amigo, pero no tiene que ver. El Camino de Piedras es el camino difícil a atravesar. Y está dedicado a un amigo, sí. Pero es otro amigo, no es el Amigo Piedra.
Hay un elemento que me parece muy interesante de Él Mató y de tu disco en solitario y es ese estado de ensoñación que generan las canciones. Son temas simples, de varios acordes, con estribillos repetitivos y latiguillos como ‘nena’, pero que funcionan a la perfección. ¿Cómo trabajas esa simplicidad y esos recursos para que se vuelven marca de la casa?
Yo me crié un poco con eso, ¿viste? Antes de la entrevista hablábamos del show de Los Ramones. Ellos tienen mucho de esa cosa: pocos acordes, frases que se repiten, mucho “baby”, que en realidad son “nenas”. En Argentina son muy populares, más que en España te diría: allá tocan en estadios y se genera una cosa masiva, comunitaria, a partir de canciones muy sencillas. Yo me crié con eso, y hay mucha influencia en mis canciones.
Esa cosa del latiguillo de “nena” me encanta, porque es muy propio del rock and roll. Yo lo conocí con el punk, con la música punk más romántica. Me gusta porque es algo que no se dice en el día a día, pero en una canción funciona perfecto, está válido y es común. Y no solo en el rock and roll más clásico, también en otros géneros: Spinetta lo usaba bastante. En el punk rock, como te decía, Attaque 77 o 2 Minutos también. Es algo muy habitual. Me gusta usarlo, jugar con esos lugares comunes del rock and roll metidos en mi propia poesía, pero también con un guiño irónico: la repetición, la mezcla de universos. Esas dos cosas me atraen mucho.
Hablando de la actualidad de la música en Argentina, hace años que la escena urbana está teniendo un impacto enorme, con artistas como Trueno, Duki, Nicki Nicole o Dillon. Me llama la atención cómo algunos de ellos están acercándose poco a poco a un sonido más orgánico, sobre todo en los directos.
Bueno, Dillom tiene una educación muy rockera; en algún momento eso iba a salir, casi por descarte. Está muy marcado en su cultura: es fan de Los Ramones y el primer disco que se compró fue uno de ellos.
Históricamente, en Argentina los movimientos culturales del rock y el pop se iban contestando: tras una época muy guitarrera aparecía un despertar más pop, como si el oído necesitara un descanso. Esa dinámica se fue dando hasta que, con la era de las plataformas y la música tan a mano, un poco se rompió.
Hoy la música urbana ocupa un lugar central, pero siento que el oído empieza a extrañar ciertos sonidos, y ahí aparece esta especie de “vuelta a las guitarras”. En parte es algo cíclico, cultural. Y en parte también noto otra cosa: muchos artistas urbanos argentinos usan un recurso muy recurrente, que es contestarle a alguien que los critica. Como si fuese un género en sí mismo. Yo siento que le contestan a Twitter, no sé… porque les va tan bien, la gente los quiere tanto, que no entiendo a quién le responden ni por qué les afecta tanto.
A mí me gusta cuando un artista joven y disruptivo pone en jaque al viejo rockero que se siente amenazado y no entiende esos códigos musicales. Me gusta que sigan adelante con lo suyo, sin buscar agradar a todo el mundo. Por eso no me convencen tanto gestos como cuando Trueno dijo “somos el nuevo rock”, lo criticaron y después salió a disculparse con una remera de Mercedes Sosa. Yo prefiero que sigan con los tapones de punta, que se la banquen hasta el final.
Por eso digo: esta vuelta a las guitarras, en algunos casos, me suena más a querer contentar a todos, a demostrar que también saben hacerlo. Y ojo, de lugares artificiales también salieron grandes obras, no lo digo en desmedro. Pero no siempre siento que sea una vuelta natural. De todas maneras, cada caso es un mundo: Dillom, Catriel o Paco Amoroso, por ejemplo, tienen una cultura más rockera y lo llevan en el ADN; no es lo mismo que otros artistas sin ese origen. Lo que sí noto es que, más allá del éxito enorme que tienen, todavía sienten la necesidad de seguir demostrando.
” data-cs-src=”https://www.youtube.com/embed/WXIHZBqhB5k?feature=oembed” frameborder=”0″ allow=”accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share” referrerpolicy=”strict-origin-when-cross-origin” allowfullscreen>
Por ejemplo, Dillom, con el cual colaboraste el año pasado en un EP en el que versionan canciones de ambos, fue criticado en el Quilmes Rock por muchos ‘viejos rockeros’ que se preguntaban qué hacía ahí, y luego resultó ser uno de los más políticamente contundentes.
Es muy joven, tiene 23 o 24 años, y lo critican bastante. Tiene muchos haters, aunque también muchísima gente que lo sigue. Se planta y dice: “No soy rock, no soy rock, yo soy rock”. Lo hace jugando, provocando, y a mí me gusta eso. El artista joven tiene que sacudir un poco, y si eso enoja a los viejos, que se enojen.
Trueno, por ejemplo, colaboró en directo con Damon Albarn y fue espectacular. Me recordó a cuando en España Los Planetas, en el Primavera Sound, subieron al escenario a Yung Beef y la gente no entendía qué pasaba.
Es un poco eso: dos mundos que se juntan y que al final tampoco son tan diferentes. La música tiene que sacudirte, y a veces parece que esto se está perdiendo. El artista debería provocar, incluso ser odiado. Cuando aparecieron los Sex Pistols, por ejemplo, la gente los escupía, les tiraban cerveza, y aun así seguían revolucionando la música.
Manteniéndonos en la actualidad, tu música volvió a aparecer en la pantalla con una de las series más vistas del año en Netflix, El Eternauta. Bruno Stagnaro, director de la serie y con quien ya habías trabajado en la remusicalización de Okupas, utilizó “El Magnetismo” en una de las escenas clave.
Yo lo conocí justamente por Okupas. Me contactó porque tenía que rehacer la banda sonora y pensó que las canciones de Él Mató encajaban perfecto. A mí me voló la cabeza, porque soy muy fan. De repente, Bruno, el creador, guionista y director, me escribió para usar un tema nuestro. Fue como cumplir un sueño. Ahí nos conocimos, me contó qué canciones quería incluir y, obviamente, le dije que sí. En esa charla también surgió la idea de componer material nuevo, porque había que reemplazar unas 70 piezas musicales. Una locura. Yo le dije: ‘Bueno, yo compongo esos pedazos’. Le gustó y empezamos a hacerlo juntos. Todo salió muy bien.
Y en esos mismos días de Okupas me contó: ‘Che, me llamaron para hacer El Eternauta. Ya estoy escribiendo el guion mientras sigo con lo de Okupas’. En una de esas charlas me dijo que había una escena en la que quería usar “Magnetismo”. Y yo: obvio.
Más allá de que soy muy fan de ambas series, las dos son íconos de la historia cultural argentina. Y nada, todo nació ahí, la verdad que gracias a Bruno. No sé qué le pasa, pero parece que mis canciones le parecen buenas.
Una de las canciones que más me ha gustado es la versión que haces de 107 Faunos, titulada “Jazmín Chino”, otra de las bandas clave para entender la escena platense en particular. Me interesa preguntarte por qué crees que existe tanta conexión entre el rock independiente argentino y el español, un fenómeno que no ocurre con otros países como México.
La década de los 2000 y 2010 fue clave, sobre todo porque ahí nos cruzamos con Los Planetas. En Argentina, la verdad, Los Planetas y buena parte de la cultura indie española no eran demasiado conocidos. Y al revés pasaba lo mismo: tampoco acá se escuchaba demasiado lo que hacíamos nosotros. Con el tiempo eso fue cambiando, pero en aquel momento, aunque ya existía internet, no había tanta comunicación entre escenas.
El punto de inflexión fue en el Primavera Sound 2010, cuando conocimos a Los Planetas. Era un festival donde una noche cerraba Pavement y otra Pixies… otra época, pero muy en sintonía con lo que pasaba a nivel global. Esa unión entre dos grupos terminó arrastrando a un montón de escenas y bandas. Me da un poco de pudor decirlo así, pero fue realmente un momento importante. Muchas bandas empezaron a animarse a viajar a España.
Me acuerdo de que cuando coincidimos con ellos, les gustaron nuestras canciones, hablaron bien de nosotros, y eso hizo que empezaran a prestarnos atención. A partir de ahí se generó un arrastre mutuo: nosotros con amigos como Bestia Bebe, Los Faunos, Las Ligas Menores y toda esa camada; y ellos acercándonos a un montón de artistas españoles. Con el tiempo fueron apareciendo otros, como Carolina Durante, con quienes también nos hicimos muy amigos.
Ahora es cuando más grupos están viniendo, también porque hay muchos argentinos viviendo en Madrid, Barcelona o Málaga. Pero en aquel entonces hasta hacíamos la broma de que éramos más conocidos en la escena indie española que en Argentina. Pasó algo ahí en ese encuentro, fue significativo. Y era también el contexto del indie en general… esos Primaveras todavía eran geniales.
El gran tema de este álbum ha sido “Revolución”. Personalmente es la canción que más me gusta del disco. ¿Cómo surgió y qué significa para ti?
La verdad que es mi favorita también.
Con mi equipo, con mi manager y la gente que me ayudó a sacar el disco hubo algunas dudas, porque es larga, porque el estribillo recién aparece al final… dudaban de que funcionara como corte, viste, bajo esa ecuación radial histórica de lo que se piensa como hit. Pero yo decía: mirá, a mí me gusta mucho, y además tenía este video que vengo pensando desde hace tiempo. Creo que fue una buena combinación.
Su éxito me sorprendió igual, porque esas cosas que uno imagina a veces juegan en contra de cómo funciona la canción. Pero la verdad es que le está yendo muy bien, y la gente, según las estadísticas, la está tomando con mucho cariño. Lo celebro, porque esa canción me encanta y me gusta que tenga esa respuesta.
” data-cs-src=”https://www.youtube.com/embed/p3uNQGeH_aw?feature=oembed” frameborder=”0″ allow=”accelerometer; autoplay; clipboard-write; encrypted-media; gyroscope; picture-in-picture; web-share” referrerpolicy=”strict-origin-when-cross-origin” allowfullscreen>
Muy en la línea de esa canción, ¿cómo estás viendo la situación en Argentina con la entrada de Javier Milei en este año y medio que lleva de legislatura?
El país mal, muy mal. Estamos viviendo una situación rara, porque veníamos de un gobierno que prometía la solución. Un gobierno progresista, con buenas ideas, con buenas intenciones… y fue un desastre. Entonces el golpe es duro, ¿viste? Es doble, porque se te rompe la confianza. Y la gente, en la desesperación de ya no confiar en nadie, sobre todo en estos partidos que se vienen disputando las elecciones en los últimos años, terminó volcando en esta figura medio caricaturesca de Javier Milei.
Un tipo con un discurso muy basado en lo económico, que siempre tiene un atractivo. Es como escuchar a un especialista que habla con tecnicismos, con mucha seguridad, y uno piensa: ‘bueno, debe saber’. Te promete la solución al problema más grave que tiene Argentina, que es la inflación. Hoy la inflación está bajando, pero el país se está endeudando de manera brutal, pidiendo préstamos al FMI de los más grandes de la historia. Y eso yo ya lo viví en los noventa, antes del Corralito, con toda esa experiencia neoliberal.
En aquellos años, ponele, se justificaba un poco: había caído el muro de Berlín, estaba el Consenso de Washington, la batalla bipolar ya la había ganado Estados Unidos, y el gobierno decidió alinearse con el ganador. Si lo pensás de manera muy general, no suena mal. Pero todo lo que vino después fue un desastre: parches y más parches, destrucción de la industria, y esa lógica del “sálvese quien pueda”, donde no importan los viejos, los enfermos, los pobres… un horror.
Y eso no pasa solo en Argentina: también en Estados Unidos, en Italia, en España. La desesperación y la falta de horizontes son el caldo de cultivo para la extrema derecha y el auge del odio.
Los lugares más comunes a los que lleva la desesperación de la gente son hacia el fascismo, ¿no? Porque discutir planes económicos, distintos caminos, bueno, está todo bien, todos tienen sus verdades, todos son posibles o no, no lo sé. Pero cuando esa discusión está apoyada en pinchar a la población para que busque enemigos comunes, siempre afuera, en el pobre, en el que no sirve, ahí ya vamos derecho al fascismo. Y eso es el horror más profundo que puede atravesar una sociedad. Se empieza a deteriorar todo, y la desesperación se aferra al odio. Ese odio se vende como un supuesto motor para salir, pero en realidad te hunde en un pozo.
Milei aparece como esa figura atractiva, fascinante, medio loca, que viene a destruir a “la casta”. Pero estos cambios tan radicales en un Estado, dejando atrás justamente a la población que más lo necesita, después revertirlos lleva muchísimos años. Las secuelas que dejan van más allá de la economía. Porque la economía va y viene, pero la gente no. Hoy hay familias destruidas, personas en la desesperación, enganchadas al alcoholismo, arrastradas por la violencia. Eso multiplicado por miles, por millones. Es toda una generación que está viviendo el infierno, y de ahí no puede salir nada bueno: sólo más violencia, más incertidumbre, más dolor. Y sobre todo eso: la falta total de horizonte, que te arrastra a la desesperanza.
Y lo terrible es que esa desesperanza se realimenta. Estos gobiernos la capturan y la convierten en odio. La levantan como bandera, diciendo que van a combatir contra… no se sabe quién: contra los zurdos, contra los progres. Pero lo que generan es un país que se va deshaciendo.
Te iba a preguntar, ya para cerrar, por los 20 años de vuestro primer disco como banda. El año pasado lo reeditasteis, con algunos teclados y una actualización del sonido. Ese disco salió en plena crisis del Corralito, en medio de desahucios y un contexto social durísimo. ¿Cómo recuerdas ese momento?
Cuando salió ya se había dado todavía la ruptura del corralito, y fue una fuga total: los bancos cerrados, todo un caos de incertidumbre. Una crisis profunda, que también provocó el “que se vayan todos” y un desencanto total con los gobernantes.
En las últimas elecciones la participación fue de las más bajas de la historia, porque evidentemente la gente ya no quiere votar a nadie. Y en aquel momento, por un devenir medio casual, frente a esa incertidumbre del “que se vayan todos”, había como siete candidatos, nadie sabía quién era el favorito. Finalmente ganó Néstor Kirchner, que para mí fue un gran presidente, y reactivó toda la economía, la industria… Fue un momento virtuoso. La verdad que recuerdo esos años al menos a nivel político, como el 2004, su primer año de gobierno, como un año bueno.
Después de ese gobierno continuó Cristina, que tuvo dos mandatos, y ya en el último empezó a tener problemas. Pero son gobiernos que, te gusten o no, con sus fallas y sus aciertos, tienen una idea de cuidar al que menos tiene. Y esa intención, para mí, es un montón, en este mundo donde parece que vale todo. Después vino Alberto Fernández, que venía de esa política, un gobierno que supuestamente iba a cuidar eso, y no lo hizo. Ahí fue el momento de ruptura. Me sentí totalmente defraudado, más allá de la pandemia y los problemas que tuvo.
Y culturalmente también debió ser un momento muy vivo, ¿no? Sacar ese primer disco en medio de un país que intentaba reactivarse.
Sí y no pasó algo raro… no raro, en realidad, una tragedia. Porque, por un lado, en Argentina se estaba viviendo una reactivación después de la crisis, pero en diciembre de 2004 ocurrió la tragedia de Cromañón. Se incendió un boliche en el que estaba tocando Callejeros, una banda de rock muy popular en ese momento, y murieron 200 chicos. Fue un golpe durísimo, una tragedia humana por sobre todas las cosas, pero también cultural. Partió al medio a la cultura del rock.
De un día para otro se cerraron un montón de lugares, se empezó a replantear todo. El rock pasó a ser mirado con desconfianza, cargado de estigmas. Empezó a circular esa idea de que era un lugar de muerte y destrucción, cuando en realidad no era así. Pero la tragedia generó esa lectura, esa sospecha social. Entonces Él Mató, y toda la cultura de aquellos años, tuvieron que atravesar dos cosas al mismo tiempo: por un lado salir de la debacle del país, que venía de una crisis enorme, y por otro sobrevivir a esta herida en la propia escena musical. Porque la cultura también estaba rota, partida a la mitad. Había muy pocos espacios donde tocar, casi no se podía, nosotros apenas pudimos.
Escucha El Retorno de Santiago Motorizado
Pásate a la oferta de Amazon Music Unlimited en Muzikalia.
Foto Santiago Motorizado: Víctor Terrazas