Madrid en agosto solía ser un páramo musical, con salas cerradas, las que quedaban medio vacías y con poca programación, pero algo ha cambiado dado a la agenda que estamos viendo en estos días. La presencia de los míticos y necesarios Sin tierra en el escenario de la sala Nazca, era una de esas citas ineludibles, a pesar de la canícula, en un concierto propiciado por la promotora Red Sun Barcelona.
Un público numeroso – la sala casi llena – se congregó para celebrar con los de San Diego su disco Oración sónicasu debut de 2005, ese artefacto psicodélico compuesto únicamente por dos temas colosales que, en realidad, son sendos portales interestelares.
Un rato antes pudimos degustar – por primera vez en España, dato confirmado por los propios Sin tierra – del trio canadiense Viajecuyo nombre ya da pistas. Poderoso combo clásico de guitarra, bajo y batería, que parecen salidos de un garaje de los setenta, practicando un stoner con derivas de heavy psych, que te hace perder la noción del tiempo.
Le dan duro y no dejan lugar a los tiempos muertos, ni hacen concesiones al aburrimiento, a las presentaciones, o a cualquier memez que merme su set, tanto es así, que el bajista, Cole Vibert, rompió una de sus cuatro cuerdas (que ya es difícil eso) y cambiaron de bajo en nada, prácticamente sin parar. Canciones perfectas como «Hand of Shroom» o «Lunar Throne» atronaron la sala y sirvieron como carta de presentación. No hay que perder la pista a Viaje.
Sin artificios ni exagerados saludos, Sin oídos arrancaban el viaje cósmico a la hora acordada. Sorpresas las justas y puede que eso sea una buena noticia, el respetable sabía que aquello iba a ir de tocar de principio a fin el mencionado Oración sónica y eso pasó. Sonido más que acertado, graves definidos, la guitarra de Isaiah Mitchell cortando el aire, Mario Rubalcaba haciendo de jefe, marcando el ritmo y golpeando algo más que la batería, también el corazón de sus acólitos, siempre bajo la atenta mirada del bajista impertérrito Mike Eginton.
Es una pena que el más que solvente sonido no acompañase a una iluminación exigua, plagada de rojos y azules y – en muchos casos, sobre todo al principio – con el escenario prácticamente a oscuras. Algo, obviamente achacable únicamente a la sala.
No hubo pausas innecesarias, cada cambio de ritmo fue un puente a otra dimensión, en una misa eléctrica, plagada también de improvisación. Después del consabido disco, los tres californianos soltaron amarras y en plena improvisación – o eso nos hicieron pensar – dejaron caer fragmentos de «Rat Salad» de Black Sabbath – homenaje inevitable al recientemente fallecido Ozzy Osbourne – y su versión de «Cherry Red» de Las marmotaspieza que incluyeron en la edición en CD de Ritmos de un cielo cósmico (2007).
Aunque es una banda completamente instrumental, la comunión y la conexión con su público fue total, miradas cómplices, sonrisas y esa sensación compartida de estar asistiendo a algo muy grande.
Lo de Sin tierra en Madrid fue algo más cercano a una sesión de hipnosis colectiva que a un simple concierto y Oración sónica en vivo nos enseña que, la música instrumental, cuando se hace con convicción y alma, puede ser tan narrativa y emocionante como cualquiera de esos estribillos coreados.
Fotos Earthless + Heavy Trip: Fernando del Río