Con lo difícil que resulta ver a Nudozurdo en vivo, más cuando están de vuelta tras un largo hiato de seis años, la cita del sábado en la Sala La Trinchera se antojaba aún más inexcusable si cabe. El lanzamiento de Clarividencia (Sonido Muchacho, 2024) los presentó en un estado de forma envidiable, con las señas de identidad intactas en cada una de sus canciones: letras punzantes, guitarras hirientes, atmósferas acuciantes y melodías perdurables.
Y lo cierto es que no defraudaron. Los cimientos de La Trinchera se tambalearon como pocas veces he presenciado en la sala gracias a la pegada asfixiante y abrasadora de unas guitarras que vinieron a agitar las almas de los allí congregados, rebosantes en impacto, logrando sanar algunas heridas y visibilizar el dolor de otras que jamás lo harán. Sobrepasados los veinte años de carrera, es admirable como estos corredores de fondo capitaneados por el incombustible Leo Mateos logran mantener vigente el impacto de las llamas provocadas por las eternas “Mil Espejos”, “Prometo Hacerte Daño” o “Ha Sido Divertido”, auténticos himnos del indie patrio que merecen reverencia y no admiten discusión. Por sus recovecos, se cuelan vestigios de La cura, Joy Division o Slowdive. El palpitar lacerante de sus acordes proyecta demonios, traiciona memorias y maneja recuerdos hasta convertirnos en devotos de su religión.
Los madrileños consiguieron congelar el tiempo en una hora y media de intensas letanías cocidas a fuego lento. Ajenos a modas, coyunturas o tendencias, se pusieron el mono de trabajo y fueron hilvanando un repertorio sin fisuras alcanzando la catarsis a través de los pliegues crudos y arrebatadores de “Carta A Nina”, “Úrsula Tiene Nieve En Casa” o la seminal “El Diablo Fue Bueno Conmigo”. Fue una noche de sábado en la que, ajenos al ruido corriente principal de los Premios Goya o del derbi madrileño, unos cuantos fieles preferimos arder en el infierno que recreó una de las bandas más importantes que el rock nacional ha parido nunca. No apto para paladares convencionales, su fórmula mágica funcionó a la perfección apoyada en la consistencia de una formación actual sólida y aguerrida, sobrada en experiencia y sabiduría sobre las tablas.
Como decía León recientemente, continúan sonando ásperos pero dejan entrar la luz en momentos concretos de destello pop. Y es en la concurrencia de ambas caras donde encuentra plenitud su aventajada visión a la hora de retorcer el sonido y llevarlo a otros terrenos. La vuelta de Nudozurdo fue una de las mejores noticias que nos deparó la actualidad musical del pasado ejercicio, y la rotunda puesta al día de su propuesta en directo viene a refrendar la celebración que supone su vuelta a la actividad.
Abrieron los madrileños Monteavaro con su afinado acercamiento al folk-rock entre lo épico y lo pastoral y que igual remitían a Fleet Foxes que a los primeros The War On Drugs. Armonías vocales evocadoras y riqueza instrumental para una banda a seguir y que promete muchas alegrías. Los cimientos se muestran sólidos y convincentes.