Floreciendo desde el oscuro abismo del hair metal ochentero, como un gato mojado en un concurso de belleza de gatos, surge este álbum de rock que se cocinó a fuego lento en Las Vegas. Corey Taylor, el tipo cuyo grito podría hacer que los demonios del infierno se tapen los oídos, se tropezó de fiesta en un rincón desconocido del multiverso mientras sus compañeros de Slipknot seguían destilando experimentos artísticos macabros. Y entonces, en un momento de claridad en medio de la bruma de la ciudad del pecado, decidió lanzar otro capítulo en su carrera en solitario, bajo el incomprensible título de CMF2.
Es como si alguien hubiera decidido cruzar una grabación de los sonidos de Nashville con un anuncio de cerveza de la vieja escuela, y lo lanzara en un ring de lucha libre mientras coreaban algo del britpop de Liverpool. Sí, CMF2 es un experimento extraño y descarado que te hace curiosear si Taylor ha estado bebiendo demasiado alcohol con los colegas de la banda nueva que se armó. Desde «Fresh Breath of Smoke», donde Corey Taylor se aventura en el territorio del country comercial, hasta «We Are The Rest», un himno para estadios que te hace esperar con ansiedad extrema el momento de corearla en vivo. Y luego está «Post Traumatic Blues», con un solo de guitarra que es más rígido que una plasta de gel capilar. No se puede evitar imaginar a Clown, el cerebro maestro detrás de Slipknot, sosteniendo su reluciente cabeza entre sus manos, preguntándose qué demonios está pasando aquí.
Pero, esa es la idea, ¿no? El tipo ha estado en el negocio durante tanto tiempo que necesita sacudirse la monotonía de las máscaras y los gritos guturales de vez en cuando. Y eso es exactamente lo que hace en este trabajo. Corey Taylor siempre dice que su aventura en solitario le permite rascarse esa picazón creativa que no puede alcanzar con sus colegas de Slipknot o con Stone Sour. En «All I Want Is Hate», este amante de los Beatles desahoga su rabia contra la única canción de los Fab Four que no soporta, «All You Need Is Love»; la portada de CMF2 lo dice todo, con una reinterpretación de metal del icónico arte del ‘Sgt. Pepper’s‘. Es como si Corey Taylor estuviera tratando de decirnos que está aquí para desordenar la fiesta de los rockeros con su propio giro retorcido. Pero no todo es un desastre. Hay momentos en este álbum que te hacen examinar si Corey está haciendo todo esto en serio o simplemente se está divirtiendo a costa de todos nosotros. «Sorry Me» comienza como un eco del clásico de Slipknot «Vermilion, Pt. 2», pero luego se sumerge en aguas mucho más personales. «Punchline» se dispara hacia el cielo con un estribillo de rock clásico que te hace levantar el puño.
Quizá, el único trago amargo sea «Someday I’ll Change Your Mind», una canción que se aferra al pop como un niño a su Playstation. Es insufriblemente empalagosa, como una canción que podrías escuchar en una tienda de pasteles o en una tienda de ropa para adolescentes. Pero incluso en medio de esta sacarina, hay suficiente material decente en este álbum para justificar su existencia. Es un vistazo a la mente caótica de uno de los tipos más destacados del rock y el metal en el siglo XXI.
Al final del día, CMF2 es un rompecabezas musical, una rareza en el mundo del rock y el metal. Taylor se lanza a territorios desconocidos, coquetea con géneros que nunca imaginamos que tocaría, y nos deja preguntándonos si está tomando en serio todo esto o simplemente se está burlando de nosotros desde su trono de rock. Es un álbum que te hace rascarte la cabeza, fruncir el ceño y, en última instancia, sonreír por la locura de todo lo que hace este tipo.
Escucha Corey Taylor – CMF2