Es innegable que Sufjan Stevens es un artista que tiene el don de sorprender a cada entrega. Su cuaderno de ruta se sustenta en la lógica de lo imprevisible, a base de golpes de timón inesperados, aunque a uno siempre le queda la sensación de que tanta “dispersión” sea, quizá, una forma de autosabotaje.
De sus comienzos con discos intimistas en donde dejaba aflorar su desmedida inventiva para los acordes ensoñadores (Seven Swans, 2004), a ser el cronista de Estados Unidos en sus discos como Michigan (2002) o el gran Illinois (2005): su pantagruélica decisión de hacer disco por Estado parece que cayó en saco roto, pero no hay que darlo por sentado, porque a Stevens disfruta con los giros de guion imprevistos.
Si dejamos atrás sus experimentos con la electrónica que, en mi opinión, no acabaron de cuajar siempre, el de Michigan se desnudó por completo en su gran obra maestra Carrie & Lowell (2015), un enorme disco dedicado a la memoria de su madre y su padrastro, y es en su faceta de orfebre del pop donde da lo mejor de sí, y proyecta un imaginario doliente y candoroso a partes iguales. La ecuación perfecta del pop la tiene, de nuevo, en Javelin (Asthmatic Kitty/Popstock!, 2023) que se posiciona como uno de los grandes discos de esta temporada.
El disco está preñado de los extraños espectros de la cotidianidad, de los desvelos del amor, de la muerte como mecanismo que acciona insondables misterios, y sobre cualquier otra cosa, una atrevida forma de hacer que la primera persona narrativa se materialice en una sobrecogedora amalgama de sentimientos universales. Es un disco de perdida(s) que flotan en los ingrávidos sonidos de un maestro con el corazón en llamas.
Música siempre en fuga, siempre desbordando fronteras inesperadas. El fingerpicking de “A Running Start” acompaña a unos arreglos que podrían ser de misa pagana o de cuento de navidad en el que se narra un beso para el recuerdo. Las resonancias a Paddy McAloon reviven en la crepuscular armadura de la inmensa “Will Anybody Ever Love Me” (“Hello, wildness, please forgive me now/ For the heartache and the misery I create/
Take my suffering as I take my vow/
Wash me now, anoint me with that golden blade”). Su guitarra y el susurro en la forma de declamar emocionan en “Everything That Rises” con un coro de voces femeninas que dan el contrapunto en este y más temas del disco.
Piano, flauta y coros son los pilares en los que se sustenta la profunda y embriagadora “My Red Little Fox”, y “Shit Talk” es el tema más extenso del disco, y Sufjan Stevens reflexiona sobre una ruptura amorosa, en forma de canción-río que suena oceánica y ampulosa a partes iguales. Son todas canciones que están entre los más granado del repertorio de un gran artista.
Escucha Sufjan Stevens – Javelin