Una mujer de 70 años perdió, por lo menos por unos días, su acceso a una billetera de bitcoins con un valor de 55 mil dólares. Su miedo a haber sido estafada y una traducción traicionera generaron una angustiante situación que se resolvió gracias a la ayuda “a pasos de bebé” de un especialista.
La abuela, cuyos datos no trascendieron “por motivos de seguridad”, había juntado esa cantidad de dinero digital con el objetivo de dejárselo a sus nietos. Tras la venta de una propiedad, en 2023 comenzó a juntar activos en una billetera digital hasta llegar a los casi 60 mil dólares.
Última cotización del bitcoin en Hong Kong, el miércoles. Lam Yik/BloombergSin embargo, una palabra traducida al anotarse, desató un escenario de preocupación.
Para acceder a la billetera, como cualquier usuario, la mujer necesitaba lo que se conoce como una “frase semilla”. Una docena de palabras que deben ser ingresadas en un orden específico para acceder a la cuenta. Algunos, para más seguridad agregan lo que se conoce como “palabra 13”.
También llamada Passphrase, es una “clave adicional” para acceder a la cuenta correcta, a la “bóveda” que uno desea.
Matías Mathey, experto en autocustodia de Bitcoin en la ONG Bitcoin Argentina, explicó a Clarín que como toda llave, cualquier modificación que se le haga a la contraseña, la transforma en otra clave que lleva a otro lado.
Según la ONG Bitcoin Argentina, “el obstáculo principal fue un malentendido semántico: la passphrase estaba anotada, pero no identificada como tal”. La misma se especializa en asesoría legal y consultoría sobre estos temas.
“Mi expertise me permite explorar la información desde otro lugar. Esta señora, por la edad, todo lo que hizo estaba muy bien. Cuando quiso agregar algo más, se encontró con que no había nada. Ahí arrancó el temor de que la habían hackeado o que pasó algo”, explicó el especialista.
Por eso su supuesta cuenta estaba vacía. Ocurrió que la usuaria había ingresado a otra “bóveda” en la que nunca nada había sido depositado.
Cryptomonedas Bitcoin en Paris.Reuters.
“Fue a pasitos de bebé para restaurar la clave. Estaba con la hija que con más tranquilidad dio una mano”, recordó Mathey.
En ese contexto, durante poco menos de una hora y tras más de una decena de veces le preguntó a la señora si tenía una “passphrase”. La mujer siempre dijo que no, que no y que no.
Tras varios repasos dentro del software y de recrear viejos procesos, “sin perder tiempo, ni dando falsas expectativas ni siendo tremendista”, Mathey y la abuela llegaron al punto clave del caso.
Es que en la misma hoja donde tenía las 12 palabras claves y su orden, también tenía la “palabra 13”, pero bajo la denominación de “contraseña”. La respuesta siempre estuvo ahí, solamente que por los nervios, la tensión y la angustia, no se dio cuenta.
“La señora la tiene muy clara pero emocionalmente no estaba bien. Era un montón de dinero. Venía mal, resignada y hasta medicada”, refleja el asesor
En tanto, la ONG que lo convocó para ayudar a recopilar el caso remarcó que el proceso “puso de relieve la dimensión humana de la autocustodia” e hizo referencia “a la memoria, estrés, brechas de conocimiento y necesidad de acompañamiento profesional”.
“El caso ilustra la importancia de educación, procedimientos claros, auditorías de autocustodia y planificación patrimonial, especialmente para personas mayores o familias con múltiples actores involucrados”, añadieron.
Una sesión de zoom llena de nervios
La sesión de asistencia, le explicó la ONG a Clarín, se llevó adelante por zoom, sin pantallas compartidas ni exposición de información privada. Solo método, diálogo y paciencia.
La usuaria estaba emocionalmente desbordada. “La prioridad fue contener, comprender y reconstruir su camino original”. Durante el proceso, surgió un patrón conocido entre quienes trabajan en acompañamiento de autocustodia: la confusión entre la passphrase —la “palabra 13”— y otros términos como “frase de contraseña”.
Al revisar sus anotaciones, se encontró una frase aislada, sin etiqueta técnica ni indicación de importancia. Sin embargo, todo sugería que podía ser la pieza faltante.