Son curiosos los paralelismos -dejando a un lado los diferentes géneros que hacen cada uno de los artistas- entre William Basinski de su obra maestra Bucles de desintegración I-II (2002-2003) y esta última hazaña de Daniel Lopatin alias Punto Oneohtrix Nunca.
Estas equivalencias vienen dadas por el hecho de que los han tomado prestado sonidos que estaban olvidados: cuenca empezaría el proceso de digitalización de piezas que él mismo había grabado hacía veinte años, y lopatin descubrió sonidos que estaban colgados en unos archivos en línea que sirvieron de música incidental para anuncios comerciales de televisión en los 80 y 90; por otro lado, los dos autores se percataron, en el proceso de inicio de producción de sus obras, de que por un lado, cuenca confirma que las cintas grabadas con anterioridad, y que pretendía recuperar el contenido, estaban tan deterioradas que, una vez las ponía en el cabezal de casete, estas se iban desintegrando a tiempo real, y lopatin tuvo el sobresalto de que ese archivo que tenía en su “lista de lectura” había desaparecido por un tiempo, aunque finalmente volvió a estar en línea, y eso le permitió acabar este notable disco bajo el título de Tranquilizante (Urdimbre2025).
Estas casualidades me hicieron pensar en un par de cosas. Primeramente en la cantidad de sonidos a los que estamos expuestos cada día y que pasan inadvertidos (ya sea por falta de atención, o porque nuestro pabellón auditivo no llega a concentrarlos), y también en la futilidad de la vida, de cómo estamos ante dos discos que son elegías sobre la pérdida y la locura ya que los dos autores narran la descomposición de una sociedad así como de la soledad. Bucles de desintegración aprovechó para rendir un sentido homenaje al 11S norteamericano que cercenó la vida de miles de personas, y supuso el principio de la decadencia moral del occidente guiado por la doctrina turbocapitalismo, y en este disco que aquí reseñamos, de alguna forma, el autor trabaja sobre la idea de cómo internet ha cambiado nuestras formas de relacionarnos incluso creandonos vidas ficticias a través de avatares.
Tranquilizante se basa en un archivo de sonidos ingente (cuenta el autor que habría alrededor de 500 gigas), y aparecen a lo largo de las canciones en forma de samples, porque tengamos en cuenta que estos mismos samples ahora son fácil de generar con IA, con lo se puede decir que es un disco “proto-slop”, aunque comenta Punto Oneohtrix Nunca que viendo videos de los autores de esos jingles promocionales (muy rudimentarios) se podría colar momentos de vida (que si un ruido que se intenta evitar, que si una sombra humana parece colarse en la grabación, etc.). De la colisión entre lo que es una proto-IA y atisbos de materialidad humana surge un disco repleto de detalles de producción que nos hace pensar en Regreso (2010), una de sus mejores obras hasta la fecha.
Unas canciones que invitan a un viaje inmersivo. El trino de unos pájaros se escuchan mientras unos sintetizadores crean cenefas grandilocuentes (“For Residue”), capas de sonido que dan la sensación de que chocan entre sí creando arabescos extraños (“Lifework”), reminiscencias al onda de vapor (“Modern Lust”), bellas armonías nocturnas en donde recordar a satie y Juntas de Canadá (“Cherry Blue”), y retazos de grabaciones de campo se cuelan en melodías de gamelán, rayos láser de colores y cambios de ritmo abruptos (“Storm Show”).
Escucha Oneohtrix Point Never – Tranquilizante