Triple cartel repleto de coherencia y extremismo sonoro el que presentaba el sábado la Sala Mon con zeruel, Representación de la culpa y cielo sordo. El aviso de no hay billetes hacía meses que se colgó. El fervor que persigue cada paso que dan cielo sordouno de los nombres con mayúsculas de cara al surgimiento del movimiento que tuvo a bien denominarse mirada negrahabía encontrado con la publicación del excelso Gente solitaria con poder (25) motivos más que suficientes para no perderse tamaña cita.
Por razones de horario, me perdí a los primeros y llegué justo antes de que irrumpieran en el escenario Representación de la culpa. Los de Austin perfilaron una granítica actuación con una mezcla medida de lodo, metal negro y algunos ramalazos de gritandotodo ello aderezado con unas bonitas y evocadoras proyecciones en blanco y negro como telón de fondo. Muy adecuado entremés.
Expectación máxima poco antes de que los protagonistas de la noche subieran al escenario. Y es que lo que íbamos a vivir debe ser catalogado como una de las experiencias musicales –y físicas- más exigentes e intensas de los últimos tiempos. Ni que decir tiene que su reciente trabajo les ha reconciliado con su masa de fieles de antaño; ya saben, aquella frunció el ceño con la publicación de Granito Infinito (21), disco que aparcaba el endemoniado timbre vocal de la banda, los redobles enloquecidos y los riffs más afilados para abrazar un zapato de manual del todo anodino. Ese paso en falso les ha replegado hacia territorios salvajes, de una violencia inusitada en el que los maravillosos pasajes de belleza no afloran tanto como, yo al menos personalmente, quisiera.
En total sintonía con lo mencionado, el show comenzó tirándose al cuello desde el minuto uno cuando la grabación de “Incidental I” dio paso a los agitados y enloquecidos singles de adelanto, tocados del tirón. Apabullantes “Doberman” y “Magnolia”. El despliegue corporal de cielo sordo en directo les hacía parecer un torbellino. Mención especial para su líder George Clarke. No me parece concebible para cualquier ser humano semejante desgaste vocal y físico noche tras noche, sin poner el freno ni por un solo segundo.
Como pueden imaginar, la traducción de lo expuesto entre la audiencia se tradujo en una consecución de pogos, moshing y saltos desde el escenario por parte de asistentes casi constantes, aupadas por las múltiples arengas de su líder. Toda una catarsis colectiva en total sintonía entre el escenario y la pista. Costaba encontrar en semejantes circunstancias un instante para la introspección y los apuntes de hermosura. Aunque los hubo. De hecho, fueron sin duda los momentos más memorables de la velada con una imperial “The garden route”, una de las experiencias musicales más imborrables de 2025, hermosa, doliente e infinita en directo y una no menos exultante y vigorosamente bella “Amethyst” antes de terminar el grueso del show.
Por mencionar un par de aspectos que me dejaron algo contrariado diré, por un lado, algo totalmente subjetivo como fue la total ausencia de canciones del glorioso Amor humano corrupto y ordinario (18) (un dolor no haber podido disfrutar en directo con semejante estado de forma de monumentos musicales de la talla de “Honeycomb”, “Canary yellow” o “Near”) y, por otro, algo del todo objetivo: el sonido dejo bastante que desear a nivel de guitarras, estando ambas bastante sepultadas por voz y batería, si bien se apreciaron mejoras en ese sentido según fue transcurriendo la actuación de los estadounidenses.
Un bis en el que mostraron el agradecimiento y la sala en contraprestación el pleno éxtasis en el que vivía sumida contuvo una bestial “Revelator”, seguida de su clásico “Dream house” (sólo dos guiños a bañista (13) y uno a Nuevas Bermudas (15) en una noche donde la confianza plena en su reciente álbum les llevó a interpretarlo prácticamente íntegro), precedieron a una asombrosa interpretación de “Wynona” provocando una sinestesia emocional en el alma de cualquier persona capaz de entrar en un universo laberíntico, obsesivo y ajeno a todo atisbo de esa ingente masa gris amorfa de apatía, estupidez y simpleza en la que tenemos que batallar cada día de nuestras vidas en el mundo.
Foto Deafheaven: Raúl del Olmo