No por tratarse de un hecho repetido deja de tener tan devastadores efectos en tu ánimo. No por hablar en varias ocasiones de cómo una banda de cuatro músicos eficacísimos traslada al directo el contenido burbujeante de sus canciones dejan de abrumar los adjetivos. Ya uno no sabe ni cuáles emplear, ni si tirar de corazón o de cerebro, el poco que le queda, para describir las impresiones vividas después de un concierto de León Benaventesobre todo si tiene lugar en el lugar adecuado y en el ambiente correcto.
Sucedió esta vez en la sala impala de Córdoba, recinto en el que se confesaban noveles y falsamente sorprendidos de la respuesta recibida. Tienen bien estudiado cada rincón de un sonido abrumador, en el que las bases electrónicas pugnan por el protagonismo entre pedales de guitarra, bajos llevados al límite, cuando no directamente sintetizados, teclados que subrayan más que apuntan y una batería milagrosamente orgánica –César Verdú es el espigado hombre en la sombra que es la auténtica luz- que es el verdadero motor sónico de la empresa. Todo eso, y muchas otras cosas más que podrían ser dichas, acentúan la personalidad de una banda única y casi imprescindible en la escena global de habla hispana.
No, no es ninguna exageración, ni tampoco fervor espontáneo. Es una realidad cruda como el trasfondo de la lírica de Abraham Bobamaestro de un ceremonial in crescendo desde que los focos restallan y se desgranan las estrofas de “Úsame/Tírame”. Como en todo ritual que se precie, la tensión se mantiene en ese descarado canto a la infamia de los tiempos que vivimos que es “A la moda”, en la oda al dulce sin hacer nada al que de un modo u otro aspiramos todos llamada “Nada” y en otra diatriba moral de largo alcance a la que titularon “No hay miedo”. El repertorio que manejan es tan variado y a la vez tan uniforme (ya no son pocas las voces disidentes que los bajan del pedestal mediático a fuerza de repetir la consabida letanía de hacer la misma canción una y otra vez) que no hay continuidad en las líneas rítmicas, que no melódicas, de maravillas como “Amo”, “Como la piedra que flota” o la dupla ya indisociable que forman “Ánimo, valiente”, probablemente una de las mejores canciones grabadas en español en la última década, y “La Ribera”, epítome de un sonido que desde su concepción sólo ha podido crecer, desarrollarse e incluso evaporarse momentáneamente en la caída a tierra que supone “La canción del daño” o la necesaria nube minimalista de “Gerry”, el inteligente cierre de su más reciente grabación.
No es fácil encontrar a un grupo donde las guitarras y los bajos pasan de mano en mano (del efectivo cambalache se encargan Luis Rodríguez y Edu Baos), donde se multiplican capas de percusión sintética y orgánica y los sintetizadores cobran protagonismo ahora y después mientras se desparraman en canciones río como “Habitación 615” o sencillamente pletóricas como “California”, “Mítico” y la acelerada “Baile existencialista”, casi todas ampliadas y adaptadas a un formato que les permite menos recursos que en estudio pero un recorrido mucho más emocionante.
Rescatar temas poco explotados hasta el momento de la valía de “Tipo D”, una gema escondida en su segundo trabajopráctica e injustamente ninguneado, o continuar declarándose hijos del siglo XXI y apóstoles de historias ocultas en “Qué cruel” y “Su verso” al mismo tiempo sólo puede acabar en el éxtasis de su as en la manga, aquel “Ser brigada” digno de cualquier alabanza para cualquier banda que lo enarbole como carta de presentación, y ellos lo hicieron en su momento. El tema es que aún hay más temas emblema, y después de que boba se crezca un poco más cada noche cuando entrega y comparte el micro con quien quiera cantar con él, tocan “En el festín”, “Gloria” y “Ayer salí” para recordarnos que con esas tres piedras preciosas sólo pueden convencernos de que nos quedemos con la boca abierta –otra vez- y sólo atinemos a mirar la agenda en busca de una próxima cita con ellos. Estamos mal acostumbrados, lo sé, pero tampoco vemos, ni siquiera intuimos, el día en que estos tipos nos fallen. León Benavente son una garantía y un tesoro del que presumir de por vida, nos duren lo que nos duren.
Foto León Benavente: Sergio Tejerina