Qué pocos músicos pueden presumir de haber vivido el Londres oscilantecurtirse en el Pub Rock, ver nacer el punk desde dentro (produjo el primer single de Los Malditos en 1976) ser parte primordial luego de la New Wave sin perder identidad y, décadas después, seguir componiendo y cantando con una elegancia casi marciana. El personaje que nos ocupa, claro, es Nick Lowe, que pertenece a ese selecto club de supervivientes ilustres, que ya no necesitan demostrar nada.

El pasado jueves, en la Sala de vagones de Madrid, ubicada en una Chamartín de obras, tras un recorrido laberintico, en el que si te descuidas puedes acabar en un tren dirección a Burgos, se dio cita una de las conjunciones más mágicas de los últimos años: Nick Lowe y Los Camisas de Fuerzabajo el auspicio de Fiesta de Houston.
Con una lluvia insistiendo fuera y un aforo notable en la sala, aunque sin llegar a agotar entradas, Lowe abrió el concierto con “So It Goes”, perfecta para calibrar todo e ir tomando el pulso al público, aunque gran parte ya estuviera entregado de antemano. “Went to a Party” elevó la temperatura y fue asentando la química con Los Camisas de Fuerza, que no solo funcionan como banda de acompañamiento, también lo hacen como un organismo propio.

“Love Starvation”, “Lately I’ve Let Things Slide”, “I Live on a Battlefield” demostraron que Lowe prefiere mantenerse lejos de la nostalgia fácil, con progresiones clásicas tratadas con la sutileza magistral que siempre ha manejado. Canciones que, en definitiva, nos devuelven a un Nick que sigue siendo un maestro en la economía expresiva, pero que suenan endiabladamente frescas y pegadizas. Solo hay que pegar una escucha a su último trabajo Safari interior (Yep Records 2024) para darse cuenta de que son canciones – en apariencia sencillas – con vocación a convertirse en clásicos atemporales.
Hábilmente fue metiendo algún destello de su pasado dorado y – como no podía ser de otra manera – sonó “Heart” (pila de rocas), que la empalmó con la inapelable “Tokyo Bay”, haciendo de ella un punto de anclaje entre épocas.

Ahí fue cuando Lowe se retiró unos minutos para tomarse un descanso y cambiarse de camisa (un detalle tan “british” que podría contar como coreografía) y dejó a los mandos a eddie ángel y sus chicos enmascarados.
“Tema de Los Siete Magníficos”, “Conduciendo guitarras” (Las empresas) y “Venus” (Azul impactante) permitieron que apreciásemos mejor el dominio del twang, del palm mute y del fraseo limpio sin distorsión; surf y western con la precisión técnica marca de la casa Camisa de fuerzacon sentido del humor incluido, que si no, no es Camisa de fuerza de verdad.

De vuelta con camisa impecable y rebosante de energía, la parte alta del set avanzó en un crescendo para delirio de los fans más entregados. “Blue on Blue”, la siempre celebrada y cantada “Cruel to Be Kind”, “Half a Boy and Half a Man”, una robusta y renovada “(What’s So Funny ’Bout) Peace, Love and Understanding” y el estallido que supuso “I Knew the Bride (When She Used to Rock ’n’ Roll)”.
Aunque supuestamente no había bises ni nada que añadir al setlist que estaba por el escenario, gracias a la insistencia de una mayoría no dispuesta a abandonar la sala, Los Camisas de Fuerza se lanzaron de nuevo con una versión/apisonadora de “Bird Dance Beat” (Los basureros), para que apareciera de nuevo Lowe con “When I Write the Book”, íntima, cálida, redonda como epílogo para un artista que ha encontrado en el hecho de envejecer un arte.

Y sí, después de atravesar el laberinto de Chamartín, subir rampas, tomar decisiones estratégicas para no equivocarte de ascensor y quizás evitar un minotauro, cualquier se puede preguntar si todo ese rollo merecía la pena. La respuesta será una y mil veces: absolutamente.
Fotos Nick Lowe & Los Straitjackets: Fernando del Río
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