Gazella actuaban ante una abarrotada sala (Loco ClubValencia) hace más o menos un año, en un doble cartel que compartían con los británicos Bdrmm. La sorpresa fue mayúscula. Altos niveles de ensoñación psicodélica que no hacían ascos a la intensidad eléctrica. Y una carga emocional potente, que hacía que no dejaras de fijar los ojos en ellos durante todo su pase.
Había algo ahí. También en su primer disco, que viajaba un poco en la senda de ese boom shoegazer que en los últimos años ha inundado prensa musical y canales de transmisión. Su título era, cómo no, Gazella y en 2023 les posicionó como una de las bandas más a tener en cuenta de todas las surgidas como última hornada en la Comunitat Valenciana. Un intenso tejido de guitarras eléctricas, atmósferas cargadas y voces ensoñadoras que sí, traía razón de la escena alternativa anglosajona de principios de los noventa, pero no sólo eso, también había kraut rock, puro punk, algo de electrónica y hasta flamenco-pop, algo, esto último, que llegó con una fantástica versión del “Te estoy amando locamenti” de las Grecas en formato single y que les trajo su primer éxito a gran escala en formato streaming.
La expectación por un segundo trabajo de esta banda valenciana, por tanto, era bien alta. Y lo lógico, lo cómodo, lo seguro, habría sido seguir por esos mismos derroteros. Pero nada de eso: la banda en los dos años transcurridos desde su debut ha crecido enormemente y han decidido plasmarlo por todo lo alto en un álbum, Víaseditado por el sello barcelonés Foehn Recordsque es muy diferente al anterior.
Lo primero que llama poderosamente la atención al empezar a escuchar el disco con la inicial “Volver” es que las guitarras y energías del debut han dejado paso a unas texturas electrónicas y una serena luz mediterránea que se filtra por todos los poros de la canción. Pese a no estar exenta de melancolía, la pieza nos atrapa en texturas que llevan el verano como bandera. La personal voz de Raquel Palomino se ve arropada de una forma intensa por el aura instrumental que generan sus compañeros. Tanto, que se integra en la música. Todos van al unísono y la protagonista es la atmósfera de la canción.
Una atmósfera que va viajando del verano a otras estaciones (“Cielo gris”, con su cercanía al selva), pero siempre con esa melancolía que parece inundarlo todo, funciona como hilo conductor y se plasma a las mil maravillas en la que quizás sea la canción más redonda del lote, “Solsticio”. Todo un logro sonoro y compositivo que denota una personalidad única en el panorama actual español. Han conseguido lo que casi nadie: sonar a ellos. Que se escuche su música y se sepa inmediatamente que es Gazella quien suena.
El nivel del disco continúa creciendo: “Kim y Jimmy” y su tempo extremadamente lento recuerda por momentos a Sigur Rose y su música gélida del norte. Y justo en este punto casi de ecuador notamos que en este álbum hay una búsqueda, una intención de llegar a un sitio concreto con las canciones, que van funcionando en bloque mejor que de manera individual, aunque algunas resaltan también de esa forma.
“Ábalo” trae guitarras a la ecuación, pero de una forma muy difuminada, al contrario que “Al2”, una especie de nana a teclado y voz, desnuda de artificios, al igual que “Vía”, pieza inicialmente acústica que va ganando riqueza instrumental poco a poco y nos prepara para esa bomba que es “Aracea”, un tour de force de bruma psicodélica aflamencada que trae consigo influencias tan dispares como Triana, Neu o Spiritualized y que le deja a uno con la boca abierta ante la capacidad de evolución que ha tenido la banda valenciana en un trabajo que lo remata todo con la final “Un lugar” que, ahora sí, resucita la distorsionada voz de las guitarras para conjugar el pop con la psicodelia una vez más y embarcarnos en un viaje sideral que certifica este segundo álbum de Gazella como uno de los realmente importantes a nivel nacional de este año. Toda una confirmación de la fuerza de un proyecto diferente, atípico y brillante, que va a volar bien alto.
Escucha Gazella – Vías