Permítanme la licencia de iniciar esto con dos notas de índole personal. La primera, de “cuando era enano”. Yo dormía al lado de la habitación de mi hermana mayor. Aún no era aficionado a la música, pero ella tenía siempre la radio puesta y un día, al levantarme, una canción de ritmo singular, que hablaba de bares, cien lugares, muy gratos para conversar, me llamó poderosamente la atención. Descubrí, así, de golpe, el poder de atracción de una canción pop. Y ya nada volvió a ser igual.
La segunda no es mía, es de mi mujer, que me ha contado en repetidas ocasiones como un día, allá por 1997, cuando andaba con amigos por las fiestas del pueblo donde veraneaba, de repente, llegando a la plaza y sin nadie haberlo avisado -aparentemente- se encontró con los Inodoros calientes tocando para una audiencia de cuatro paisanos mal contados. Ella y sus amigos formaban un grupo nutrido, pero vamos, poco más que un pelotón y por ser los únicos jóvenes presentes disfrutaron de un concierto casi privado, igual que el título de uno de sus discos, de una banda que tan sólo unos años antes habrían tenido que pagar buen dinero por poder ver. ¡Hasta les aceptaron peticiones!
Cuento esto para situar el punto de mira sobre la enorme paradoja que encierra la historia de esta banda madrileña, que lo fue y lo tuvo todo y, de repente (o no tan de repente) descendió al más profundo de los infiernos, dejando, eso sí, detrás, un cancionero de esos a los que poca gente con gusto pondrá, incluso hoy, pegas. Una banda formada por tres tipos de fuerte personalidad y una historia, al fin y al cabo, que si dejamos al margen la eventual fama, fortuna y mérito artístico, es también la de muchas otras bandas, que vivieron su sueño y, de repente, despertaron entre sudores.
De todo eso y mucho más habla este libro, escrito con la colaboración coral de muchos de sus protagonistas, que es obra de Carlos H. Vázquez y publica la cada vez más prolífica e interesante Sílex Ediciones. Carlos Vázquez (Madrid 1986), era un recién nacido cuando Inodoros calientes estaba en la cresta de la ola, pero además de un reputado periodista musical -colaborador de Squire, Jot Down, Popular 1, Efe Eme…- , guionista y autor ya de varios libros, es, se nota, fan de la banda. Y por eso ha hecho esto con sumo cariño.
Poco a poco y con estilo ágil y ameno, Carlos va juntando las piezas de un gran puzzle. El que da como resultado la imagen en fotogramas de una banda tremendamente representativa de lo que ha sido el pop y rock en español, haciendo un uso de la cultura, el idioma y la idiosincrasia propia de todo un país para comunicarse con un público que durante algunos años les quiso incondicionalmente por todo eso, y también porque fabricaban unas canciones francamente buenas.
Además, fueron testigos de su tiempo. A través de las páginas de Cómo Perdimos Madrid (título nada casual) vivimos el despertar de dicha ciudad a la cultura pop, los inicios de la movida vividos de primera mano y su tránsito hacia una decadencia de la cual Jaime Urrutia, Ferni Presas y Edi Clavolos tres protagonistas de esta historia, saben un buen rato. Pero también toda una galería de personajes que desfilan aquí: Coque Malla, Enrique Bunbury, Alberto Urrutia, Loquillo, Antonio Bartrina, Ramoncín y un largo etcétera, cuentan su versión de los hechos, como también lo hacen los tres implicados, entrevistados al efecto, o a través de los dos libros autobiográficos –Electricidad Revisitada Y Camino Soria– que ha escrito Edi Clavoel batería de la banda.
Con todo eso, y también la extraordinaria documentación reunida al efecto por el autor, nos metemos de lleno en el Madrid de finales de los setenta y principios de los ochenta, cuando todo era nuevo, peligroso y chulesco; paseamos por las carreteras españolas de gira con una banda que empieza a estar en la cresta de la ola y que vive aventuras ciertamente pasmosas; nos metemos en el local de ensayo de un trío siempre bien engrasado y dispuesto a dar lo mejor de sí en sus canciones; y por último, rebuscamos en los entresijos de una industria, la musical, a la que llegado un punto se le cae totalmente el velo de amabilidad y revela su auténtica cara.
De todo eso va un libro escrito, como decía, con mimo y cariño, que va mucho al detalle, ocupándose incluso de personajes tangenciales, pero a pesar de eso se lee con gusto y la fruición casi propia de las novelas. Y eso es porque aquí hay una historia digna de contar, pero además hay canciones. Y es un verdadero placer revisarlas, todas y cada una de ellas, con motivo de su lectura. Sólo por eso, este (gran) esfuerzo que ha hecho el autor ya ha merecido la pena.
Puedes comprar el libro: Cómo perdimos Madrid. Gabinete Caligari de Carlos H. Vázquez (Sílex Ediciones) en la web de su editorial.