La combinación de Beth Gibbons y ese escenario inmejorable que es Noches del Botánico se antojaba como un binomio poco menos que idílico, con la vocalista de Portishead presentando el que técnicamente –y si obviamos aquel disco de título Fuera de temporada (Go Beat, 02) que firmó junto a Rustin hombre– es su (agraciado) debut en solitario, Vidas superadas (Domino, 24). Una velada en la que, en efecto, la británica –acompañada de solvente banda de siete miembros– desplegó su magia con un halo de especificidades que motivaron la calidez de toda la actuación.
“Tell Me Who You Are Today” y “Burden Of Life” desataron el enigma, en unos primeros compases que acarician pero no inciden, casi a modo de tanteo y quizá preparando al oyente para el precioso torrente emocional que llegaría a continuación. Son solo los esbozos iniciales de lo que será una operación a corazón abierto que se desata con “Floating On A Moment” y esos matices vocales que parecen llegar desde otro universo. Una secuencia delineada con trazo fino y elegancia, sin grandes alardes ni aspavientos, pero del todo arrasadora en consecuencias. El concierto resulta, desde entonces, un despliegue de intensidades y tapices sonoros; un viaje que acontece justo delante de los espectadores, de extraordinaria belleza y sito entre la melancolía y lo inesperado.
Un trazado que incluye paradas en “Rewind”, “For Sale”, la impagable “Lost Changes”, “Oceans” o esas “Mysteries” y “Tom The Model” (rematada esta con impagables violines) recuperadas del mencionado Fuera de temporada (Go Beat, 02), con “Beyond the Sun” y “Whispering Love” rematando el grueso de la actuación. Para los bises queda programado el guiño a Portishead, con una “Roads” recibida a lágrima viva y “Glory Box” recordando por qué fueron una de las bandas más (literalmente) increíbles de los noventa. Un género en sí mismo. Un milagro. Y como recuperar el pasado está bien pero procede vivir el presente, la que noche terminó apuntando de nuevo a Vidas superadas (Domino, 24) y con la majestuosidad desatada de “Reaching Out”.
Un hipnótico concierto de texturas orgánicas, en donde la electrónica y ese trip-hop que Portishead ayudaron a perfilar de manera determinante pasaron a mero complemento, apostando la artista por una propuesta que, a pesar de la generosa banda que la acompaña, tiene en la austeridad uno de sus estandartes. Una hora y cuarto vivida con intachable respeto por parte de una audiencia que flotaba un metro sobre el suelo, inmóvil con la intención manifiesta de no desfigurar la escena, además de sumisa ante los cantos de sirena llegados desde un mundo mejor.
Fotos Beth Gibbons: Fernando del río
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