Hace unos días Carlos Boyero, junto a Carles Francino, decía lo siguiente: “A veces es irregular, muy vago y muy cabrito… y no da todo lo que podría dar, pero cada vez que veo a Van Morrison tengo la misma ilusión”. Creo que eso nos pasa a todos los que adoramos a este magnífico artista, nos importa poco o nada su actitud o complicidad con el público, solo queremos que nos lleve a tiempos pasados y felices para recordar que todavía nos quedan dioses en este olimpo actual repleto de mortales mediocres.
Ayer tuvimos la suerte de gozar y sentir la mejor versión del genio irlandés rozando la excelencia. El catedrático de Belfast salió al escenario con sus nueve maestros y los adolescentes que allí estábamos recibimos una tremenda clase magistral de soul, blues, bebop, jazz… y elegancia.
Cinco minutos antes de la hora oficial empezó a calentar la voz arrancando con «Only a dream». Rugía su saxo alto, como buen león, y empezaba el primero de los dieciocho temas con los que nos deleitó. En este segundo concierto que ha dado en las Noches del Botánico de Madrid, nos regaló dos temas más que en el primero. Se le notaba pletórico y feliz (a su manera, claro) e incluso, durante la cálida ejecución de «In the afternoon» le vimos una especie de mueca jocosa, un momento de complicidad con la banda en la que todos sentenciamos: “se ha reído,…¡Van Morrison se ha reído!»
La noche fue una sucesión de obras maestras, estaba a gusto, y no faltaron el afilado sonido de su armónica ni el fondo de armario de hits como «Days like this», «Someone like you», «Moondance» o «Gloria», impecablemente interpretadas por una banda enorme. Solo cuando te rodeas de los mejores puedes ofrecer lo mejor. Metales, vientos, percusión, teclados y guitarras, junto a las melodiosas voces de las cantantes se fundieron en una preciosa máquina de precisión musical.
No podíamos pedir más, era tarde y estábamos en un jardín bailando con la luna al fondo, tal cómo presagiaban «In the afternoon» , «In the garden» o «Moondance». Sólo faltaba que el broche final nos dejara en la «Gloria», y así fue. En medio del tema, Van Morrison se despidió, y quiso homenajear a sus compañeros de gira para que fueran ellos, con sus virtuosos “solos” quienes eternizaran la canción y nos fuéramos a casa felices, satisfechos y con ese gustazo que solo los conciertos memorables dejan. El gran trompetista Matt Holanda hizo un guiño final al público dejando caer las notas de «Brown eye girl». John McCullough en los teclados dio carácter a los temas clásicos. David Keary tremendo a las guitarras. Chris White Al Saxo, Neal Wilkinson a la batería, Samuel Burgess al bajo y contrabajo y el eterno Alan Wickett en la percusión formaron esta gran banda. Sin olvidarnos de las cálidas y enormes voces de las coristas Sumudu Jayatilaka Y Jolene O’Hara.
Le quedan unos días a nuestro admirado artista para ser octogenario y está perfecto. Se ha convertido en un gurú, con método, y profesor. “No hay gurú, sin método, sin maestro, solo tú y yo y la naturaleza” (‘en el jardín’). Larga vida.
Fotos Van Morrison: Víctor Moreno (Noches del Botánico)