Están viviendo un momento dulce el dúo formado por los hermanos Mael. La perseverancia y el sentirse unos “raritos” que se obcecan en no bajar la guardia, al final les está llevando a sobrellevar una madurez en donde el reconocimiento de público (de crítica lo han tenido casi siempre de su lado) les llena de orgullo. Asistir a alguno de sus actuales conciertos es la constatación de que los Moscas han creado un ecosistema sonoro que, fiel a su estética y sonido, ha conseguido trascender el siempre peliagudo factor generacional, y en eso muy pocos músicos en la actualidad pueden sacar pecho.
En estos años Ron Y Russell han estado en el foco mediático por diversas razones. La banda sonora para la película de Lesos Caraax Annette les hizo desfilar por la alfombra roja de Cannes cosechando alabanzas, Los hermanos Sparksel documental dirigido por Edward Wright ha servido para que mucha gente joven entre en su ideario sonoro, y su anterior disco, el gran La niña está llorando en su café con leche (2023), llegó a coronarse como el álbum más vendido en el Reino Unido, país que en el que ellos vivieron durante tiempo y facturaron joyas como Propaganda Y Kimono mi casa ambos de 1974.
El universo poliédrico de Moscas no conoce límites, y en su trigésimo álbum de estudio parece que tampoco están dispuestos a dar pábulo a concesiones gratuitas. Digámoslo sin rodeos: ¡ENOJADO! (Registros transgresivos2025) es otro capítulo fascinante en la trayectoria de los angelinos, y que los sitúa (de nuevo) en la vanguardia del pop iconoclasta y mutante. Con los años los ritmos adrenalínicos se han apaciguado (como no podía ser de otra forma: la edad pasa factura), pero siguen sonando igual de audaces manteniendo un sentido del humor socarrón.
Abrir el disco con “Do Things My Own Way” es una declaración de principios que los honra: sí, después de cincuenta años de carrera siguen haciendo lo que les da la gana, y lo claman a los cuatro vientos sobre riffs encendidos y electrónica marciana. La ironía es el puntal en el que se sostiene gran parte de la carrera de los hermanos, y en “JanSport Backpack” narran como el turbocapitalismo no hace otra cosa que fagocitar todo a su paso, y el título del tema, quizá, sea el de alguna de esas mochilas carísimas de lona que se lucen como símbolo de pertenencia al sistema.
Despertar de un mal sueño (este mundo loco, por ejemplo) es el sostén narrativo de “Hit Me, Baby”, en la que podemos escuchar guitarras furiosas, coros glam, y puentes inesperados que nos guían hacia el estribillo memorable. Los sintetizadores crean un ambiente claustrofóbico en “Running Up A Tap At The Hotel For The Fab”, y Russell canta sobre la necesidad que tiene un hombre de demostrarle el amor a su mujer aunque sea invitándole a hoteles caros que no podrá pagar nunca.
Una de las mejores canciones del álbum es la sinfonía teatral de “I-405 Rules” (la I-405 es una autopista que recorre el Gran Los Ángeles de norte a sur) con versos tan irónicos como “El Danubio fluye, el encantador azul y el Sena/OH Mon Dieu Volga’s Path/To Kazan Sumida en Japón I-405/Reglas I-405 Reglas” mientras que la etapa Moroder parece resurgir en la hermosa “A Long Red Light” y “Drowned In A Sea Of Tears” es otra muestra del magisterio del dúo para crear pop de altos vuelos.
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