David Sheff se lanza en Yoko a la exhaustiva y difícil tarea de realizar una biografía crítica antes de nacer. Si esta es de una de las figuras más controvertidas por los devaneos de la vida como es Yoko Onose antoja, además, complicada. Puede que su amistad con la artista multidisciplinar allanase bastante los cimientos para este libro, aunque, por mucho que insista el autor en lo contrario, la narración que se le presupone a una biografía acabe algo condicionada.
Yoko arranca de un objetivo ulterior, escondido (o no tanto) desde la propia escritura y orientación. Esa ambición es la de desmitificar el lado negativo que la artista sufre desde su salida de lo subterráneo para su salto a la fama. Desligar la figura de Yoko Ono de la de John Lennon es algo que la historiografía nos ha enseñado como imposible, por lo que la empresa por parte de Sheff es buena, pero ser bienintencionado no es suficiente. Poco ayuda a predisponerse a ello y a limpiar ciertas verdades incompletas el que la faja que promociona el libro tenga una enormes letras que rezan “John Lennon” y que la frase del Beatle sea la mejor carta de presentación.
Estructurada en tres grandes bloques, esta biografía (o “memorias”, que vendría a ser más certero) evoluciona e involuciona, por momentos, hacia ensayo y hacia reportaje, géneros de opinión que se distinguen por la mayor o menor participación subjetiva. Esa batalla de restituir el honor perdido aboca a que cada una de esas partes posea tonos diferenciados.
Mientras que la carrera inicial de Yoko Ono como figura clave del arte conceptual y una de las (a su pesar) más relevantes del movimiento flujo se traza con una pluma orientada hacia el registro artístico, la entrada (o reentrada) de Lennon aboca la biografía a una pérdida de peso de lo profesional para orientarse a un plano personal que marcaría el primero.
No es que en los primeros capítulos se deje atrás una u otra parte. Obviamente, las biografías acogen ambas, aunque el peso de una u otra en cada capítulo indique por dónde van los tiros de quien escribe. Sheff lo tiene claro y, aunque peque de plantear la batalla sin pudor para lograr su objetivo, calcula la carga necesaria en cada apartado. Si bien el tercer bloque aborda una cuestión más individual de la Yoko más reciente (o “solo Yoko”), el sustrato que yace bajo la intención del autor sigue latente.
Su reclamo dentro del desarrollo de las música vanguardistas es necesario en tanto en cuanto su nombre se fue desligando de su actividad artística. Obviamente, su visibilidad en este proceso recae sobre su exposición. Soy Paterson O Vostillapor ejemplo, difícilmente saldrán de los libros académicos, pero a Ono se le ha impuesto un aura de popularidad que sigue cimentándose con libros como este.
Por supuesto, Beatles arriba, Beatles abajo, las páginas de esta biografía consumen una buena parte en esa historia compartida de Yoko Y Lennonaunque Sheff lo emplee también como campo de batalla: fue Lennon quien dejó los Beatles; Yoko hizo que se quedase más tiempo de que él quería, viene a plasmar.
Yoko da la sensación de ir a ráfagas. Indica con detalle y precisión su labor artística inicial casi a modo de texto curatorial de catálogo. Sigue, se deja llevar por los problemas y sucesos personales, reconstruye la figura desde el activismo que se le permite a quien firma y deambula con criterio por la actividad de una Yoko Ono marcado.
Y Sheff cumple el objetivo planteado de esa deuda histórica y perdón a la figura de la artista pasa por cada lector, y este se decantará por una u otra acción si le pesa esa obligatoriedad de revisionismo historiográfico o si, por el contrario, se planteará la injusticia por el maltrato recibido a una figura esencial de las artes que, probablemente, nunca quiso estar en la picota.
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