Un 15 de mayo de 1995 llegaba a las tiendas Debería cocoel debut de Supersoplón, un subidón de rebeldía juvenil en la era del britpop, que sin proponérselo se adelantó al sonido urgente de bandas que llegarían al menos 10 años después.
Estábamos en el ecuador de la décadas de los 90, cuando el famoso britpop se había convertido en algo que casi formaba parte de las islas tanto como su monarquía o el pescado y papas fritas. La fiebre por las nuevas bandas había hecho sombra a la amenaza de taciturno grunge al otro lado del Atlántico. Estaba el duelo de titanes protagonizado por Oasis Y Difuminar y a su vez, Gamuza, elástica Y Pulpapugnaban por subir al podio de los elegidos.
Esas bandas lidiaban con la fama, la pertenencia de clase, el melodrama o la crítica social, cuando un trío de adolescentes de Oxford irrumpió con un álbum debut que dejando a un lado tantos temas sesudos y capitales, se centraba en el desenfreno, el caos y los chispazos de energía. Llegaba Debería cocouna de las joyas más emocionantes y electrizantes de aquellos años.
Energía juvenil
Estábamos ante un disco que transcurría a toda velocidad. Gaz Coombes (que entonces tenía solo 19 años) a la voz y la guitarra, danés a la batería y Mick Quinn al bajo formaban una máquina de rock acelerado que solo los amigos más cercanos pueden crear. No les interesaba la melancolía ni la presunción; su música rebosaba de energía caricaturesca y un amor por la psicodelia, el punk y el glam rock de los 60.
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El título en sí mismo —eufemismo cockney para «I should think so»— encapsula el espíritu travieso y divertido de toda una joya que desde el riff inicial de «I’d Like to Know», nos dispara como un viaje frenético. Sus latigazos punks y esa batería vertiginosa marcando el tono nos recordaba a El atasco, pero también a la arrogancia de T. rex y la mirada satírica suburbana de Las torceduras.
El agridulce éxito de ‘Alright’
Pero Supersoplón no eran simples revivalistas, eran tres chavales desprejuiciados que dentro de su propio caos eran capaces de contarnos el arresto real de Gaz Coombes en su adolescencia por posesión de marihuana en «Caught by the Fuzz» riéndose de sí mismos con una base rítmica urgente acompañando. Luego está «Alright», que ya sabéis, es el tema más conocido de la banda y un arma de doble filo, ya que les pasó algo parecido a Radioteco con «Creep». La canción se convirtió en una tarjeta de presentación generacional, usada en películas, anuncios, etc. Un himno alegre, con piano como protagonista, sobre lo que es sentirse invencible: «Somos jóvenes / Corremos verdes / Mantenemos nuestros dientes limpios y bonitos». Los catapultó al estrellato pero terminó lastrándoles.
En «Lose It» se inclinaban hacia el pop distorsionado y caleidoscópico de Pink Floyd en la era de Syd Barrett, mientras que «Lenny» nos atrapaba con la furia del garage rock. “Sitting Up Straight” y “Strange Ones” sorprendían con sus cambios de tempo mientras que «Sofa (of My Lethargy)» tiraba hacia la psicodelia.