Tras pasar una temporada al calor del soul aterciopelado que sugería distancias cortas y aprender a tocar “bajito” como eje sobre el que orbitó su notable trabajo anterior, El Largo Mañana (Lago Naranja Records, 2021), Rufus T. Firefly regresan al vigor de las guitarras incisivas en calculada colisión con ese remolino de electrónica tan característico para acabar por completar su disco más ambicioso y conseguido, tras una trayectoria marcada por la firme convicción en su discurso, coherente y decididamente personal. Capaz de sobrevivir en una dinámica tradicionalmente adversa para bandas sin grandes apoyos detrás que avanzan movidas por la pasión y el sacrificio, acaso motivadas por el fervor casi religioso de un buen número de seguidores que abrazan entusiastas las originales formas de ejercer su arte que los distinguen y alejan del consumo rápido y efímero alimentado por el pelotón de clones en búsqueda del foco cueste lo que cueste.
Como si el latido fiero de Magnolia (Lago Naranja Records, 2017) hubiera reservado energía para volver a sacar a la fiera a pasear, aquí predomina el nervio de la inmediatez, con puntuales guiños a la calma: apenas el pulso tenue y cálido de la sorprendente bossa “Canción de Paz”, con la que descolocaron a propios y extraños en su elección como primer single, la gustosa cadencia hipnótica de “Camina A Través Del Fuego”, el recogimiento de la sentida “Premios De La Música Independiente” (en la que no todo es lo que parece) y la final “Lumbre”, de desarrollo emocionante e hipnótico coronado por un solo de guitarra alucinógeno a cargo de Sastre. Son instantes para el respiro en un mar de sacudidas que arrastran sedimentos y dejan una manta de sal que no impide ver el fondo: sus textos como reacción ante la fealdad que impera mires donde mires. No necesariamente movidos por un trasfondo optimista, la apuesta opta más bien por una llamada a centrar la mirada en esas cosas buenas a las que alude el título del álbum, las cuales suelen manifestarse en mayor medida cuanto más próximo es el alcance del objetivo con el que se mira.
A las primeras de cambio, “El Principio De Todo” enseña las cartas de lo que ha de venir: batería enrabietada, sintes subyugantes, guitarras en ebullición y una melodía que atrapa reactiva y visceral, marcada por su característica impronta reclamando consolidarse con preferencia en sus directos. La onda expansiva alcanza a otros números infalibles con su apuesta por la electrónica en primer plano proyectando la imagen de Victor Cabezuelo Y Julia Martín-Maestrolos dos responsables principales del proyecto, manejando las teclas y los cables con destreza y maestría, configurando ese ingrediente esencial que impregna su obra con sofisticación y elegancia. Territorios que manejan con consabida solvencia y por los que transita gran parte del minutaje, con “El Coro Del Amanecer”, “Trueno Azul” o “Ceci N’est Pas Une Pipe” con la voz de Julia en un cruce entre Nuevo pedido, Future Islands y los números de Fuego arcade en los que Régine chassagne toma el mando de operaciones, conformando un trío protagonista que deja el poso que dejan las canciones importantes.
Pero el alcance de esta nueva obra no acaba aquí, y es que “La Plaza” muestra a los de Aranjuez en un alarde de concisión facturando un hit de guitarras con el punto de mira puesto en los dorados ochenta, y especialmente en Los Smiths; la descarga de ácido de “Dron Sobrevolando Castilla-La Mancha” los localiza en algún punto equidistante entre Cuatro tet Y Aparato con su incendiaria inercia y la titular “Todas Las Cosas Buenas” resulta algo así como el primo lejano de “Río Wolf” con su ráfaga guitarrera y su aroma a granito inquebrantable.
Compacto y aguerrido, el ecléctico catálogo desplegado en Todas Las Cosas Buenas aglutina con efervescente brillantez los distintos polos de un ideario musical inconformista e inquieto que reafirma su vigencia al ritmo que marca el carácter intuitivo y visionario de sus creadores.
Escucha Rufus T. Firefly – Todas Las Cosas Buenas
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