- No puedes volver porque la policía ha clausurado el edificio
- ¿Por qué?
- Porque Dead (entonces cantante de Mayhem) ha vuelto a casa
- ¿Ha regresado a Suecia?
- No, se ha saltado la tapa de los sesos.
Extracto de la llamada telefónica que Eurónico (posteriormente asesinado por Elecciones de los Vikers) le hizo a Infierno (Mayhem) para avisarle del suicidio del cantante del grupo.
Veintitrés años después de estos sucesos, en 2014, para conmemorar los 200 años de su constitución, Noruega decidió no rendirse ni a lo sencillo ni al pop comercial. En su lugar, eligió a Ivar Bjørnson (esclavizado) Y Einar Selvik (Wardruna) para crear “Skuggsjá”, una obra ceremonial plagada de tambores vikingos y oscuridad ritual. El país que en los 90s quiso enterrar los incendios de iglesias, los asesinatos y los gritos guturales de su escena black metal, los elevaba – al menos en parte – al rango de relato fundacional. Como si, tras décadas de escándalo y vergüenza, la nación asumiera que ciertas partes del black metal fueron un desliz juvenil, pero que – al fin y al cabo – globalmente ha sido una de sus exportaciones culturales más influyentes, capaz de generar turismo, estudios académicos y hasta lecciones de lengua.
En ese camino de asimilación y negación a partes iguales – al menos en la reedición que nos ocupa – se sitúa Señores del Caosel libro maldito que documentó ese estallido de furia juvenil. Y que, casi sin quererlo, acabó creando la mitología oficial de un movimiento que odiaba las mitologías oficiales.
En 1998 la editorial estadounidense Casa salvaje publicó Lords of Chaos, una obra que se movía entre ensayo periodístico, documental policial y tesis musical. Lo que ofrecían Moynihan Y Søderlind era más que información: era un relato total sobre el mal convertido en cultura subterránea. Un libro que incomodaba tanto por lo que contaba como por cómo lo contaba.
Esta edición de Es Pop Ediciones (2023) recupera la versión revisada de 2003, con nuevo prólogo, apéndices y textos que no solo amplían la información original, también ponen en cuestión la forma en que fue escrita. No es una reescritura, en ese sentido el libro es el mismo, sin embargo, contiene más notas y apuntes que en el original y nuevo prologo, que puede sonar casi a confesión editorial. Algo que, por otra parte, habrá quien interprete como un ejercicio de cinismo puro y duro por parte de los dos autores.
En su día Señores del Caos fue acusado de sensacionalismo no sin falta de razón. El tono con el que se relatan el suicidio de Muertoel incendio de iglesias o el asesinato de Eurónicose movía entre la frialdad documental y el placer narrativo. En esta reedición, los autores pretenden no esconderse y reconocen que escribieron “a la carrera”, que algunos hechos se sucedían, prácticamente en directo, mientras el manuscrito tomaba forma y que el caos no fue su objeto de estudio, más bien el contexto y como repercutió en la sociedad noruega. El libro fue, en parte, un producto de su tiempo; de la urgencia por narrar un fenómeno aún caliente, violento y contradictorio.
En lo tocante al plano musical, el texto siempre presentó fallos y omisiones, que los más expertos en black metal detectan con facilidad: genealogías mal planteadas, escasa profundidad estilística y – aunque en la última parte del libro tienen algún capitulo con lo que pasaba en otros países – poco rigor en cuanto a escenas paralelas fuera de Noruega. Pero lo que pierde en precisión, lo gana en enfoque. Porque lo que Señores del Caos captura – y eso nadie lo puede negar – es la atmósfera, ese clima denso y oscuro que rodeaba aquella escena. Y, además, lo hace con una estructura coral que anticipó – junto a Por favor, mátame (Legs McNeil y Gillian McCain) prácticamente coetáneos – muchos libros de historia oral musical que vinieron después.
Moynihan y Søderlind no trazan su relato con autoridad, pero sí lo hacen con: testimonios, algunos de ellos contradictorios, recuerdos distorsionados, egos enfrentados…la ideología o ese sentimiento universal, que es la necesidad de pertenecer, por mucho que sus protagonistas se empeñen en odiar a todos sus semejantes. Esa decisión narrativa arriesgada ha sido una de las más usadas en los últimos años, validando el modelo oral como formato para contar la cara B de la cultura popular.
Una de las reflexiones más jugosas del nuevo prólogo es la conciencia de los autores sobre lo que el libro ayudó a provocar. Señores del Caos, sin buscarlo, se convirtió en la piedra angular del relato black metalero mainstream. Todo lo que vino después – películas, documentales, parodias, merchandising… – lleva algo de su huella. Incluso ellos mismos admiten con ironía, que nunca llegaron a pensar que el libro llegará a tener repercusión fuera del círculo del metal extremo y que al final pudiera ser leído – por ejemplo, como uno de los autores fue testigo – en el metro de Nueva York por cualquier oficinista de camino a su trabajo.
Otro de los episodios primordiales del libro, a la par que incomodo – y que los autores abordan de forma directa en esta reedición – es el papel que jugó el texto en la difusión de las ideas de Hendrik Möbus, líder de la banda Absurdoabiertamente nazi y condenado por asesinato. En su día Señores del Caos incluyó declaraciones del sujeto sin contextualización subjetiva, lo que provocó no pocas críticas hacia los autores, por haber dado al asesino una plataforma internacional para esparcir su basura ideológica.
En esta edición, los autores reconocen – en retrospectiva – que la decisión fue problemática. No solo por el contenido de las declaraciones, también por sus consecuencias: parte de la información publicada en el libro fue utilizada posteriormente para arrestar y juzgar a Möbus, que había violado las condiciones de su libertad condicional tras huir de Alemania. Aunque Moynihan y Søderlind afirman que su intención era puramente documental, también reconocen que no valoraron con suficiente calma el alcance que podía tener dar voz sin filtro a ciertos “tipejos”.
En un punto se excusan diciendo que, gracias al libro, Möbus pudo ser detenido y, por lo tanto, tuvo sentido todo el tratamiento de este personaje en sus páginas. Como si ellos hubieran metido la entrevista a sabiendas de lo que iba a pasar posteriormente, lo comentado antes; unos cínicos y por qué no decirlo, un pelín sin vergüenzas.
Independientemente de mi opinión, es un momento clave del libro, porque revela la tensión ética con la que cualquier narrador de los extremos debe convivir ¿hasta qué punto documentar implica amplificar? ¿Puede uno contar la historia del caos sin convertirse en parte de su entramado, aunque sea sin darse cuenta?
A pesar de todo, a más de 25 años de su primera publicación, Señores del Caos sigue siendo un libro primordial, polémico e irritante. Pero también es un documento clave sobre una escena que mezcló música extrema, ideología y arte, llevándolo a limites que nadie jamás hubiera podido imaginar.
Esta edición de Es Pop permite revisitarlo con la inevitable distancia que otorga el paso del tiempo, mientras observamos a algunos de sus protagonistas, reconvertidos a honorables ciudadanos respetados por la sociedad noruega. Señores del Caos nunca fue perfecto y dudo mucho que sus autores lo pretendieran, pero narró el infierno en directo y fue testigo de todo lo aberrante de aquella oleada escandinava. Imprescindible.
Puedes comprar Señores del Caos – El sangriento auge del metal satánico (Es Pop Ediciones) en la web de su editorial.