Todavía anclados a una mirada musical marcadamente anglosajona, a menudo dejamos pasar la oportunidad de descubrir propuestas que están creciendo y ganando terreno en otras partes de Europa. Es cierto que, desde mediados de los años sesenta, escenas como la francesa o la italiana desempeñaron un papel decisivo en la configuración del pop en nuestro país. Pero cuando se trata de música cantada en portugués, rara vez hemos prestado atención con la profundidad que merece. Y si lo hemos hecho, ha sido más hacia Brasil, con una proyección global mucho más consolidada debido a los Estados Unidos, que hacia nuestros propios vecinos fronterizos.
Desde hace más de una década, decenas de bandas lusas vienen trazando un mapa sonoro independiente que combina identidad propia con una calidad que poco tiene que envidiar a la de sus homólogos europeos. Ni siquiera el respeto que despiertan festivales como el Paredes o la edición portuguesa en Oporto del Primavera sonido ha conseguido colocarlos en nuestro radar.
Más allá del sempiterno fado o de propuestas más mainstream, como Salvador Sobral y su estela eurovisiva, hay una generación de bandas como Como una campana, Ganso, Casete pirata o los inclasificables Napa que están girando y publicando discos de una solidez apabullante. Gótico portugués (2023), de Glockenwise, O Viceversa (2024), de Ganso, serían firmes candidatos a ocupar los primeros puestos en los rankings de lo mejor del año si hubieran nacido al otro lado de la frontera. En esa misma línea, y desde un peldaño superior, se sitúan Capitán Fausto: una de las formaciones actuales más interesantes y completas del rock independiente portugués.
Lo suyo es un universo claramente pop, pero construido desde una base funk que, en directo, saben expandir con una precisión casi quirúrgica. Salvando las distancias, comparten cierto enfoque sonoro con bandas como La mujer en Francia, Sin gen en Italia o los australianos (berlineses de adopción) Parcelas. En España, la comparación más cercana podría encontrarse en Fauna realespecialmente en Dime dónde estamossu último disco publicado hace apenas unos meses.
Desde la publicación por parte de los lisboetas de Gacelasu primer disco, en 2011, el entonces quinteto lisboeta (ahora cuarteto) formado por Tomás Wallenstein (voz, teclados, guitarra), Manuel Palha (guitarra, teclados), Domingos Coimbra (bajo, voz) y Salvador Sebra (batería), ha ido esculpiendo un sonido propio, inconfundible. Una identidad musical que alcanzó su cristalización con Tener los días contados (2016), uno de los discos más relevantes de la música portuguesa de la última década, donde residen ya himnos como “Amanhã Tou Melhor” o “Morro na Praia”. A lo largo de estos años, además de por su música, Capitão Fausto se ha consolidado como una de las piezas clave del sello Cuca Monga, auténtico catalizador del nuevo sonido portugués, en un papel muy parecido al que ejerce Montgrí en el ámbito estatal.
En marzo de 2024 lanzaron Subida Infinita, un álbum en el que no solo vuelven a demostrar la potencia de su sonido instrumental y la calidez de su propuesta vocal, sino que también marca un momento clave en su trayectoria: la salida de Francisco Ferreira, teclista y uno de los pilares del grupo hasta entonces. Su marcha generó ciertas dudas sobre cómo se reorganizarían en directo, pero el cuarteto ha sabido adaptarse con inteligencia y una conexión escénica que se mantiene intacta. En un panorama europeo donde estan regresando las propuestas groove y neo-funk, la de Capitão Fausto destaca por varias razones.
Primero, por la solidez del tándem rítmico: la batería y el bajo construyen los cimientos hipnóticos sobre los cuales se apoyan el resto de los instrumentos, fluyendo con naturalidad. Segundo, por la inteligencia con la que reparten ahora los teclados, asumidos por los guitarristas, y por último, por la importancia vocal compartida entre Tomás y Domingos, en constante diálogo y alternancia de registros, en un tono que oscila entre la alegría y la melancolía. Como anécdota: había más micrófonos que músicos sobre el escenario. Y eso que, para esta gira fuera de Portugal, han reducido la formación, prescindiendo de los dos músicos adicionales que los acompañan en los conciertos de este tour por Europa.
Con uno de los mejores sonidos que recuerdo en la Sala El Sol, Capitão Fausto aterrizaron por primera vez en la capital tras dieciséis años de carrera. Aunque no colgaron el cartel de “sold out”, la sala estaba prácticamente a reventar, con un público mayoritariamente portugués. Lo que ofrecieron fue un concierto redondo de principio a fin. El espectáculo se dividió en tres bloques. Una primera parte centrada en su último disco, interpretando cinco canciones del mismo en los primeros ocho temas, completándolo con tres de las composiciones más reconocidas de la banda: “Boa Memória”, “Morro na Praia”, “Semana em Semana”.
En el siguiente tramo, hicieron un guiño a La invención del día despejado (2019), su disco más brasileño y con un groove más marcado, grabado en São Paulo. Y, finalmente, un tramo final en el que se volcaron en los temas más energéticos, cerrando la noche con una enorme fuerza que culminó con “Na Na Nada”, la ya mencionada “Amanhã Tou Melhor”, una especie de jam session con “Santa Ana” y “Nunca Nada Muda”, una de las canciones más queridas de su último disco, que sirvió como broche final del concierto.
Ochenta minutos que no solo dejaron claro el talento de Capitão Fausto, sino también la riqueza de una escena que seguimos mirando de reojo. En un directo preciso, los lisboetas ofrecieron algo más que un buen concierto: ofrecieron una invitación a descentrar la mirada, a ampliar el mapa. Porque mientras seguimos girando en torno a los mismos nombres y referencias, al otro lado de la frontera se está escribiendo, con ritmo y personalidad, una de las páginas más interesantes de su música contemporánea. Quizá ya va siendo hora de escucharla como se merece.
Fotos Capitán Fausto: Victor Terraza