Cualquiera que viera a bdrmm en su paso por nuestros escenarios no hace mucho convendrá conmigo en que son algo a lo que prestar atención. Son una de esas bandas que quieres ver en su momento álgido, porque sí, porque aprecias en ellos algo que no aprecias en los demás. Y eso que realmente no están inventando la rueda. Pero, aunque les encontremos constantemente encuadrados en esta especie de fiebre shoegaze–sueño estallido que está tomando por asalto la música alternativa actual, ellos saben marcar su propia pauta.
No sé si lo saben, pero bdrmm se llaman así por ser inicialmente el proyecto de una sola persona, Ryan Herrerourdido en un ordinario dormitorio al norte de Inglaterra. La individualidad pronto devino en quinteto, con la adición de su hermano Jordan y amigos como Joe Vickers, que aún hoy siguen en el cuarteto en que ha derivado la banda y que completa el batería Connor Murray. Su reputación fue creciendo, sobre todo a raíz de un debut publicado en 2020 y canónicamente situado en las coordenadas del shoegazeaunque no tardaron en evolucionar hacia los territorios más electrónicos que transitaba I No Saber (2023), un segundo álbum que supuso, además, su estreno en el sello Roca Acciónpropiedad de los escoceses Mogwai.
Y este reciente Mcrotonic es, como todo tercer álbum debe ser, la confirmación de que a bdrmm toda etiqueta que les queramos poner les queda pequeña. Su evolución demuestra que son bastante más que unos meros seguidores, hasta el punto de parecer más bien los guías de la expedición. Su aura ensoñadora -sin que eso les encasille necesariamente en el sueño estallido– no para de crecer en una nueva batería de canciones que combinan de forma muy particular electrónica, guitarras envolventes, voces hipnóticas y atmósferas llenas de bruma. Un set que empieza, la primera en la frente, con una portentosa colaboración: Laboral de los hombres Club prestan sus habilidades a “goit”, una breve pero intensa apertura que nos envuelve en una suerte de rave oscura, al más puro estilo oscuro ola.
Poco shoegaze hay tampoco en el single “John on the ceiling”, que coquetea con el Drum’n’bass al son de una melodía plagada de melancolía. La cosa relaja con la romántica y espaciosa “Infinity peaking”, pero vuelve a oscurecerse con “Snares” y ese pequeño recorrido de fuerza que es “In the electric field”, probablemente la mejor del lote, que incluye otra contribución externa: la vaporosa voz de Aceitunas.
La paisajística pieza titular hace pensar en Brian Eno uniendo fuerzas con Nuevo Orden. Inaugura una segunda cara aparentemente más atmosférica que la otra. La obsesiva “Clarkycat” y la desgarradora “Sat in the heat” así parecen certificarlo, pero la encabritada “Lake disappointment” se encarga de poner un acento bailar antes de que “The noose” eche el cierre en tono minimalista a uno de esos discos que uno escucha fácil, pero asimila muy lentamente. De un poso emocional hondo que va mucho más allá, no cesaré de repetirlo, de corrientes o etiquetas. El típico (pero no tan frecuente) tercer disco que confirma la brillantez fuera de toda duda de unos artistas dueños ya de una evolución imparable. Así que atentas a esta banda, amigas y amigos, atentos…
Escucha bdrmm – Microtonic
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