Los últimos coletazos del invierno coinciden con la clausura de las actividades culturales que preceden al Festival de Cine de Málagadentro de la programación del MaF (Festival de Málaga). El broche de oro en esta edición lo pusieron El nuevo Remon y McEnroe en una perfecta puesta de largo de sus cálidas composiciones a media luz en el inmejorable marco del Teatro Echegaray, mostrándose como una manera inmejorable para entrar en calor en medio de la tormenta reinante de estos días. Con una puesta en escena austera y nada pretenciosa, el espacio lo ocuparon sus carismáticas personalidades y su arsenal de melodías íntimas vertebradas alrededor de sentimientos y vivencias acumuladas a lo largo de años y años de admirable e incansable trayectoria, superando obstáculos y manteniendo viva la llama de la inspiración.
Ensamblados con la naturalidad de quien parece haber sido separado al nacer, sus voces y sus textos generan una atmósfera envolvente que reivindica el poder sanador de una canción, con esos acordes que pronto se vuelven familiares abrazados por sus característicos timbres vocales. Fue una noche de reencuentro con las sensibilidades exquisitas de dos talentos destinados a colisionar dulcemente y en la que cobró lógico protagonismo el reciente y notable Nuevos Bosques (Cielos Estrellados, 2024)segundo capítulo de su fructífera puesta en común creativa. Así se sucedieron en el arranque hasta cinco de sus notables temas como “Amor Mío”, “Sombra” o “Banderas Rojas” interpretadas con meticulosa fragilidad, pudiéndose sentir el crujido de cada traste de sus guitarras y el latido de cada verso atravesando las entrañas. La poeta Isabel Bono redondeó una velada mágica con sus delicados recitados, transportándonos a un mundo de belleza onírica y abstracta gracilidad. “Por Fin Los Ciervos” se sumó a la fiesta recordándonos las bondades de Lluvia y truenos (Subterfuge, 2016)antes de que la desarmante “Triste Como Un Muro” que ya interpretó El nuevo Remon en su Última visita en solitario a Málaga hace unos meses, y la emblemática “Gracia”, estallido siempre clave en sus directos, dieran paso a una sucesión de momentos estelares de las discografías de ambos artistas por separado, con esas miradas cómplices de quien ha encontrado la horma de su zapato en su transitar por carreteras secundarias.
¿Qué sería de una noche de fuegos artificiales sin la traca final de “Agosto del 94”, “Lo Bello Y Lo Bestia” o la definitiva “La Electricidad”? Ver a Ramón Rodríguez y a Ricardo Lezón conversar sobre sus recorridos vitales, individuales y conjuntos, haciendo gala de su sincera amistad y ajenos seguramente al incalculable valor que tiene su capacidad para levantar catedrales de sonido que erizan la piel a cada revisión, es un ejercicio de reconciliación con la belleza que tantas y tantas veces nos esquiva en el día a día. Haciendo gala de su lenguaje cálido y cercano y desplegando su admirable puesta en práctica del noble arte de tratarse con respeto y ternura, el primero reflexionó sobre el reto que supuso componer algo a la altura de lo que la música del segundo le había generado y que cristalizó en la ya eterna “Lluvia Y Truenos”.
En definitiva, los que tuvimos la suerte de estar en el lugar y en el momento adecuados, esta fría y desangelada noche de marzo se reveló como el triunfo de dos tipos tranquilos intercambiando fragmentos de la banda sonora de nuestras vidas.
Foto El nuevo Remon y Mceroe: Joseph Megía