No es fácil escribir sobre una banda a la que has visto nacer y por la que sientes un gran cariño personal. Un grupo de amigos que se junta más por pasión que por técnica, en los ratos libres que el mundo les deja, buscando en el rasgueo de una guitarra una forma de liberación. Diría incluso que es uno de los mayores retos de este oficio: trazar la línea entre la amistad y la objetividad, entre reconocer un proyecto valioso y hacerle un favor a un viejo amigo para darle visibilidad
El miércoles 19, en la Sala Sol de Madrid, La Milagrosa presentó en directo su primer álbum, ‘Ya na me duele mal (2025)’, publicado apenas quince días. Pasadas las nueve de la noche, la expectación ya era palpable: la sala, completamente abarrotada, había colgado el cartel de agotado incluso antes del lanzamiento del disco.
Allí, en las primeras filas, cámara en mano y comprobando la luz, me di cuenta de que el sueño de Germán Ges (voz y guitarra), Jesús Martínez (guitarra y voces), Gonzalo Sánchez (bajo y voces) y Luna marina (batería) se estaba haciendo realidad. Sus canciones los habían llevado a conquistar un escenario mítico de la noche madrileña, y esa noche les pertenecía. No voy a mentir: yo era de los que más deseaban que el concierto saliera impecable. Si iba a escribir esta crónica, quería hacerlo desde el respeto que les tengo, no desde el amiguismo que tantas veces impregna la industria musical.
Recordaba sus primeros conciertos en Casa divertidasus sesiones acústicas en Sonidos de sofarlas pruebas del Discurso fresco de comidat o incluso su paso por el festival en 2023, en una carpa donde apenas treinta personas aguantaban bajo el sol abrasador. También a aquellos músicos que formaron parte de la banda en sus inicios, como Natalia Carril en los teclados o Carlos de la Viña (Bloodstein), quienes, de alguna forma, siguen siendo parte de La Milagrosa y su evolución.
Una banda que, como tantas otras formaciones recientes como Vicente Calderón, Toldos Verdes O Amor Líquidoentre otros, forma parte de los últimos grupos que se suman a la ola de la escena de guitarras que estamos disfrutando por todos los lares de nuestro país. Bandas que están sacando sus primeros trabajos y que, seguramente, marcarán la escena en los próximos años.
En el caso concreto de esta formación madrileña, se mueve en terrenos musicales tan abiertos como el post punk o el bedroom pop, pero siempre bajo una amalgama sonora completamente pop. Un elemento interesante es la ambivalencia de su discurso sonoro: por un lado, canciones más introspectivas y relajadas, heredadas de estructuras melódicas del estilo de Vetusta Morla, Lori meyers y compañía, y por otro, un torrente más guitarrero, energético y catártico. Es curioso, pero en su concierto, ambas capas estuvieron presentes y se podían ver claramente a lo largo del directo, no solo por el propio tipo de canciones, sino además por la introducción de una guitarra clásica electrificada como medio para lograrlo en algunas de ellas.
El concierto comenzó alrededor de las 21:45 y se extendió poco más de una hora, con un repertorio de veinte temas que recorrió toda su discografía, desde sus primeras composiciones como “Luna Plena” o “Día de mierda” hasta los cortes de su nuevo trabajo. Arrancaron con fuerza con “Tripitir” y “Me paso por tu zona” (dos de los temas más destacados del álbum en mi opinión personal), seguidos de “Cervezas, colillas, rayadas, pesadillas” y “Ácido hialurónico».
Hubo espacio para momentos bailables con la estupenda “Disco”, versión del tema homónimo de Surf Cursey Danza de la muerte, así como instantes emotivos con “Carlitos tiburón”. Y, por supuesto, no faltaron los inevitables fallos técnicos del directo, como el problema con la batería en el tramo entre “Disco” y “Danza de la muerte”, que, lejos de restar, fueron resueltos con rapidez y solvencia.
Uno de los momentos más icónicos llegó con “Vete por donde has venido”, cuando la banda se bajó de la palestra, posicionándose en el centro de la sala para interpretar el tema en formato acústico junto al público. Un momento mágico que, desde luego, quedará en la memoria del conjunto. También hubo lugar para temas como “Con otra cabeza” o “Ponzano”. Uno de los grandes puntos fuertes de La Milagrosa es cómo han sabido construir un setlist potente, icónico y con diferentes subidas y bajadas a lo largo del concierto; momentos más personales y otros más pogueros. Una discografía que, lejos de ser corta, funciona a la perfección, sabiendo construir un discurso propio que, además, se complementa a la perfección con los pequeños detalles visuales que introducen en algunas de las canciones: desde gifs de esqueletos bailando hasta fotos de sus antiguos compañeros del colegio.
Con la sala entregada y un grupo cercano, entre pogos y bailes, La Milagrosa cerró el espectáculo con dos de sus buques insignia: “Coletero”, convertido en un protohimno, y “Cansado”, una de sus primeras composiciones. Un final que dejó a los asistentes con ganas de más, con prácticamente todo el comercialización vendido y una sonrisa de oreja a oreja por parte de los músicos.
Una noche que, sin duda, marca un antes y un después en la trayectoria de la banda, donde la energía que les hizo entrar en un local de ensayo se mantiene, acompañada de una estupenda técnica que les hará recorrer buena parte del territorio nacional y copar titulares en la prensa musical. Esta misma semana, han sido anunciados dentro del cartel del Tomavistasen uno de los tantos conciertos que les hará ganarse el cariño y la admiración de la gente, como lo hicieron conmigo años atrás. Hay que mantener la fe. Espero que a vosotros también se os aparezca la Virgen de la Milagrosa.
Fotos La Milagrosa: Víctor Terrazas