“Es la música infinita, el sonido de Valencia”. Una ensoñadora voz en apagado lanza estas palabras al comienzo de “Música infinita”, la cuarta canción de Prohibidoel nuevo disco de la banda valenciana La Plata. Todos sabemos a qué se están refiriendo, qué pretenden emular. No en vano se encargaron de poner parte de banda sonora a la premiada serie La Ruta (Borja Soler, Belén Funes, Carlos Marqués-Marcet, 2022). Pero a mi esa frase me empuja a una reflexión algo más profunda.
¿Existió alguna vez un sonido de Valencia? Es decir, al que se refiere la canción fue generado en las discotecas, mediante canciones generalmente procedentes del extranjero o a través de otras creadas casi genéticamente para la ocasión. Pero también es cierto que durante todos aquellos años, en los subterráneos de la ciudad del Túria y alrededores, se iba fraguando algo. Una gran cantidad de bandas que rara vez iban más allá del local de ensayo, de unas actuaciones en la zona, de unos sueños que prácticamente nunca llegaban a fructificar y se diluían en un éter que ni por asomo resonaba en las capitales que sí contaban, como Madrid y Barcelona.
Todas aquellas bandas configuraron el subterráneo urbano de una forma completamente autogestionada, al margen de todo, como debe ser. No obstante, no podía decirse que hubiera un sonido común a todas ellas, únicamente remaban todas hacia el mismo sitio, para no hundirse. Así crearon un caldo de cultivo, una manera de funcionar, que pervive hasta nuestros días. Y ahí, precisamente, es donde entra La Plata.
En Valencia hubo un garito que se llamaba Revista en el que prácticamente todo el que cogiera una guitarra en la ciudad tocó alguna vez. Eso generó un espíritu en torno al pensamiento punk que, cuando echaron el cierre, buscó otros ámbitos para seguir respirando. La Residenciauna asociación cultural metida en la huerta del cinturón de la ciudad que aún hoy funciona a pleno pulmón, fue y es ese lugar. Allí se han cocido muchas historias y, sobre todo, una tendencia natural y generalizada hacia la recuperación de sonidos post-punk, punk Y estallido, que, mezclados con otras cosas, rendían cierto tributo con sello de actualidad a la época en que la Ruta era sólo un embrión. En el epicentro de todo aquello, bandas como Mausoleo, Terror futuro, Cinta adhesiva, Tercer Sol, Carmonas O Antiguo Régimen. Y entre todas ellas, La Plata.
La Plata siempre han brillado haciendo honor a su nombre. Surgidos de entre muchas de aquellas bandas que pululaban por el Revista o a Residenciaen seguida despuntaron de una forma descomunal. Las canciones de Diego Escrichesu principal vocalista y compositor, tenían una urgencia que te trasladaba tanto a la nueva ola, el after-punk ochentero o el más inmediato ahora. Eran plenamente introspectivas, pero incitaban de inmediato a unirse a esa fiesta de uno. No tardaron en ser foco de todos los elogios del mundo y su primer disco, Desorden (2018), tuvo más resonancia que ningún otro salido de “la terreta” en mucho tiempo. Fue publicado nada menos que por Sonido Muchacho, la disquera indie madrileña casi por antonomasia.
Tenían algo, algo diferente que iba mucho más allá de todas las referencias que les quisieras sacar. Una personalidad que sólo tienen las grandes bandas. Lo repitieron con Acción Directa (2022), un disco que miraba mucho más al “nosotros” que al “yo” y con el que siguieron avanzando, añadiendo elementos que iban mucho más allá de la -ya por entonces manida- etiqueta del neo post punk a la cual se querían pegar todos.
Dicen que el tercer disco es siempre el definitivo a la hora de asentar a una banda. Llega ahora Prohibido casi una década después de la formación de ésta.. No sabemos si asentará nada, pero desde luego demuestra una capacidad de reinvención poco frecuente de ver y escuchar. Infinitamente más introspectivo y cristalino que los dos anteriores, muestra a una banda en plena madurez que examina sentimientos profundamente íntimos y logra ese extremadamente complejo efecto de introducirnos a un mundo interior que es tan hermético como abierto. Un amalgama de sonidos que ni por asomo hacen perder personalidad a una banda que esgrime una sinergia entre todos sus componentes ya a prueba de bombas.
Desde el inicio a golpe de Dream Rock que marca “Cerca de ti”, con esos juegos entre una voz masculina y femenina que dialogan desde la intimidad, uno se mete de lleno en esta obra rotunda que en ningún momento da muestras de flaqueza. Las pequeñas pinceladas electrónicas Breakbeat que, sin embargo, vienen dadas por una batería orgánica, parecen que quieran “hacernos bailar con lágrimas en los ojos” como decían Ultravox en aquél tema que sonó tanto en Valencia. “Mirar atrás”, “Ruido blanco”, la citada (y fabulosa) “Música infinita” parecen seguir dicha premisa, pero pasado su ecuador, el álbum se torna mucho más calmo, más introspectivo si cabe.
Guitarras cristalinas, ruedas de arpegios envolventes y de sonoridad casi acústica, que encapsulan canciones tan asombrosas como el single “La vida real”, o esa especie de revisitación de los Cocteau gemelos que es “Agua clara”, que junto a la desarmante “Bien conmigo” y al pequeño escape paisajístico que es “Fin” dan rúbrica a un tercer disco que debería situar a sus autores como algo que vuela alto, más allá de la inmensa mayoría de la fauna y flora nacional. Una banda diferente, especial, que merece toda la atención y que debería elevar esa música infinita, ese sonido de Valencia, de una vez por todas, al nivel de denominación de origen.
Escucha La Plata – Interzona