El pasado martes 11 de febrero, Cala Vento celebró su décimo aniversario en una Alegría eslava abarrotada por segunda noche consecutiva, donde más que un concierto, se vivió una reunión familiar. Mientras la lluvia arreciaba sobre Madrid, dentro del teatro se respiraba un ambiente cálido y cercano, casi hogareño. Como si los asistentes hubieran sido invitados a una boda donde Aleix Turon Y Joan Delgado reafirmaban sus votos con la música, arropados por un público que ha sido testigo y cómplice de su trayectoria. La cercanía y autenticidad que los caracteriza hizo que aquella noche se sintiera especial, no solo como un hito en su carrera, sino como un homenaje compartido con quienes han formado parte de su viaje.
Cala Vento es sinónimo de amistad, pasión y autogestión. Desde su local de ensayo en el Carrer Encarnació de Barcelona, han forjado una de las propuestas más honestas y emocionantes del panorama musical español. Diez años de constancia los han llevado del underground a convertirse en una banda imprescindible. Su sello, Montgríno solo es un referente de independencia, sino la prueba de que el éxito puede construirse sin renunciar a los principios. O mejor aún, que son esos principios los que los han llevado hasta aquí. Para celebrar esta década, el dúo lanzó Brindis (2025), un disco de versiones que recorre su historia a través de las canciones que marcaron su camino, y emprendió una gira intensiva por toda España, con paradas dobles en Madrid y Barcelona.
Esta gira no es simplemente un paseo. Doce conciertos en doce días constituyen una auténtica prueba de resistencia, que exige grandes esfuerzos tanto a nivel físico como emocional. Hace unos días, en una entrevista que tuve con ellos para Ruta 66, me confesaban: “Estamos convencidos de que la gente que nos sigue disfruta con esas salidas de tangente”. Y, en efecto, el público no solo las disfruta, sino que las celebra. Cada riesgo que asume la banda es recibido con entusiasmo, porque en su esencia reside precisamente eso: la voluntad de desafiarse a sí mismos.
Cada tema elegido en este nuevo disco responde a una historia distinta, a momentos clave en la vida de Aleix y Joan. Es un homenaje a las canciones que, de una u otra manera, los llevaron a ser quienes son hoy. Las nueve reinterpretaciones que componen el álbum funcionan como polaroids personales de su trayectoria y encajan perfectamente en directo dentro de todo su repertorio. En el concierto, la primera canción de la noche fue “Mi canto libre”, una versión de Lucio Battisti que, en su momento, reafirmó su amistad durante el confinamiento, marcando una de las canciones invitadas en su regreso a los escenarios post-pandemia.
También sonó “Pau”, cuya interpretación en Paralelo 62 en Barcelona encendió la chispa para este proyecto, e “Insurrección” de El Último de la Filajunto a otras joyas como “Lento” de Julieta Venegas o “Del montón” de Sr. Chinarrocanción que no forma parte de este álbum, pero que bien podría ser la décima invitada. Un himno que se convirtió en un canto colectivo, coreado a capella por toda la sala. Hubo incluso espacio para “Sono innamorato di te”, la adaptación al italiano de su propio tema “Estoy enamorado de ti”, interpretada por Enric Lecocq, amigo de la infancia de Joan, quien la usó en su boda y tambien estuvo presente en esta. Una noche de emociones a flor de piel que no solo se quedó en lo simbólico, sino que también contó con la presencia de invitados cercanos, como el equipo de vientos que participó en el disco y Adri Marvabackliner de la banda, quien actuó como segunda guitarra en “Ferrari”.
El repertorio, de unos 90 minutos, abarcó cerca de veinte temas, combinando lo más reciente con lo más icónico de los cuatro álbumes (anteriores) que componen su discografía. Sonaron “Abril”, “Historias de bufanda”, “Un buen año” y “Teletecho”, además de “Unos pocos y otros tanto”, que fue elegida por el público durante un momento de interacción, imponiéndose sobre “La comunidad”.
La producción del evento también merece su propio aplauso. Con una iluminación sencilla pero efectiva y una organización impecable, todo funcionó como un engranaje bien engrasado. Sin embargo, lo que realmente marcó la diferencia fue el público: entregado, vibrante, saltando, coreando y generando esa energía que solo se siente en las noches verdaderamente especiales. Entre brindis con champán y abrazos, Cala Vento demostró que, después de una década, su música no solo sigue viva, sino que lo que se avecina es mucho mejor.
En los últimos compases del concierto, Aleix y Joan interpretaron la que, para mí, es una de las mejores canciones de este nuevo disco: “Blueprint”, una versión de Fugazibanda que ha sido fuente de inspiración para ellos más allá de la música. La visión y la autogestión del grupo estadounidense han servido como modelo para Cala Vento, que ha tomado sus ideales como bandera. Cuando cantaban ‘Qué más da lo que vendan, es lo que compras’, coreado por todo el público, una vuelve a recaer en la importancia que tiene este conjunto, no solo a nivel musical, sino dentro de la industria española.
Adoro a Cala Vento por su música, pero aún más por sus ideales, por su forma de ver e interpretar el mundo. Un grupo tan necesario que, en estos diez años de vida, además de regalarnos momentos espectaculares y grandes himnos para una nueva generación de melómanos, nos ha mostrado una actitud y un compromiso latente y continuo por construir algo más grande que ellos mismos.
Cuando sonaban estas estrofas, no podía dejar de recordar una frase que nos dejó Joan en el libro No Sonamos Mal: ‘Nuestro sueño es poder organizarlo todo nosotros. Soñamos con poder vivir realmente de lo que generamos. Queremos luchar contra la inflación de los cachés y los intermediarios, poco a poco. Rufus T. Firefly, por ejemplo, está en la misma onda. Son grupos que van más allá de simplemente crear canciones, entregarlas a un sello y cobrar por tocar en festivales. Queremos replantearlo todo’.
Por último, y en un bis espectacular, cerraron la noche con “Conmigo”, “Ferrari” y “Abril”. Un final que fue más que un simple broche de oro: fue la confirmación de que Cala Vento no es solo un grupo, sino un estandarte de todo lo que la música independiente debería ser. Mientras el público coreaba los últimos acordes, la sensación era clara: no estábamos solo en un concierto, estábamos presenciando una declaración de principios, una celebración de lo que significa hacer música con el corazón y sin ataduras. Y esa es, sin duda, la mejor forma de cumplir diez años en la carretera.
Fotos Cala Vento: Víctor Terrazas