Ya sabíamos de Ditzen gran medida gracias a sus amigos Ralentíque no han parado de hablar de ellos siempre que tenían la oportunidad y de llevárselos de gira también. Quizás por eso extrañó que, una banda a la que han apadrinado tanto sus exitosos colegas no lograran la atención adecuada para formar la típica larga cola de la sala El Sol, antes del comienzo de concierto.
Bien es cierto que, en este concierto impulsado por Primavera Toursla sala se fue llenando hasta los tres cuartos de su aforo finalmente, con una curiosa mezcla de público: jóvenes en la veintena y gente de cuarenta y cincuenta años.
Hace años que en Brighton se cuecen bandas arrasadoras, como la que nos ocupa, quien sabe si por el precio de las cervezas, notablemente más baratas que en Londres, el viento de sus costas o qué, el caso es que Ditz es otro de los tremebundos capítulos propiciados por la pequeña ciudad.
Los costeños no dejaron ni un alma intacta en sus escasos sesenta minutos de concierto y ojo, que no escribo en sentido figurado. Su líder y frontman Cal Francis nos pasó por encima; y no es un eufemismo, desde el comienzo de concierto en el que ya se puso a compartir una botella de vino con las primeras filas, hasta el final en el que acabó escalando al palco de sonido y luces, para sorpresa de los técnicos de El Sol, Ditz no pararon de masacrarnos ni un solo segundo.
El intenso set arrancó con la intro “V70”, para enlazar con la bailable y en apariencia amable e inofensiva “Taxi Man”, subiendo rápidamente el crescendo y como si no hubiera tiempo para nada más, con “Four”. Como si los primeros minutos hubieran sido un espejismo de tranquilidad, todo explotó ya con “God on a Speed Dial” prendiendo la mecha del pogo en la sala, que ya no acabaría hasta el final.
Con “Clocks”, un tema que es ya todo un hit y una de sus señas de identidad: riffs disonantes, el bajo en modo apisonadora, la batería golpeando certeramente y California retorciéndose desde el primer acorde al borde del escenario, como el que canaliza un demonio interior, nos dejaron claro que venían a sobrepasarnos.
Su concierto no tuvo altibajos ni momentos muertos, más bien fue un viaje sin frenos con un sonido apabullante y una banda en estado de gracia. Las referencias al noise rock y al postpunk son evidentes, pero Ditz logran tejer un sonido y una presencia propias, consiguiendo que el ruido no sea solo un fin, sino un medio para transmitir y conseguir que la sala se convirtiera en una suerte de iglesia, en la que Cal fue el predicador.
Todo el concierto fue un bombazo sin parangón, pero si hubiera que comentar momentos más destacables, serían con los temas “The Warden” que, por popular, consiguió que algunos casi subieran por los techos en un posible homenaje a Linda Blair, “Summer of the Shark”, cuya primera línea de bajo recuerda inevitablemente a “Waiting Room” de Fugazi, o “No Thanks I´m Full” con la que se despidieron triunfales, como el Teniente Coronel Killroy en la colina de Apocalipsis Now, sin dejar prisioneros y con un fuerte olor a napalm en toda la sala.
Fotos Ditz: Fernando del Río