Aunque en los últimos tiempos, la imagen de visionario que supo construir a fuerza de innovaciones se fue diluyendo por sus desfachatadas declaraciones públicas, los proyectos más ambiciosos de Elon Musk todavía conservan una chispa de gloria. Hace unos días, el magnate volvió a hablar sobre la colonización del Marte y su nuevo cohete Starship.
Una multitud de frikis planetarios y periodistas especializados se reunieron en las instalaciones de desarrollo de SpaceX, en la remota localidad de Boca Chica (Texas), para conocer los planes para descender sobre la Luna y Marte.
“El avance crítico que necesitamos para convertirnos en una civilización galáctica es lograr que los viajes espaciales sean tan habituales como los aéreos“, dijo el magnate.
A modo de anticipo, Musk señaló que su primer vuelo orbital podría llegar en los próximos seis meses. Mientras que los ensayos espaciales con humanos a bordo comenzarán a partir del año próximo.
Una segunda Tierra
La NASA es la máxima interesada en que la Starship, que comienza a generar algunas dudas, supere todas las pruebas sin ningún raspón. El vehículo fue elegido como el primer módulo de aterrizaje tripulado para el programa de exploración lunar Artemis para 2026.
Los pilares de esta aventura sideral son Artemis III (primer alunizaje con humanos desde Apolo 17), Artemis IV (primeras caminatas lunares y exploración del polo sur lunar) y según ha confirmado la NASA, varios servicios de repostaje.
La firma aeroespacial ensambló la Starship con la intención de ayudar a la humanidad a poner un pie en el planeta vecino y convertir su nave en una suerte de arca de Noé interplanetaria, en caso de que la Tierra sufra algún percance.
La intención de Musk es que la nave vaya y vuelva de Marte para gestar “una civilización floreciente y de a poco, terraformar el planeta para que se parezca a la Tierra y así, extender la vida tal y como la conocemos en la actualidad”.
Entretanto, considera que los primeros pobladores tendrán que implementar un sistema de soporte vital para crear un entorno sostenible y hasta resolver como mitigar los efectos de su atmósfera de color sepia.
Su polvorienta atmósfera es el 1% de la de la Tierra y está compuesta, en su mayoría, por dióxido de carbono (CO2). Para corregir este desnivel, Musk sugiere “calentar el planeta” durante muchos años, lo que derretirá un montón de CO2 congelado que se evaporará y densificará el ambiente.
Los cierto es que todavía hay muchos obstáculos que deberán superarse antes de que los humanos puedan considerar la variable de la terraformación. Uno de los cuales está siendo estudiado por Musk y es el método de transporte hacia y desde el Planeta Rojo.
Dos intentos y muchas dudas
La llave dorada que abrirá el cerrojo sideral es la Starship. Este vehículo consta de un propulsor de primera etapa llamado Super Heavy y una etapa superior de unos 50 metros de altura. Ambos elementos están diseñados para ser reutilizables.
Hasta el momento, SpaceX lanzó dos pruebas del cohete Starship desde Starbase. La primera tuvo lugar el 20 de abril del año pasado, terminó a los cuatro minutos de viaje con una explosión controlada.
El segundo intento fue en noviembre. Y si bien la separación de la primera etapa fue un éxito y todos los motores Raptor se encendieron según lo previsto, colapsó a los 8 minutos del despegue.
En el encuentro Musk declaró que, el tercer lanzamiento de la nave será en febrero y anticipó que tiene “muchas posibilidades” de alcanzar la órbita después de que sus equipos descubrieran qué fue lo que estropeó el segundo intento.
“El vuelo dos en realidad casi alcanzó la órbita. El motivo por el que no llegó a completarlo es que ventilamos el oxígeno líquido y esto condujo a un incendio y una explosión”, señaló.
Mientras tanto, sigue trabajando en “una versión mejorada de la nave que será más fiable, con mejor rendimiento y resistencia. A su vez, la versión 3 será aún más alta y podría alcanzar los 150 metros de altura”, declaró Musk.
En cualquier caso, se trata de un objetivo a largo plazo que probablemente está relacionado con la forma de aprovechar la potencia de Starship para transportan un volumen de carga útil.
De momento, con sus 122 metros, Starship vigente, es ya el cohete más grande y potente jamás construido. En el momento del despegue, genera 16,7 millones de toneladas de empuje, casi el doble que el megacohete Space Launch System que desarrolló la NASA.
Un gran desafío para la humanidad
Más allá de lo tecnológico, establecer un asentamiento en el Planeta Rojo incluye una serie de desafíos políticos, éticos y financieros, que van retrasar al menos dos décadas la llegada del hombre al planeta interior más alejado del abrazo del Sol.
Desde el punto de vista económico, el costo de una misión es tan onerosa, que aún no se ha estimado con precisión. Para contextualizar, el programa Apollo de la NASA costó más de 280 mil millones de dólares en valores actuales y esta operación solo nuestro satélite.
En cuanto a la rentabilidad, los expertos señalan que no existen recursos, como ocurre con la Luna, que pudieran ser extraídos y vendidos en la Tierra con valor suficiente como para justificar la empresa.
Además, plantea muchos interrogantes para la supervivencia humana. Su fina atmósfera, compuesta de CO2, ofrece poca protección contra la radiación solar. La temperatura de la superficie durante los días de verano alcanza los 20 grados, pero descienden hasta los -73 por la noche.
Una de las limitaciones de esta avanzada espacial es que el viaje no podrá ser simplemente un ida y vuelta. Debido al movimiento de los planetas, los colonizadores tendrán que asentarse algunos meses en el suelo herrumbroso antes de contar con una ventana de lanzamiento que les habilite el retorno.
Esta claro que la clave de la supervivencia, por la complejidad del transporte, será la utilización de recursos in situ. No sólo para la construcción de refugios sino también como administrar el oxígeno, la energía, el agua y los alimentos. Ya que no se pueden extraer del planeta.
Por eso, científicos e ingenieros están contemplando soluciones operativas como enviar unos meses antes de la llegada del hombre, un ejército de robot para excavar el suelo y asentar las viviendas subterráneas. Estos androides alimentados por energía solar, a través de sensores, podrán determinar la mejor ubicación para la colonia.
Para generar oxígeno, la sonda Perseverance de la NASA llevó a bordo un experimento llamado MOXIE (Mars Oxygen In-Situ Resource Utilization Experiment) produjo con éxito oxígeno a partir de la atmósfera de Marte, rica en dióxido de carbono.