Tenía ganas de tomarle la temperatura al fenómeno Ginebras, una de esas bandas que, mezclando melodías adictivas con textos que funcionan como anzuelo perfecto entre un público que busca inmediatez y cero complicaciones, ha conseguido una importante repercusión balanceándose entre el público más o menos indie y el mainstream de radiofórmula. Con una Sala Trinchera abarrotada, y una media de edad que no alcanzaba la treintena, Magüi Berto, Raquel López, Sandra Sabater (también en su proyecto en solitario, Grasias y ex Niña Polaca) y Juls Acosta (con familia entre el público) fueron agitando el ambiente a base de espídicas historias de amor postadolescente que bucean en temáticas que no por frívolas, dejan de ser de candente actualidad (redes sociales, festivales bañados en baile y alcohol, fines de semana destroyer …).
A pesar de tener solo dos discos en el mercado, el ritmo del concierto no decayó, arrancando sin perder ni un segundo con “Alex Turner” y “Crystal Fighters”, donde dejan claras algunas de sus filias musicales y trasladan todo lo que les generan a su coctelera de guitarras y coros desbocados, para conectarlas con “La Ciudad Huele A Sudor”, “Filtro Valencia”, “Lunes Negro” o “Cosas Moradas”, con pancarta incluida a la que dieron visibilidad mostrándose agradecidas a las fans responsables de tamaño detalle. Incluso se marcaron una encuesta popular, vía aplausómetro para decidir entre dos canciones, siendo “Todas Mis Ex- Tienen Novio” la ganadora.
Poco importó a esas alturas el escuchar rimas del tipo de “Malasaña” con “Carmen Lomana”. Ginebras no buscan revolucionar la historia del pop, sólo pasárselo lo mejor posible mientras dure su hype, y hay que reconocerles tablas, sonido impoluto, actitud y un manejo de los tempos que desemboca en recitales de felicidad sincera y nada impostada, embotellada en las dosis adecuadas para resultar una medicina eficaz ante las realidades grises que muchas veces resultan de enfrentarse a la vida con crudeza y sin antídotos de este calibre. La manera en la que han hecho suya el “Con Altura” de Rosalía, demuestra su seguridad y falta de miedo a la hora de encarar los retos. Sonó rotunda al conseguir llevarla a su terreno con brío y desparpajo, logrando un hit que encaja perfectamente con el resto de su repertorio.
El público, entregado desde el primer acorde, recibió su dosis de estribillos para ser coreados, bailó sin descanso y ejecutó un continuo karaoke que vino a corroborar que lo de la banda madrileña es una realidad más que constatada a base de trabajos divertidos y directos incendiarios. Lo demás, son divagaciones que poco vienen al caso. Es su momento y no cabe duda de que van a aprovecharlo hasta el último resquicio.