Pirámide es un trío sevillano, con base en Los Palacios para ser exactos, que hace música electrónica con buenas dosis de sampleados e incorpora elementos del folclore autóctono, combinando sintetizadores y bases cercanas a la música urbana. Parece un chiste o una ida de olla de algún productor con visión crematística, pero no; es más bien una realidad palpable en un disco –editado además en vinilo, eso es valentía- brillante y de una clarividencia sonora sencillamente apabullante.
Campo Modular no es exactamente un álbum para bailar. Se nutre de localismos y devaneos electrónicos para hablar de la vida y la evolución a través de la historia de la música popular. ¿Y cómo se traduce todo eso? Se podría decir que en una mirada piramidal, apelando al mismo nombre de la banda, que une tradición y vanguardia y compromiso social con hedonismo. A la rave que a veces reivindican con su sonido se contrapone un trip-hop reflexivo, al que Manolo Caracol nunca imaginaría ni siquiera acercarse, y eso que él es el protagonista tanto a la entrada como a la salida (“El uvero” y “El pastillero” son dos caras de la misma moneda, la mirada crítica y directa a la sociedad actual trayendo un pregón del maestro del flamenco a la incertidumbre de los tiempos actuales). No es el único momento en que a Pirámide se les ven las costuras, porque en las sevillanas corraleras de “Pintor de loza” o “El día que yo me muera” recurren de nuevo a unas raíces que por muy enterradas que parezcan siguen siendo base y excusa de todo este trabajo. Asombra la transmutación de una de las grandes coplas de la inconmensurable Marifé de Triana, “María de las Mercedes”, en algo parecido a un híbrido de Kraftwerk y Bernarda de Utrera. Casi la misma primera impresión provoca la revelación post punk de “La culpita” o las guitarras a lo Depeche Mode en “Rebabas”, continuando un camino de experimentación en el que la sorpresa es continua, incluso cuando el autotune impone su ley. Sitúan al campo, al vino y a la vida rural como centro para expandirse y llegar a un mundo más avanzado con conclusiones más lúdicas, como cuando identifican a algún personaje nocturno con su admirado He-Man, porque originales también son un rato. Sucede eso en “Carita”, y es en esos detalles donde descubrimos que están haciendo, por resumir, algo así como el nuevo ambient de las marismas del Guadalquivir. La cultura natural contra la rotunda artificialidad. Thom Yorke frente a Rusowsky. Ahí es nada.
Con sólo un disco y unas cuantas canciones de dudosa clasificación, el nombre de Pirámide probablemente no trascenderá a una escena a la que ellos mismos dicen no pertenecer. Lo que pueden hacer con las herramientas tecnológicas de las que disponen no es más que el principio de algo mucho más grande, completo y lúcido. De momento, darse una excursión por este Campo Modular puede ser una forma inesperada de descubrir parajes nuevos que no sabíamos que teníamos justo al lado de casa. Y de paso, respirar otro aire para renovarnos y anhelar días mejores.
Escucha Pirámide – Campo Modular