Existe una costumbre que me resulta curiosa y que les mencionaré como preámbulo a esta reseña. Y no es otra cosa que la costumbre compartida por los artistas y la prensa de asociar a una determinada escena musical en auge cualquier trabajo publicado, fundiéndolo a fuego a una etiqueta creada o no por los medios y más certera o no para definir un determinado sonido. Pues bien, una vez que se detecta y reconoce el desgaste de dicha escena, tanto artistas como prensa huyen de emplearla al tener que referirse a nuevas referencias.
Esta introducción me sirve para, como fanático y seguidor desde hace mucho del synthwave, comprobar como el término antaño empleado como imán para atraer la atención está siendo progresivamente evitada. No es la primera vez que pasa. Ha ocurrido, así recientemente, con el post rock –ahora se la agarran con papel de fumar y hablan de rock instrumental- o con el blackgaze –denominado ahora como black metal atmosférico o compuestos similares-.
Pero esto es algo que le trae al pairo a una artista tan personal como lo es Sunesis. La argentina afincada en Barcelona hace mucho tiempo que batalla dentro del denominado synthwave con un perfil tan alejado de los parámetros más evidentes y reiterados del género que le da completamente igual cómo se refieran a su música.
Entre sus querencias siempre han figurado junto al uso y deleite por el sintetizador inquietudes que fluctúan entre el dreampop o el shoegaze, aplicando sus recursos y elementos al imaginario de su siempre particular universo.
Su música para estaciones espaciales, como siempre le gusta denominar a sus creaciones, alcanza con la referencia recién publicada, Orbital (23), su punto más alto hasta ahora logrado.
Su sonido spacey, con gran influencia a su vez de la sensibilidad e imaginario asociados al anime, encuentra en las nuevas canciones su mayor grado de introspección y aislamiento emocional: la astronauta pareciera que ya no deambula al abrigo de esa Music for the Space Stations (20), sino que lo hiciera a la deriva, en mitad de la negrura del espacio, orbitando en torno a una fuerza encriptada en sus composiciones.
De hecho, su presencia vocal aparece más difuminada, entre susurros y armonías que no se plasman en palabra alguna durante la primera parte del viaje, la que abarca desde la ensoñadora introducción que es “Onboarding Medley” , pasando por dos de sus mayores conquistas musicales publicadas como singles previos, “Galaxy Empress” y “Black PrismA”, expansiva la primera y opresiva la segunda, jugando con determinadas texturas que podrían emparentarse con la querencia electrónica mostrada por Chino Moreno (Deftones) a través de su proyecto Crosses †††.
Tras el interludio sugerido por “To lobby elevator intermission”, resulta curioso que el primer tema escrito con letra se llame, precisamente, “Silence”, sonando con ese mood esquivo que desprende todo el disco, alejado de complacencias pretéritas, casi del todo olvidadas.
Es tal el nuevo planteamiento defendido que no es de extrañar comprobar que el metraje lo completen dos revisiones de temas pretéritos, “Go On” y “New horizon”, englobables también en el posicionamiento presente de Sunesis. Y entre ambas aflora “Moon Motel”, un breve instrumental misterioso que bien pudiera aludir a un No Lugar de los que solemos merodear, sin ser demasiado conscientes de tratarse de los auténticos sitios que determinan la deconstrucción de lo que fuimos antes de volver a ser.
Escucha Sunesis – Orbital (Records DK)