La tan esperada gira de reunión de blink-182 –propiciada por Live Nation– con el regreso del guitarrista y cofundador de la banda; Tom DeLonge, aterrizaba en Madrid con las entradas agotadas desde hacía tiempo. La expectación por ver a los tres californianos, supervivientes de la aquella ola del pop-punk indudablemente deudora de los primeros Green Day, era máxima desde primeras horas de la tarde en los alrededores del Wizkin Center. Viejas camisetas de la banda, otras de los citados Green Day, la horrible moda de las gorras con la visera para atrás y otros clichés de gente que no “quiere actuar como si tuvieran su edad”, eran señales inequívocas de que los “blinkis” llegaban a Madrid.
Incluso minutos antes de la hora establecida –las nueve y media de la noche– comenzaba a sonar “Así habló Zaratrustra” y salían al escenario blink-182 con el recinto a punto de venirse abajo de tanta pasión entre los presentes. Comenzaban con un sonido más que pobre, supliendo la falta de decibelios con rapidez en la ejecución y temas infalibles (que de eso anda sobrados) a saber, entre la primera batería de temas estarían: “Anthem Part Two”, “The Rock Show”, “Family Reunión”, o “Feeling This”, hasta llegar a un estreno en directo, titulado: “More than You Konw” y que presumiblemente formará parte del nuevo álbum.
La primera “sobrada” de la velada a la batería del afamado Travis Barker, siempre metido en su papel de tipo concentrado, en contraposición de sus dos “payasetes” compañeros de filas, llegaba con “Violence”. El Kardashian político dejaba claro así quien parece ser la estrella de esta banda, lo nunca visto en un grupo de punk ¡el batería! dando paso, eso sí, a un temazo.
“Up All Night”, o lo que es lo mismo, el tema que les convirtió en una especia de Back Street Boys del punk sirvió para lanzar las primeras toneladas de humo sobre el escenario, convirtiendo aquello en una suerte de “This is Spinal Tap” de gran presupuesto. La estupenda “Dysentery Gary” enlazada a su vez con “Dumpweed” –ambas de su gran disco Enema of the State (MCA Records 1999)– sacaban a relucir el primer gran “gimmick” de la noche (sabiendo que una actuación de blink-182 hoy por hoy es de por sí un truco) en forma de gran ambulancia sobre el escenario a punto de atropellar a la banda.
A todo esto, el sonido había mejorado un poco, pero no mucho ¿a alguien le importaba? Creo que no. La búsqueda de un sonido mejor, acorde con un espectáculo así, plagado de proyecciones, iluminaciones imposibles y todo tipo de detalles, debe ser una misión tan imposible como la de Tom DeLonge probando que existe la vida extraterrestre. El guitarrista lleva años sumido en ese empeño, así que la canción “Alien Exist” fue acompañada con recortes de prensa proyectados con la leyenda “Tom was right”, que sirvió – de paso – para que su compañero; el bajista Mark Hoppus bromeará a su costa.
Todo tenía el poso de nostalgia de unos componentes ya llegando a la cincuentena, que se empeñan en seguir usando bromas de “High school”, pero que están viajando en esta gira – dicen – con la familia a cuestas, acompañando a esas melodías gritadas por un público que, como ellos, quizás se agarran como un clavo ardiendo a esa visión siempre melancólica de la vida, que es no querer crecer.
Se empeñaron en tocar “Happy Holidays, You Bastard” totalmente a oscuras, únicamente iluminados por el fuego (real) que era escupido del suelo del escenario, para hacer luego la consabida versión más rápida. “Stay Together for the Kids” y “Always” dieron lugar al paroxismo celular entre el respetable, convirtiendo el Wizink en una luminaria sin necesidad de más iluminación.
“Down” fue el percutor para otro de los momentos al borde de la sobredosis de azúcar del concierto, con un Travis Barker ya elevado algunos metros sobre el escenario, con la ayuda de unos cables de acero, al más puro estilo “Kiss”. Como la glucosa estaba ya al máximo, Tom dejó momentáneamente la guitarra para cantar sin ella, mientras el público se desgañitaba. Claro que no pudo faltar “I Miss You”, que enlazó para el único momento serio de la noche, en el que Mark Hoppus habló de la recuperación de su enfermedad y de cómo blink-182 y sus fans le salvaron la vida, justo antes de comenzar con “Adam´s Song”.
Se acercaba el previsible final de show, que enfilaron con “Ghost on the Dance Floor” con un Travis aun subido en lo más alto, mientras unas manos fantasmales trataban de atraparle, para después sacar a pasear uno de sus éxitos y a la postre himno generacional; “What´s My Age Again”, propiciando uno de los momentos álgidos del show.
“First Date” tocada a la velocidad del trueno y cantada por el personal a un volumen mayor del que había en el escenario enlazó con la inevitable “All the Small Things”, otra canción por la que se les perdona todo. Con “Dammit” terminaban el set y echaban los restos, tanto ellos, como los efectismos del espectáculo; confetis, humo y algún petardazo.
Siendo realistas blink-182 nunca han sido una banda caracterizada por unos directos de calidad, eso lo saben hasta sus fans acérrimos a los que – a buen seguro – esta gira no está decepcionando, sin embargo, a nadie le hubiera amargado que la batería hubiera estado menos omnipresente y se hubieran oído mejor la guitarra, algunas veces prácticamente inexistente.
¿Concesiones a la improvisación? Ninguna. Todo estaba medido y preparado. ¿Previsibles? Mucho. Quizás siempre quisieron ser eso, una banda de estadio con todo lo que ello conlleva. Pero ¡qué demonios!, son los blink-182 sonando a blink-182.
Fotos: Óscar Lafox