De triunfo absoluto puede calificarse el cierre por parte de Amaia de la gira de presentación de Cuando no sé quién soy (Universal, 2022) ante un abarrotado y entregado Wizink Center. Tras año y medio en la carretera rodando este notable álbum, la artista navarra da por concluida una etapa que no puede dejarle mejor sabor de boca. Al éxito de crítica y publico que supuso su lanzamiento se ha sumado la gran respuesta del público en los numerosísimos conciertos que desde entonces ha ido enlazando, mejorando la fórmula según se han ido sucediendo los tramos de la gira, llegando al colofón final con el broche de oro que supuso su estreno en el mítico recinto madrileño.
Viendo el recital que durante casi dos horas mantuvo la atención intacta de los más de 12.000 asistentes que disfrutamos de este día histórico para su carrera, uno solo puede pensar que lo que escuchamos es el mejor reflejo posible sobre las tablas de una carrera que, si bien acaba de empezar, ya tiene unas cuantas muescas en su revólver. Un triunfo altamente reconfortante para unos fans que hemos visto como, apartándose de la senda del éxito inmediato que muchos de sus compañeros de academia han seguido, se puede llegar al éxito que supone un sold out en el Wizink siguiendo tu instinto y tomando decisiones artísticamente arriesgadas (en su contexto de pop comercial, entiéndanme) pero totalmente coherentes con la personalidad única de Amaia.
Porque la forma de ser de la pamplonesa es uno de los pilares de su propuesta. No solo por la manera en que se maneja sobre las tablas sino por la propia idiosincrasia de sus canciones y la manera de afrontar las numerosas y casi siempre acertadas versiones con las que revisita el cancionero popular español. Hasta seis sonaron anoche, si incluimos el extracto de “Ave María” con el que concluye la versión acústica de “La canción que no quiero cantarte”. A destacar su legendaria redención de “Fiebre” de Bad Gyal, un clásico propio ya, un “Cuando zarpa el amor” celebrado sobre todo por el público más adulto o “Ahora sí que sí”, versión que registró junto a Carolina Durante y que supuso un punto y aparte en su carrera, pero vayamos por partes.
Con agradecida puntualidad, a las nueve de la noche arrancaba el espectáculo con “Bienvenidos al show”, pieza que abre su último álbum y también todos los conciertos de esta gira. Tras ella, “Dilo sin hablar” y “La vida imposible” continuaron con el repaso a Cuando no sé quién soy, álbum que finalmente sonó en su totalidad. Con la emoción a flor de piel reconoció que “Estoy flipando” a las primeras de cambio ante el espectacular ambiente que se generó en el Wizink desde el arranque del concierto. Tras afirmar que había estado muy nerviosa por la trascendencia de la velada, no paró de interactuar con el público en todo momento y animarnos a que lo pasáramos tan bien como ella lo estaba haciendo y desde luego la arenga funcionó, con esa naturalidad y gracia nada impostada que tanto nos gusta a quienes la queremos.
Con ganas de agradar desde el principio y con el viento a favor, la navarra no escatimó en repertorio, colaboraciones y esfuerzo para entregar la mejor versión de sí misma. Cayeron todos los temas que tenían que caer y algunos más -hasta 24 canciones en total- con una entrega y un empuje que su amplia legión de seguidores (seguidoras en su mayoría) celebraron y corearon casi por igual durante las casi dos horas que duró el concierto. Un show que se cimenta precisamente en la fuerza emocional de esas canciones y en el carisma de una intérprete que sin grandes alardes escénicos llena el escenario generando esa tan difícil conexión con el respetable que solo los grandes artistas logran crear.
Además de su último álbum, se agradecieron mucho los rescates de su nada desdeñable primer álbum, en especial “El relámpago”, “Quedará en nuestra mente”, que fue el cierre del concierto o “Todos estos años”, que hacía tiempo que no interpretaba. Igualmente, las versiones y colaboraciones endulzaron un espectáculo que cuando cogió velocidad de crucero fue un no parar de bailes, abrazos y lágrimas entre sus seguidores. No faltaron a la celebración Rojuu para defender “Quiero pero no”, el imprescindible Alizzz (productor de Cuando no sé quién soy) cuyas dos canciones compartidas son cimas de su cancionero, en especial “El encuentro”, la omnipresente y cansina Rigoberta Bandini para atacar “Así bailaba” en el tramo final y la sorprendente presencia de Samantha Hudson para hacer las veces de la ausente Aitana en la versión desmadrada y final de “La canción que no quiero cantarte”. Todo funcionó como un reloj y teniendo en cuenta que uno de sus puntos fuertes son las baladas y que encadenó un tramo de seis canciones seguidas con la única compañía del piano, incluida una inédita, que logró salvar sin aburrir al respetable lo más mínimo, tiene su mérito. Como decía al inicio, me cuesta imaginar un concierto de Amaia que supere a lo ofrecido el sábado en Madrid, un repaso integral a su carrera ejecutado con una solvencia y profesionalidad no reñidas con la emoción y gratitud de una artista única de la que ya esperamos ansiosos sus próximos movimientos.
Fotos Amaia: Oscar Lafox (Last Tour)