¿Sabría Digby Pearson – fundador del sello británico Earache Records – en qué iba a derivar todo eso cuando creé su sello? Probablemente no. Recordemos que la disquera de Nottingham fue pionera en editar sin vergüenza alguna a grupos pioneros en el grindcore y muy probablemente sin su creación hoy nada sería lo mismo en lo tocante a los estilos que nos ocupan.
Han pasado muchos años hasta llegar aquí, tanto que han surgido subestilos del Grind que han derivado en un solo paraguas al que algunos llaman “metal extremo”. El caso es que, en España hay una nutrida representación de bandas y artistas moviéndose desde el underground, para no solo preservar una serie de estilos musicales, también para avanzar en ellos.
Uno de los encuentros más importantes a nivel independiente, es el festival burgalés, Burgore Death Fest, que en su tercera edición han dado un salto importante cuantitativa y cualitativamente, tanto en bandas como en asistencia de público.
Llegábamos al Andén 56 por la tarde y lo primero que sorprende es la sala, construida en unas antiguas cocheras de trenes, sobre tramos de vía y enfrente de lo que parece haber sido un espacio de reparación de trenes. La primera en la frente: un tipo con aspecto de vikingo intenta entrar en la sala con un hacha, me tranquiliza ver que el arma es de plástico, mientras alguien a su espalda bromea: “No sé si en esta sala dejan entrar con hachas”.
Sobre el escenario los valencianos Slamentable no dejaban echarse a la siesta a nadie, con su mezcla de: grindcore, deathcore y cachondeo, mucho cachondeo y saber reírse de sí mismos y de muchas cosas de su género musical. Porque Slamentable se toman el humor muy en serio, solo así se explican sus pintas, sus juegos de palabras y terminar con el clásico inmortal de Las Grecas; “Te estoy amando locamente”.
Con planteamientos musicales y escénicos totalmente diferentes, salían al escenario los veteranos Balmog. Desde mi punto de vista, la formación gallega se hubiera merecido tocar a otra hora, aunque entiendo que deber ser complicado colocar los horarios de diez bandas en tan poco espacio de tiempo. Nos esperábamos que Balmog iban a dar una salvajada de concierto en todos los sentidos y así fue.
El cuarteto gallego eleva el Black Metal a otro nivel, tanto por su profesionalidad, como por su puesta en escena y por supuesto, por su portentoso sonido. Canciones unas detrás de otras, que dejan sin aliento, sin paradas y con sonidos pregrabados entre tema y tema, para no parar la tensión del concierto en ningún momento. Temas como: “Birth of Feral Master”, o “Vigil of the Blinds” sonaron como un auténtico tiro. Sin desmerecer a ninguna de las bandas, para mí; de lo mejor del Burgore.
En menos de quince minutos salían a escena otra banda gallega ¡qué demonios pasa por allí! Y es que fue encomiable la organización del festival, así como el buen trabajo de la gente de sonido, aprovechando el espacio del escenario para dos backlines siempre a punto para la siguiente banda. Pues eso, Barbarian Prophecies sería la primera formación con chica al frente del Burgore, con una técnica vocal gutural impecable y un sonido depurado.
También se les notan los años – para bien – sobre el escenario, a pesar de su juventud; creo que están celebrando su veinte aniversario como formación. Con planteamientos urgentes, como tocan en este tipo de eventos y estilo musical, no perdieron mucho tiempo e hicieron vibrar a una sala que se iba llenando, con temas como: “Among Us”, o “PSI” en el que la batería sonó como una autentica ametralladora.
Llegaba la hora de los culpables de que este encuentro ser esté alzando como una de las mejores muestras underground de este tipo de sonidos. Y es que Nasty Surgeons son los principales culpables de la organización del Burgore. Tocaban en casa y creo que eso se notó en la sala, propiciando momentos de bailes muy salvajes y divertidos.
La propuesta de Nasty Surgeons es un Grind Death muy en la onda de los primeros trabajos de Carcass, o Exhumed. Al igual que algunas bandas del género abogan por la estética gore en directo, con camisas blancas manchadas de sangre e instrumentos tuneados con salpicaduras de ídem. “Fetal Hunt”, con la que abrieron su show, fue seguida de otras salvajadas como: “Ogre of Aptos”, o “The Resurrectionist”, con la que finalizaron su set.
Los burgaleses habían dejado la sala calentita a los catalanes Osserp, a los que reconozco solo llegué a sus últimas canciones, por salir a repostar (no solo de grind se vive). Suficiente para ver que no se andan con chiquitas y que fueron – quizás – la banda con sonido más agresivo del festival.
Si la vestimenta de camisetas de algunas bandas es el termómetro infalible para validar la cantidad de fans de dicha banda en un evento, la aparición de escobillas del váter portadas por gran parte del público solo podía significar una cosa; llegaban los checos Gutalax. El cuarteto de grindcore ha hecho de la escatología toda una imagen de marca, tanto por su puesta en escena, como por sus vídeos y sus supuestas letras.
Sonido apabullante y cachondeo “to the maximum” fueron las señas de identidad de su set, ensombrecido a veces por la verborrea imparable de Martin Matoušek, empeñado en parar su concierto para contar anécdotas, presentar las canciones a modo de chiste, o para decir que iba a estar hasta las 5:00 bebiendo cerveza, aunque se fueron al hotel nada más acabar. Pero quién soy yo para cuestionar nada, si la verdad es que el punto álgido del festival, en cuanto a público y bailes salvajes fueron ellos. El pueblo soberano del Grind habló y determinó que Gutalax, con temas como: “Robocock”, “Fart Fart Away”, la muy celebrada “Shitbusters”, o la recién estrenada “Diarrhero” (atención al vídeo de esta) fueron las estrellas del festival.
Llegaba la hora de lo que hoy día es prácticamente una leyenda en estos ámbitos, la hora de Haemorrhage. Anteriormente los checos lo dijeron bien clarito: “si no fuese por Haemorrhage, Gutalax no existiría”. Y es que los madrileños son importantes dentro de nuestro país, pero más por Europa. Desde su alumbramiento en 1990 no han parado de girar por todo el mundo y fueron pioneros en la puesta en escena gore, que hoy muchas bandas esgrimen.
Así, el quinteto con sus clásicos trajes sanitarios llenos de salpicaduras, con un inquieto Fernando al frente, desplegaron el potencial al que nos tienen acostumbrados. Cero fallos, todo pasión y potencia, combinados en un concierto como si fuese su primera gira, incombustibles. No pudieron faltar cortes como: “We are the Gore”, “Transportig Cadavers”, “Midnight Mortician”, o su rapidísima versión de Piperrak de “Kualkier día”. Concierto sin ambages el de Haemorrhage, sobresaliente en todo.
Llegaba otra de las sorpresas del festival en cuanto a sonido y planteamientos escénicos, el del cuarteto londinense Basement Torture Killings, poseedores de una velocidad al borde de la legalidad. Sus letras e ideario están basado en el “true crime” y psychokillers varios, por lo que no es de extrañar que la cantante Beryl salga vestida como de niña fantasma (o similar) portando un osito de peluche que acaba con las tripas por fuera.
La base rítmica me pareció una auténtica barbaridad y los duetos de la mencionada Beryl y el guitarrista y también cantante Tarquin; muy originales. Canciones como: “Rat Catcher”, “Drill Bill Erótica”, o “Public Displays of Aggression”, con la que fueron terminando, provocaron más de un pogo y algún conato de simpático mosh pit.
A los madrileños Oxicorte les tocó salir a una hora con la sala ya mermada en cuanto a público y eso, sumado a algunos problemas técnicos de sonido, quizás fueron factores para que no diesen una actuación a la altura de sus dos únicos y excelentes E.Ps publicados hasta la fecha: “Burn ´Em All (2022) y Evil Pulse (2021). Se autodenominan como “Rotten Death Metal” y las canciones de los mencionados discos así lo corroboran. Habrá que estar pendientes a ver a la banda en más ocasiones.
Llegábamos sanos y salvos al final de la noche, con los pabellones auditivos de una pieza a pesar de la tralla metida por todas las bandas. Los encargados de cerrar eran los salmantinos Lethargic, dueños de uno de los sonidos más oscuros del festival, al igual que la temática de las letras. El caso es que el cuarteto, contra todo pronóstico (conste que no lo digo por ellos, sino por las horas y la cantidad de gente que se había ido) dieron uno de los grandes conciertos del Burgore.
Con un frontman sin parar de moverse como un tigre enjaulado y con un chorro de voz inapelable, el resto de la banda fue construyendo un muro de Death Doom tan brutal como siniestro y cortes de su último trabajo; Woodoo Tumba (2023), como: “Decúbito Supino”, o “Seres que se arrastran”, fueron el colofón perfecto para una noche tan atronadora.
Se cerraban así las puertas del Anden 56 con una afluencia estimada – según fuentes de la organización – de unas 600 personas, todo un récord para este tipo de música. Quiero destacar, como he comentado, la buena organización para todo y el buen ambiente entre grupo y públicos. Nos veremos en el 2024.
Fotos Burgore Death Fest 2023: Fernando del Río
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