En el año 2013 la construcción de una carretera entre dos barrios del suburbio de Reykjavik fue fuente de conflictos entre gobierno y ciudadanos, ya que esta iba a pasar por el hogar de los Huldufólk (Elfos Islandeses). El asunto se zanjó cuando una vidente medió entre estos y la empresa constructora, para que la carretera se estrechase en los tramos donde se situaban las casas de los Huldufólk; y para que una iglesia élfica fuese instalada cerca de los supuestos hogares de estas criaturas. El objeto era que los Huldufólk no tuviesen que cruzar la carretera con el evidente peligro para sus vidas.
Dicho esto, no nos debe extrañar todo el imaginario y universo de Björk, tanto el anterior como el desplegado en su espectáculo Cornucopia. La artista islandesa se presentaba en Madrid el pasado 4 de septiembre con su espectáculo, después de haber estado 16 años sin pisar suelo madrileño. ¿Por qué ese olvido? ¿se ha hecho algo mal? ¿se ha dado cuenta Björk. vegana convencida, de que somos uno bárbaros? Bromas aparte, la espera para muchos fans ha sido dura, aunque no lo suficiente como para agotar las localidades del Wizink Center. Según fuentes de Live Nation más de 8.000 personas ocuparon los asientos, sin llegar a las 8.500 plazas –todas sentadas, por requerimiento de la artista– del recinto.
Con puntualidad sobre el horario comenzaba el show a las 20:00, solicitando que no se grabase ni se hicieran fotos con los dispositivos móviles “por petición expresa de la artista”, para disfrutar el espectáculo en su totalidad. Petición que no tuvo mucho éxito, al menos en los primeros momentos de actuación, como si los madrileños quisiesen que Björk no regresase hasta dentro de otros 16 años.
La voz enlatada de la islandesa en el tema “Family”, de su álbum Vulnicura (One Little Independent 2015) daba la salida al sin igual y solido espectáculo de Cornucopia, vertebrado musicalmente en sus álbumes: Utopia (One Little Independent 2017) y Fossora (One Little Independent 2022) y construido por: los artistas audiovisuales Tobias Gremmler, Andy Huang, Nick Knight, M/M y la escenógrafa Chiara Stephenson.
Se abría el telón y ¡oh! aparecía ella embutida en un precioso vestido rojo y negro que no abandonaría hasta casi el final del show. Arropada en todo momento por el septeto de flautas Viibra, capaces de bailar al mismo tiempo que tocan, en una coreografía preciosista y sin fallos, un percusionista rodeado de todo tipo de tambores e instrumentos creados para la ocasión, una arpista y un señor a los mandos de la nave espacial de los sonidos extraterrestres, fue desgranando el total de su set.
Todo sonaba perfecto, tanto que cualquier mal pensado podría decir que hay algo ahí de engaño o sonidos pregrabados, pero no, todo en Cornucopia es orgánico, por difícil que sea de creer, comenzando por su voz – inaccesible al suceder del tiempo – y terminando en las mencionadas Viibra, capaces de saltar como los Huldufólk en el bosque y no fallar ni una nota.
“The Gate”, “Utopía”, o “Arisen My Senses” sirvieron como puerta al mundo onírico de la totalidad del espectáculo, para que viéramos desparecer a Björk, llegando a pensar que se iba a tomar un descanso, pero no; se introdujo en una camara de reverberación, creada exclusivamente para esto, para cantar “Ovule” mirando al público a través de unas cámaras apostadas en dicha cueva.
“Show Me Forgiveness” de su disco Medúlla (One Little Independent 2004) despertaba entusiastas aplausos entre el respetable al ser reconocida, a pesar de lo diferente de esta versión. Como si quisiera desprenderse de su pasado lo más rápido posible, rápidamente soltó “Venus as a Boy” de su álbum Debut (O.L.I 1993) que enlazó con “Claimstaker”. La última concesión a sus fans de tiempos pasados fue “Isobel”, quizás de las mejores recibidas por la audiencia, que sirvió de despedida para la Björk más clásica para continuar con sus actuales planteamientos sonoros y visuales.
La delicada “Blissing Me” se tornó casi salvaje y desbocada por culpa de esas percusiones fantásticas, que en todo momento resaltaron la notable actuación; y sirvió para llegar al ecuador del concierto. En un interludio en el que pudimos escuchar a criaturas y pájaros del bosque nórdico en una noche mágica, se empezaron a averiguar los primeros sonidos de “Victimhood” que enlazó de manera magistral con una Björk en estado de gracia para cantar una versión bella y violenta a partes iguales de Fossora, inclasificable, como ella misma. Aunque todo fue magnifico, otros momentos difíciles de olvidar fueron “Features Creatures” y “Tabula Rasa”, que supuestamente marcaba el final de actuación.
Regresaría Björk esta vez vestida toda de blanco, pero antes la sueca Greta Thunberg nos desafiaba a través de pantallas a ser más consecuentes con la emergencia climática, al mismo tiempo que nos emplazaba para creer en las nuevas generaciones para ello. Antes de despedirse y a pesar de su merecida fama de cascarrabias, presentaría a su banda antes de soltar un par de tímidos “gracias”, para tocar: “Future Forever” y “Notget”.
Cornucopia es en definitiva una celebración de la vida, con una serie de proyecciones tan sublimes y perfectamente hiladas, que hacen parecer a todos los elementos del escenario, animales y seres vivos, mientras la música suena tocada íntegramente en directo, a veces bella, a veces atronadora, como una tormenta.
Puede que el ser humano esté haciendo todo lo posible para destruir el mundo, pero Björk nos recuerda también la grandeza de este y si un país –por pequeño que sea este– es capaz de modificar sus carreteras para salvar a los Huldufólk, puede que no esté todo perdido ¿o qué?
Fotos Björk: Santiago Felipe (Live Nation)