En todo Festival de Cine Clase A, de los de primera línea como los de Berlín, Cannes y Venecia, en orden cronológico por el mes en que comienzan, el primer fin se semana es el que aglutina lo mejor.
O al menos, lo que se intenta priorizar, y mostrar para afuera. Es sentar posición y decir: esto es lo que tenemos.
Mucho se habló y seguramente se seguirá haciendo de la inclusión de las nuevas películas de dos cineastas “cancelados” o en camino a serlo. Woody Allen no consigue productores en su país, y no puede rodar en su Nueva York idealizada, y Roman Polanski ya sabemos que desde los años ’70 no puede poner un pie en los Estados Unidos porque termina preso por violación de una menor hace,casi, 50 años.
Cannes no quiso programar sus películas porque temía que la atención mediática se centrará en cuestiones extra cinematográficas.
Bueno, la Mostra programó para este sábado The Palace, lo nuevo del director de Barrio Chino, y el lunes Coup de Chance, que el realizador de Match Point rodó en francés y precisamente en Francia.
Ambos realizadores han forjado sus carreras con dramas y comedias, y a este último género pertenecen sus nuevos filmes.
The Palace transcurre durante la Fiesta de Año Nuevo del 2000, con todo lo que se preveía que podía suceder con el Y2K. En un hotel 5 estrellas en los Alpes suizos, personajes de lo más extraordinarios -y extra ordinarios-, millonarios y figuras del show business harán la cuenta regresiva entre copas de champagne y caviar ruso.
Pero ¿qué cuenta The Palace? ¿Cuáles son los conflictos, si es que los hubiera? Hay un personaje que es el que aglutina todo, el manager del hotel (el alemán Oliver Masucci) como sucedía con el que tenía Ralph Fiennes es El Gran Hotel Budapest, de Wes Anderson.
Si el director de Tess, El pianista y La danza de los vampiros ya tiene 90 años, otros intérpretes veteranos y de variada nacionalidad lo acompañan en su nueva obra. El británico John Cleese, miembro de los Monty Python, es un multimillonario que planea celebrar el primer aniversario de casado con su joven esposa (él tiene 97, ella, 22). Al principio cuesta reconocerlo, pero ése que camina con peluca amarilla y la piel anaranjada (“por el sol californiano” se escucha), no es otro que Mickey Rourke. Y si no lo reconocemos es también por las tremendas cirugías que se ha realizado en su rostro.
Hablando de cirugías, muchos de los gags van por ese lado, con el portugués Joaquim de Almeida como el doctor Lima, quien debe ayudar al perrito del personaje de otra vieja gloria, pero del cine francés, como Fanny Ardant.
La actriz de El último subte sucumbe como la mujer que desea que un plomero vaya a destaparle la cañería a las 4 de la madrugada del 1° de enero.
Gags de este estilo pululan, y la mayoría no deja bien plantado a Polanski, con personajes femeninos tratados como objetos sexuales, misoginia y homofobia.
El guion es la base del despropósito y Polanski lo comparte con Jerzy Skolimowski (Eo, que compitió con Argentina, 1985 en el Oscar este año) y Ewa Piaskowska.
Tibios aplausos y muchos abucheos, más un “pelicola di merda” mostró cómo la prensa y la industria acreditada recibieron lo nuevo, pero gastado, de Roman Polanski.