Una instantánea extraída de un lugar de nuestra cotidianidad puede contener un alto grado de extrañeza, como si verla desde otra perspectiva y otro tiempo ya no nos perteneciera. Un restaurante chino es inmortalizado desde el otro lado de la barra. Un gran cuadro preside de una casa de alguna urbanización preside el comedor, posiblemente de su Louisville natal, o quien sabe. Qué importa. La imaginación nos sirve, entre otras cosas, para recrear una topografía nueva. Una mesa está preparada, no sabemos si para el día siguiente, porque el bar-restaurante ya está cerrado aunque fuera de campo no oigamos el trajín ruidoso de algún trabajador. Es una escena que me la imagino salida de un fotograma de algún filme de David Lynch por el poder evocador y casi espectral. Aquí reside el misterio de la cotidianidad, como cuando en Blue Velvet una oreja cercenada en el jardín de una casa apareada nos llevaba a un submundo que latía en el subsuelo de un pueblo en el que, aparentemente, no pasaba nada y todo estaba controlado.
La música de Will Oldham es como adentrarse en un espacio de bienestar, de música que te abriga y no te deja nunca a la intemperie; pentagramas que son como el murmullo de una voz amiga que te recuerda que siempre estará a tu lado. Pero Oldham tiene la capacidad de cortocircuitar esos espacios benignos con alguna salida de tono en su siempre interesante trasiego de idas y venidas. Que si una colaboración con Bitchin Bajas o Tortoise reformulando los sonados asociados a la Americana, que si un verso que traza una grieta inesperada en el devenir de una canción que te deja noqueado, que si sus apariciones en el cine, etc. Como dice en el primer tema de este disco “Change is a constant and so I am constantly changing,” aunque luego nos haga rendirnos con un “Everyone dies in the end so there’s nothing to hide,” en un juego de contrastes perturbador.
Su nuevo disco Keeping Secrets Will Destroy You (Domino, 2023) son canciones elaboradas con amigos músicos de la escena de Louisville. Se nota que este disco está hecho entre gente de bien, gente que disfruta de coger los instrumentos y amenizar una sobremesa entre cigarros y copas y risas y confesiones. Gente de bien es Bonnie «Prince» Billy que nació para contarnos historias y mas historias. Pero historias de gente común que esconde las penas más grandes del planeta o las alegrías son compartidas entre iguales. Un disco en el que todos los músicos tienen el mismo protagonismo, aquí no hay jerarquías que valgan. Todos los involucrados en estas doce canciones son una fuerza común.
Y las canciones son primorosas. “Like it Or Not” abre el disco como si se tratara de un vals con ecos a Emmylou Harris y a Leonard Cohen, maravillosos arreglos de violín y una Dane Waters acompañando como segunda voz. Tras poner la pica en Flandes, no baja el listón con Behold! Be Held! en la que nuestro hombre expresa su deseo de seguir en la música (un aviso para quien lo quiera escuchar). “Bananas” es una gran canción de amor con ecos a Neil Young circa 1978. Una gloria de tríada.
Una mandolina acompañada de sección de cuerda cambia un poco el tempo del disco en “Blood Of The Wine” con la voz de Bonnie jugando con los diferentes matices en su voz, y es “Trees Of Hell” donde el sonido se tensa para narrar la devastación medioambiental en la que estamos inmersos.
Más gemas para recordar: el finger-picking de “Rise And Rule (She Was Born In Honolulu)” es de una sensibilidad admirable, “Queens Of Sorrow” arranca como si fuera una canción de Simon & Garfunkel para luego avanzar por una filigrana en clave folk panorámico.
Acaba esta obra maestra con Bonnie «Prince» Billy prometiendo vengarse de todos aquellos que en algún momento hayan causado algún daño a sus amigos en “Good Morning, Pococatépetl». “Now that I know what’s right and what’s wrong / May I just do it all over again? / I’m out for revenge with a fierce and a strong / Against anything done against one of my friends “. La gente de bien sabe impartir justicia.
Escucha Bonnie «Prince» Billy – Keeping Secrets Will Destroy You