«Oasis era, definitivamente, como un puto Ferrari: era precioso y conducirlo era una pasada y, de vez en cuando, derrapaba si ibas muy rápido. Sin duda prefería eso antes que un viejo Volvo: estar en una banda que no me interesaba lo más mínimo. Solo queríamos llevarlo todo al máximo, todos los días, pasárnoslo bien todos los días, y si se terminaba mañana, se terminaba mañana». (Liam Gallagher)
«Todo el mundo decía: «Somos la mejor banda del mundo», y yo no sé si alguien lo creía de verdad. Yo realmente lo creía, y lo sigo pensando hoy en día. Hubo una época en la que fuimos jodidamente
intocables. Fue poco tiempo, dieciocho meses, tal vez dos años, pero estuvimos arriba, con los más grandes». (Noel Gallagher)
El mejor documento posible para conocer de primera mano los fulgurantes dos primeros años de vida de Oasis es Supersonic, documental dirigido por Mat Whitecross que llegó a España en 2016 y que ahora se edita en forma de libro escrito por Simon Halfon, en el que se recuperan completas y sin cortes las 30 horas de entrevistas que dieron lugar al mismo. Una historia oral para conocer cómo dos gañanes fueron capaces de pasar de tocar en pequeños pubs, a congregar a medio millón de personas (250.000 por noche) en los conciertos en Knebworth Park los días 10 y 11 de agosto de 1996, la cumbre de su éxito.
Lujosamente ilustrado, las más de 300 páginas del libro vuelven a llevarnos a los humildes orígenes de los Gallagher, a contarnos cómo Noel que acompaña a Inspiral Carpets en sus giras como pipa termina entrando en la banda de su hermano para tocar la guitarra y así, hasta ese 31 de mayo de 1993 cuando Alan McGee asiste a una actuación de Oasis en la sala King Tut’s Wah Wah Hut de Glasgow y les ofrece fichar con Creation poco después.
Aventuras hilarantes (imperdibles su primera visita a Japón o sus conciertos en Los Angeles), drogas, fama, dinero, el importante papel de su madre, peleas y más peleas fraternales que nos hacen entender cómo todo evolucionó la siguiente década hasta terminar de explotar en 2009 con la separación de la banda, y un sinfín de anécdotas con las que recorrer los primeros años de historia de los Gallagher junto a sus amigos Paul Arthurs «Bonehead», un Paul McGuigan «Guigsy» aquejado de problemas de ansiedad y un Tony McCarroll que terminó siendo defenestrado por su poca habilidad con la batería en favor de Alan White, que les acompañaría hasta 2004.
Ya sabemos lo que pasó después de esos conciertos en Knebworth. Llegaron nuevos discos -cinco más-, Bonehead y Guigsy salieron y otros ocuparon su lugar, se perdió la magia de antaño, todo se volvió más grande y profesional, ganaron mucho dinero, pero nada volvió a ser lo que era. Ni siquiera sus canciones. A pesar de ello, nadie puede negarles haber logrado convertirse en uno de los últimos clásicos del rock británico y vender 70 millones de discos. Aquí conoceremos cómo empezó todo.
«Era todo de verdad, hasta el último aliento. Todo. Todas las mierdas que se jodieron, todos los putos tacos que me salen de la boca, todas las putas mesas que se tiraron, todas las putas bebidas y lo que fuera que nos metimos por la nariz o en la boca; todo tenía sentido y no cambiaría nada. Volvería a hacerlo sin dudarlo, exactamente de la misma forma. Fue un milagro incluso que llegásemos hasta allí. Era todo lo que quería y más. Sí, nos sentíamos intocables, tío. Supersónicos, incluso» (Liam Gallagher)
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